La probabilidad de desarrollar la enfermedad en niños nacidos de esta forma aumenta hasta un 29%, especialmente en casos de leucemia linfoblástica aguda (LLA) de precursores de células B, con mayor incidencia en varones y menores de 5 años.
Las complicaciones visuales pueden ser la primera señal de la enfermedad en un tercio de los casos. Un manejo integral y la colaboración entre reumatólogos y oftalmólogos son clave para mejorar los resultados de los pacientes.
Los niños y adolescentes que han atravesado la enfermedad presentan el doble de riesgo de estas conductas, incluso de envenenamiento, siendo esta relación más fuerte en los de 11 a 15 años.
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