

abril
2016.
Volumen
15
-
N
°
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fueron pioneros en nuestro país y quisimos
aprovecharlas para nuestro Programa en Calbuco.
Esta interesante actividad nos permitió lograr el
cariño de las señoras de Calbuco, pueblo en el
cual la ingesta alcohólica era desde temprano,
diaria y copiosa. Con frecuencia entrábamos a los
bares y tugurios del pueblo a sacar algún
integrante del
club de abstemios Nueva
Esperanza,
que había recaído o era inducido a
una recaída. Recuerdo más de alguna vez, en
pleno gobierno militar, haber entrado a uno de
estos bares, reprochando la conducta cobarde
de sus amigotes, sacar al abstemio en recaída
del lugar y llevarlo a su casa. Muchos de estos
alcohólicos en proceso de recuperación eran
dueños de carnicerías. Cuando llegaba a mi casa
y mi señora me mostraba la mejor carne que nos
habían llevado de regalo, mi pregunta preocupado
era ¿quién recayó ahora? Era una clara señal.
La extrema ruralidad del Departamento de
Calbuco con sus islas y localidades costeras
era otro desafío tremendo. Una enfermera que
trabajaba en Puerto Montt en Epidemiología,
decidió emigrar a Calbuco. Sus conocimientos de
Epidemiología y Salud Pública permitieron crear
un excelente
Programa de Salud Rural,
con visitas
periódicas del equipo de salud constituido por
dentista, a veces médico, enfermera, matrona y
técnicos paramédicos. La lancha que se utilizaba
para estos viajes había sido dada de baja
por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG),
reacondicionada por el hospital, aunque persistían
problemas de estiba, que se solucionaban con
una gran piedra. Tarea fundamental de algunos
de los integrantes del equipo en las situaciones
de mar gruesa era acomodar la piedra para que
la lancha no se hundiera. Era tan rudimentaria
que en un concurso abierto para ponerle nombre,
ganó el de
“La distrófica”.
Muchas veces me tocó
ir a avanzada hora de la noche, con mi perro
(El Llanquihue), al muelle a esperar al equipo de
terreno, temiendo una zozobra.
Nuestro
perro Llanquihue
era un personaje en
el pueblo. Su tarea primordial era acompañar
todas las mañanas a los consultantes que iban al
hospital, distante media cuadra. Cuando tenía que
operar, sobre todo en la noche, me acompañaba
hasta la pieza de vestir. Cambiado de ropa para
la operación, se hacía cargo de mi vestimenta,
echándose sobre ella y no permitía que nadie
se acercara. Los funcionarios de adrede iban
a molestarlo, pero no había caso, era un muy
buen perro guardián. Además le gustaban los
curantos y muchos profesionales y funcionarios
del hospital lo pedían prestado para asistir con él
a un curanto en algún lugar del pueblo.
Con el propósito de mejorar la educación en salud
de la población algunos profesionales utilizamos
el método de
Organización y Desarrollo de la
Comunidad,
aprendido del Profesor Amador
Neghme y Dr. Roberto Belmar, ambos de la
cátedra de Parasitología de la Universidad de
Chile. Largas y nocturnas jornadas de educación,
hasta avanzadas horas de la noche. Era tal
nuestro entusiasmo y el de los centros de
Madres, que no nos dábamos cuenta de la hora.
No satisfechos con estos resultados se cambió
al método
“Plataforma mínima operante para la
Comunidad en Salud” que contenía
15
unidades
básicas.
Lucida actuación en esta actividad le
cupo a la enfermera a cargo del Programa de
Salud Rural, que tenía experiencia en trabajos con
la comunidad, con esta otra metodología. Además
todo estaba enriquecido con milcaos, chapaleles,
roscas chonchinas, chochoca (o trotroyeco) y
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