Neurología
Examen ocular permite medir evolución de la esclerosis múltiple
Gran parte de la incapacidad permanente experimentada por los pacientes con esclerosis múltiple (EM) se refieren a la degeneración axonal secundaria a la inflamación y a la desmielinización. Las técnicas convencionales de resonancia magnética (RM) están diseñadas para ser sensibles a la inflamación de mayor magnitud y es posible que no refleje específicamente el daño axonal. Si bien la cuantificación de las lesiones en la RM ha sido una herramienta sensible para la vigilancia de la enfermedad, sólo se ha demostrado una modesta correlación clínica con la discapacidad. Por otra parte, la tomografía de coherencia óptica (TCO), una técnica relativamente nueva, es una prometedora y sensible herramienta que permite medir el grosor de las fibras nerviosas de la retina (GFNR) con un menor coste en comparación a la RM. Estudios recientes han demostrado que la TCO puede detectar el adelgazamiento del GFNR, posiblemente debido a los daños al axón, en la retina de los pacientes con EM, independientemente de historia clínica de neuritis óptica, sugiriendo que puede ser un biomarcador eficaz de la enfermedad destructiva.
En esta estudio de casos y controles, los autores examinaron si dos medidas de la tomografía de coherencia óptica, GFNR y volumen macular total, se correlacionan con análisis derivados de la RM, volumen cerebral y fracción parenquimatosa cerebral (FPC), así como la discapacidad clínica. El espesor se midió en 40 pacientes con EM y 15 controles. La FPC y el volumen cerebral se calcularon utilizando la RM craneal. La regresión lineal múltiple evaluó la asociación entre los TCO y la RM como medidas de atrofia.
Un menor grosor de las fibras nerviosas de la retina y la edad de los sujetos predijeron en un 21% (p = 0.005) la diferencia en FPC en todos los pacientes con EM y en un 43% (p = 0.003) la diferencia en FPC en el subgrupo con EM intermitente (N = 20). El coeficiente de correlación parcial entre FPC y el espesor mínimo de GFNR, controlado por edad, fue de 0.46 (p = 0.003) en todos los pacientes con EM y 0.69 (p = 0.001) para las parsonas con esclerosis intermitente. Estas asociaciones se dieron por el volumen del líquido cefalorraquídeo, y no por el volumen de la materia gris o blanca. No existió una asociación significativa para estas variables en los controles.
En conclusión, en la esclerosis múltiple, el grosor de las fibras nerviosas de la retina está asociado con la fracción parenquimatosa cerebral y el volumen líquido cefalorraquídeo. Estos datos sugieren que la cuantificación del espesor axonal en la retina por tomografía de coherencia óptica proporciona información específica sobre la anomalía cerebral en la EM. La TCO debería examinarse en estudios longitudinales para determinar si puede ser utilizada como una medida de resultados en los ensayos clínicos de fármacos neuroprotectores.
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