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Abril
2014.
Volumen
13
-
N
°
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de cerrar la puerta, déjela como la encontró”,
o
cuando me decía
“está bien, para Ud. problema
existente, problema resuelto, así deberían ser
todas las personas”;
el Dr. Santiago Rubio Arce,
con quien trabajé años después en el Servicio de
Pediatría del H. Paula Jaraquemada, hoy H.C.S.B.A.
sólo tenía referencias de él, a través de mis
colegas, muy buen médico, humano y sensible,
tenía una debilidad: pedirle a mi colega Eugenia
Moreno,
“una presita de pescado frito”,
cuando
se preparaba para los niños mayores porque lo
encontraba rico y bien elaborado. Recuerdo su
infaltable presencia las noches de Año Nuevo,
después de las
24
hrs., en que llegaba a saludar
al personal de turno. La Dra. Lina Boza C. la
conozco de sus inicios laborales, siempre muy
profesional, luchadora y entregada por completo
a sus pacientes, gran capacidad de trabajo y estilo
organizacional, sinceramente la admiro mucho. El
Dr. Miguel Ferrari A., profesional del cual recuerdo
varias facetas, una de ellas y predilecta para él,
cuando yo contaba que era de una apuesta figura,
tostado con un abundante pelo castaño, con
uniforme blanco, era, de un gran atractivo, para
recrear la vista, tenía una vanidad sana cuando
me decía:
“mijita, cuente como era yo”.
El Dr. René Artigas N., entregó todo su tiempo y
pasión profesional a los niños quemados, tarea
en la cual pusimos todos nuestros esfuerzos y
experiencia en el campo de la nutrición.
Quisiera destacar al Dr. Carlos Allende Gaete
(Q.E.P.D.), uno de los Directores del Hospital
Arriarán, quien llegaba a la Central de Alimentación
a las
07:30
de la mañana y me decía
“contento,
Señor, contento”.
Así éramos felices y sonrientes.
Existía en alimentación, la autogestión, con
presupuesto anual, al llegar octubre nos sobraba
dinero y preparábamos exquisiteces en el régimen
normal: arroz a la valenciana; pollo arvejado,
en ese tiempo el pollo era un lujo; empanadas;
humitas; pastel de choclo; asados de vacuno;
ensaladas con aceitunas. Todo preparado
manualmente por nuestro personal dado que
contábamos con algunos equipos de cocina que se
mantenían en buenas condiciones.
Todos los funcionarios teníamos gran capacidad
de trabajo para desempeñar nuestras tareas,
nunca reclamos por exceso de trabajo, sí por las
bajas remuneraciones.
Volviendo al Dr. Allende, época de los más bellos
jardines del Hospital Arriarán, era una de sus
satisfacciones pasearse y contemplar las rosas,
la naturaleza existente. Nuestra conversación era
cercana por afinidades de trabajo, por el afán
personal, me pidió que hiciera algunos cursos
en el Instituto de Salud Pública, lo cual no me
agradaba. El Dr. Allende era perseverante en
sus ideas, de tal modo que finalmente le hacía
caso, él se sentía gratificado, porque la primera
vez que postulé, obtuve el tercer lugar del
grupo multidisciplinario. En verdad tenía razón,
amplió mi horizonte del conocimiento, del
aprendizaje y del desarrollo personal; sufrí como
no lo pueden imaginar, un año duro, que hoy
recuerdo satisfecha y agradecida.
Esto me inspiró a seguir haciendo otros cursos, la
meta del Dr. Allende, era que fuera Nutricionista
Jefe del Hospital que estaba construyéndose, hoy
Hospital Clínico San Borja Arriarán (H.C.S.B.A.),
su visión futurista se cumplió y recuerdo con
mucho cariño y nostalgia cuando me decía:
“cuando seas Nutricionista Jefe de ese Hospital,
yo estaré muerto y espero que te acuerdes de mis