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Abril

2009.

Volumen

8

-

N

°

36

Cuando Don Pedro de Valdivia vino a descubrir

el “mal famado país de Chile”, trajo consigo

clérigos, frailes, capellanes, alarifes, gallinas, una

mujer, escribanos, cerdos, secretarios de carta.

Sin embargo no le acompañó ni un solo médico,

ni siquiera un sangrador. Omisión lógica para

aquellos tiempos, en que los conquistadores

sabían matar mejor que vivir. Sólo un compañero

de Pizarro, Mansio Sierra Leguizama, falleció de

enfermedad en la cama, los demás perecieron

por la espada o la soga. Lo mismo pasaba con

los indios, que aunque mayores en número, se

encontraban en inferioridad de condiciones. Las

expectativas de vida no superaba los

40

años.

Durante muchos años en España y sus colonias,

el confesor estaba muchos antes que el médico

de cabecera. Ello mismo hace poco probable

que Don Pedro de Valdivia haya sido el fundador

del Hospital del Socorro, hoy denominado

San Juan de Dios. No, la época aquella era ajena

a cosas de misericordia y humanidad. Es más

probable que Doña Inés de Suárez, le hubiese

insinuado a Don Pedro la necesidad de un

primer hospital en Chile. Aunque, a decir de

la época parece haber sido un particular

avecindadoenChile, quien tuvo el meritorio acto.

La verdad es que la malagueña Doña Inés de

Suárez fue el primer médico, la primera cirujano y

posiblemente la primera pediatra de Santiago de

Chile. ¿Será por ello que hay un médico potencial

detrás de cada mujer en Chile, dispuesta a hacer

sus propios diagnósticos e incluso tratamientos?

Menudo intercambio científico en la primera

etapa de la conquista debe haber sido el

que se produjo entre los indígenas y Doña

Inés. Más de alguna junta médica en el

Chile incipiente, debe haber surgido entre

conquistadores e indígenas machis, quienes se

ufanaban de poseer un importante herbolario

terapéutico. Los aborígenes le entregaron a Doña

Inés las primeras nociones de las bondades

de la raspadura del palqui, el natri y sus

hojas refrigerantes, aunque ignoraban (por ser

las primeras importaciones no tradicionales)

cualquier cosa relativa al cólera y la viruela.

Tenían claras nociones de la sarna (pitra o

alhué-pitu), la hernia o paguacha, la demencia

o pual e incluso efectuaban sus juntas médicas

o thavmun. Aún hoy solemos escuchar a más

de algún colega, que sin conocer el origen del

término, menciona una “paguacha” refiriéndose

a un aumento de volumen abdominal.

Los machis, primeros médicos de la región,

curaban con ritos bárbaros y supersticiosos,

contorsiones diabólicas y mentiras, para expulsar

del cuerpo afligido el mal o ivum. Llamaban

chavalonco a todas las fiebres, por el sopor que

producen en el paciente, vocablo derivado de

chavo (modorra) y lonco (cabeza). Numerosa

cantidad de hierbas permitían a los indígenas

resolver las distintas dolencias, destacando entre

ellas la corteza del avellano, la hierba llantén, la

murta y el maqui como astringentes, las hojas y

los cogollos del ral ral y del pelu como purgantes,

el hinojo y el mileu como diuréticos (después se

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DEL CHAVALONCO AL IVX Y SCREENING GENO METABÓLICO EN PEDIATRÍA

.

TEMA

.

Dr. Francisco Barrera Q., Pediatra Complejo Hospitalario San Borja Arriarán

“La ciencia, la caridad, la beneficencia, la higiene, los hospitales, los asilos, las maravillas

y las barbaridades de nuestros mayores en materia de médicos y de medicina”.

Extraído de la portada de: Médicos de antaño. Benjamín Vicuña Mackenna. Primera edición

1877

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