

313
pacientes en su gran mayoría presentan voz sin alteraciones previas,
Wasserman y cols (2007) y Ruiz (2007) refieren que la parálisis cordal es
frecuente luego de una tiroidectomía, siendo generalmente causada por
daño del NLR, sin descartar la posibilidad de que se deba a dislocación
del cartílago aritenoides, afectando la calidad de vida de los pacientes,
causando malestar y muchas veces incapacidad laboral.
Según Akyildiz (2008), la disfonía que se evidencia luego de esta
intervención se caracteriza por: disminución de f0, aumento en jitter,
pérdida de al menos dos semitonos, y disminución del grado de
subarmónicos. También observamos, debido a la pérdida de movilidad
del pliegue vocal, soplosidad y diplofonía. Sataloff (2009) a su vez
comenta que, además de las alteraciones vocales, se pueden manifestar
disfunciones de la deglución y obstrucción de la vía aérea. El mismo
autor recuerda que es importante diferenciar parálisis vocal de paresia, ya
que ambas resultan de la hipomovilidad de la cuerda por una lesión de
NLS o de lesión leve del NLR. Las consecuencias vocales resultantes de
esta disfunción son: ronquera, fatiga vocal, disminución de intensidad,
disminución de la frecuencia, pérdida de la proyección y soplosidad.
En mi experiencia, sugiero insistir en un diagnóstico diferencial, usando
una técnica para verificar rápidamente si las alteraciones post
tiroidectomía son debido a parálisis o paresia cordal: la última responde
bien a la técnica de vibración sonorizada de lengua (TVSL) mientras que
en la parálisis, los parámetros vocales empeoran significantemente con
esta técnica.
En el caso que presento, la NFC muestra una parálisis cordal, y la
evaluación AFA muestra lo observado en 1: