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pacientes en su gran mayoría presentan voz sin alteraciones previas,

Wasserman y cols (2007) y Ruiz (2007) refieren que la parálisis cordal es

frecuente luego de una tiroidectomía, siendo generalmente causada por

daño del NLR, sin descartar la posibilidad de que se deba a dislocación

del cartílago aritenoides, afectando la calidad de vida de los pacientes,

causando malestar y muchas veces incapacidad laboral.

Según Akyildiz (2008), la disfonía que se evidencia luego de esta

intervención se caracteriza por: disminución de f0, aumento en jitter,

pérdida de al menos dos semitonos, y disminución del grado de

subarmónicos. También observamos, debido a la pérdida de movilidad

del pliegue vocal, soplosidad y diplofonía. Sataloff (2009) a su vez

comenta que, además de las alteraciones vocales, se pueden manifestar

disfunciones de la deglución y obstrucción de la vía aérea. El mismo

autor recuerda que es importante diferenciar parálisis vocal de paresia, ya

que ambas resultan de la hipomovilidad de la cuerda por una lesión de

NLS o de lesión leve del NLR. Las consecuencias vocales resultantes de

esta disfunción son: ronquera, fatiga vocal, disminución de intensidad,

disminución de la frecuencia, pérdida de la proyección y soplosidad.

En mi experiencia, sugiero insistir en un diagnóstico diferencial, usando

una técnica para verificar rápidamente si las alteraciones post

tiroidectomía son debido a parálisis o paresia cordal: la última responde

bien a la técnica de vibración sonorizada de lengua (TVSL) mientras que

en la parálisis, los parámetros vocales empeoran significantemente con

esta técnica.

En el caso que presento, la NFC muestra una parálisis cordal, y la

evaluación AFA muestra lo observado en 1: