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11

Mayo

2012.

Volumen

11

-

N

°

49

hallazgos clínicos son convincentes, ya que la

alta frecuencia de falsos negativos (apéndice

retrocecal, perforado, o compromiso sólo del

extremo distal) podría resultar en retraso del

tratamiento. El principal papel de la ecografía

es en los casos en los que la valoración clínica

repetida y la ecografía pueden aportar información

complementaria para decidir si es necesario un

tratamiento quirúrgico. Cabe destacar por lo tanto,

que el criterio clínico predomina sobre los

hallazgos ecográficos a la hora de decidir el alta o

la indicación quirúrgica de un paciente

(4,6,12)

.

TOMOGRAFÍA AXIAL COMPUTARIZADA

La tomografía computada (TC) es una técnica de

imágenes, con un grado menor de operador-

dependencia, de moderada complejidad y con un

buen rendimientodiagnósticopara todo el espectro

de manifestaciones de la enfermedad; y que si

bien en la actualidad se encuentra ampliamente

disponible, su costo es muchísimo mayor lo que

limita su uso en determinados centros

(5,10,12)

. Ha

demostrado un mejor rendimiento diagnóstico que

la ecografía, reportándose una Sensibilidad de

90-

100

%, Especificidad de

91-99

%, Valor predictivo

positivo de

92-98

% y Valor predictivo negativo de

95-100

% para el diagnóstico de apendicitis

(5,7)

;

por lo que sería un mejor examen para confirmar

y a la vez descartar esta patología.

Los signos más relevantes en la TC son un diámetro

apendicular mayor de 6 mm., el engrosamiento de

la pared, la presencia de un apendicolito, alteración

de lagrasapericecal, líquido libre, linfoadenopatías,

engrosamiento de la pared del intestino vecino

y la presencia de aire o colecciones

(1,11)

.

La utilización de medios de contraste (oral e

intravenoso), aumenta el rendimiento diagnóstico

debido a que permite una mejor valoración de los

procesosinflamatorios,isquémicosyneoplásicosdel

abdomen que podrían simular una apendicitis

(2,5)

.

Lo anterior se encuentra ampliamente estudiado

en la población adulta, no así en la pediátrica,

por lo que no existe un consenso formal en

la indicación de contraste en esta población.

Además la utilización de estos, encarece el

costo del examen y en niños debe asociarse a

sedación, lo que podría incrementar el riesgo de

reacciones adversas

(2,11)

. Se debe tener en cuenta

además que la distribución de la grasa peritoneal

es distinta en adultos y niños, lo que también

afectaría esta modalidad diagnóstica

(1)

.

Además la TC es el método de elección para

estadificar la extensión del proceso inflamatorio

e identificar abscesos, flegmones y eventualmente

guiar un drenaje percutáneo (avances en el manejo

de complicaciones postoperatorias vía radiología

intervencional)

(5)

.

Sin embargo su uso debe ser restringido sólo a

los casos en donde la duda diagnóstica persiste,

ya que si bien su disponibilidad ha aumentado,

es un examen que no está disponible en forma

rápida en el sistema público, su costo es alto

(10)

y se expone al paciente a una dosis no menor

de radiación ionizante (que incluso en algunos

equipos puede ser equivalente a más de

100

radiografías de tórax)

(8)

. Lo anterior constituye un

tema bastante controversial en la literatura actual

ya que si bien no existen estudios prospectivos

que muestren una relación clara entre la TC

y el desarrollo de un cáncer posterior, existe

evidencia clase III que propone que cerca de

un tercio de los pacientes que se realizan una

TC de abdomen, se realizan al menos otras

2

o

3

TC en el curso de su vida

(8,12)

. Esto adquiere