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14

Marzo

2015.

Volumen

14

-

N

°

59

la abuelita, cuyo rol afectivo y sobreprotector se

establece con otro carácter ganancial y menor

sustento de inseguridad, rechazo, abandono

y compromiso de su propia autoestima. La

existencia, muchas veces inconsciente de un

“Wendy”, solícito y siempre bien dispuesto,

genera en el niño tal satisfacción que lo hace no

desear crecer postergando su maduración psico-

emocional y eludiendo sus responsabilidades,

las cuales son asumidas por la figura sobre

protectora. Este personaje, dentro de su

comportamiento alterado e incapaz de controlar

su propio rumbo de vida, trata de controlar la vida

de otra persona, con mayor frecuencia su propio

hijo y en casos extremos la de su pareja.

Se ha señalado como características importantes

en este “Síndrome de Wendy”, rasgos de carácter

que le permitan hacerse imprescindible. Llevar

el amor al concepto de sacrificio asumiendo

un carácter de “mártir”, estar dispuesta al

sufrimiento, evitar perturbar al prójimo, deseos

manifiestos de hacer feliz a los demás, pedir

excusas por lo que no ha hecho hasta niveles

de victimización y tendencia a la depresión por

falta de aceptación de su entorno social.

En general, lo habitual es que las manifestaciones

de “Wendy” se den incompletas, incluso

disimuladas, lo que dificulta su reconocimiento.

¿Es posible que muchas personas en alguna

etapa del desarrollo conductual tengan algo de

Peter Pan o de Wendy, sin que esto constituya

una patología propiamente tal?

Ambos rasgos de carácter requieren de un

reconocimiento temprano y una intervención

oportuna. Reconocida la situación, la intervención

neurosiquiátrica debe establecer si hay una

psicopatología de base, en cuyo caso su manejo

y tratamiento debe considerar el trastorno

psicopatológico y el rasgo de carácter, asumiendo

que dicha conjunción suele hacer más difícil la

intervención terapéutica.