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agregaría el pelo de choclo). De acuerdo a los

escritos del Padre Diego de Rosales, la reina de

las hierbas medicinales en Chile correspondería

al quinchamalí, nombre original de un famoso

cacique de lo que hoy corresponde a la Región

Metropolitana. Hasta hace pocos años, a los

servicios de urgencia llegaban los niños

intoxicados por chamico o miaya (cuyos signos

correspondían a una potente acción parecida

a la marihuana y también en otro de sus

componentes a la cocaína), muy utilizado en la

época colonial por ser un admirable narcótico

consumido por los delincuentes que iban al

patíbulo, para aliviar el dolor de la muerte.

Ya en

1577

, Santiago alcanzaba a los mil

habitantes y los primeros esfuerzos médicos

de Doña Inés, fueron reemplazados por varios

otros “facultativos”, entre quienes destaca

el Licenciado Castro, el Bachiller Bazán, el

licenciado Alonso del Castillo (tercer facultativo

de la colonia), quien tiene el gran mérito de

haber sugerido traer el agua de la quebrada

de Tobalahua (hoy De Ramón) para la bebida

y preparación de alimentos con menor riesgo

sanitario. Aunque no ha sido catalogado de

un acto meritorio, el Bachiller Bazán se hizo

cargo de la muerte del segundo Gobernador de

Chile, Don Francisco de Villagra a los

56

años

de edad, hecho denostado por el flamante

Procurador de la época, Don Alonso de Córdoba.

Pocos años después empiezan a integrarse,

los denominados hoy en día, profesionales de

colaboración médica, entre ellos inicialmente

las matronas y los farmacéuticos. Algunos de

ellos provenientes del Perú. Virreinato que en

esos tiempos abastecía a sus países vecinos

de profesionales con una sólida formación.

MIENTRAS TANTO,

¿QUÉ SUCEDÍA CON LA PEDIATRÍA?

En la cultura aborigen, terminado el parto en

la conocida posición en cuclillas y en pleno

monte, había especial preocupación por el

examen clínico del recién nacido, buscando

malformaciones y signos de debilitamiento

precoz, causa de marginación social. La

mentalidad guerrera predominaba claramente

en los neonatólogos aborígenes.

El Padre D. Rosales señala en uno de sus

capítulos (De la crianza de los hijos para que

se hagan fuertes y diligentes) la preocupación

de los indígenas para que sus niños crecieran

fuertes y sanos, a través de la actividad física

y una alimentación saludable, pobre en sal

y en algunos casos recurriendo precozmente

a la sangría. Ello permitía evitar la obesidad,

denominando a los gordos de aquellos tiempos

como mothilones. Notable y futurista visión de

los mapuches, aunque la estatura no era su

preocupación fundamental. Tampoco hay estudios

disponibles que señalen que su dieta era carente

en Zinc. Sí, tenían especial preocupación por su

aspecto físico, especialmente desarrollo muscular,

que los haría eficientes para sus guerras.

Recurrían a la crianza a la intemperie, incitaban

a los niños a desafiar obstáculos naturales y a

marchar grandes distancias.

La limeña Isabel Bravo, que había sido declarada

“hábil y suficiente” por el protomedicato de Lima,

y que habría arribado a Valparaíso alrededor

de

1560

, habría sido la primera partera en la

época colonial y su vivienda se ubicaba en la

rivera del río Mapocho. Algunos años después

se reconoce como “partera” a Elena Roldón.

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