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realizando acciones médicas terapéuticas o

diagnósticas de acuerdo a su escasa experiencia

o a lo encargado por sus tutores.

La tecnología nos sorprende día a día, y

crea confusión por falsas expectativas en los

familiares de los pacientes. Además puede

ocasionar frustración en los médicos por no

poder acceder a ella, aún cuando muchas veces

se dispone del personal capacitado para su

uso. Muchas veces el mismo especialista que

maneja sofisticados equipos en una clínica

privada se ve limitado en sus posibilidades

en un hospital público. Así mismo se crea

el problema de ¿A quién ofrecer su uso, y

hasta dónde llegar en cada paciente.?

Paralelamente la tecnología tiene un alto costo,

que nos pone dilemas de ¿Cómo distribuir

los recursos habitualmente limitados?, ¿Cómo

ser justos en esta distribución?, y ¿Quién será

el favorecido con aquellas medidas nuevas

o extraordinarias? y ¿Por cuánto tiempo?.

A veces debe decidirse además ¿Quién

no será beneficiado por esta tecnología?.

Las jerarquías de los equipos están claramente

delimitadas en aquellas prestaciones médicas

menos complejas en el ámbito ambulatorio,

y en el cual el equipo está conformado por

uno o dos profesionales involucrados. Están

guiados por protocolos bastantes claros y

probados. Existe en ellos un médico tratante

que es el interlocutor lógico y visible para

las consultas, preguntas o discusiones en

las decisiones de salud de su paciente.

Por otra parte, existen los grandes equipos

de trabajo, encargados de patologías de alta

complejidad, que deben hacer uso de tecnología

de última generación, no disponible para todos

los pacientes que se podrían beneficiar con

ella. Los criterios que usamos para decidir en

cada caso, son absolutamente individuales y

subjetivos, de acuerdo a la experiencia y valores

personales de los médicos que conforman los

equipos. No siempre se recurre a los Comités

de Ética o consultivos en dichas decisiones. Se

presenta el dilema de como proceder para que

esta sea una decisión más objetiva, universal,

uniforme y similar en los distintos centros.

Podríamos pensar que se debería dictar alguna

normativa general a nivel central, para preservar

o fomentar el principio de justicia y equidad,

como debiera corresponder a una medicina

moderna y profundamente humanitaria.

La información médica, es otro problema en

estos grandes equipos, en los cuales se crea

confusión de parte de las familias, acerca

de quien es el responsable de su paciente.

Se cambian médicos tratantes de acuerdo a

los turnos, la concurrencia de alumnos de

medicina en sus internados o médicos becarios

en formación de la especialidad, que no

siempre manejan con expedición el trato y la

comunicación. La información médica requiere

ser veraz, completa, sin autocomplacencia, sin

titubeos y continua en el tiempo.

No se debe permitir que los equipos muestren

diferencias de opinión frente a los pacientes,

ello crea desconcierto. Las opiniones deben

consensuarse en grupo, y debatidas previa y

privadamente cuando sean divergentes.

Así mismo debe resolverse con anterioridad si

la forma de llegar a acuerdo en cada grupo será

por unanimidad, por mayoría, con consulta a

expertos y quien decidirá finalmente antes de

darles a conocer estas opiniones a los padres.