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23 Febrero 2007

Psiquiatría

La amígdala de los autistas es anormalmente pequeña

Estos resultados proporcionan la primera evidencia que relaciona medidas objetivas de debilitación social y la estructura de la amígdala en el autismo. El volumen de esta área cerebral no sólo predice la carencia de procesos emocionales faciales sino que también refleja la debilitación temprana de los comportamientos sociales en la niñez.

El autismo es un síndrome de causa desconocida, marcado por el desarrollo anormal del comportamiento social. Si bien se le ha ligado a características patológicas de la amígdala, la cual desempeña un papel dominante en el proceso emocional, este aspecto ha demostrado falta de consenso. Aunque las investigaciones respecto a las características anatómicas del cerebro son difusas y poco concluyentes, se cree que los desórdenes del espectro del autismo tienen una base biológica y son altamente hereditarios y, por lo tanto, ofrecen una oportunidad única de descubrir las bases genéticas y neuronales del comportamiento social.

Para evaluar el volumen de la amígdala en individuos con desórdenes del espectro del autismo y su relación con el comportamiento social y así examinar si sus variaciones estructurales se correlacionan con la severidad de los síntomas, investigadores norteamericanos (Universidad de Wisconsin en Madison, Estados Unidos) condujeron 2 estudios transversales. Los participantes eran 54 varones entre 8 y 25 años, incluyendo 23 con autismo y 5 con el síndrome de Asperger, y 26 controles. Los principales criterios de valoración fueron el tamaño de la amígdala, las expresiones faciales y el mirar a otra persona a los ojos.

Del estudio 1, los individuos con autismo que tenían una amígdala pequeña fueron los más lentos para distinguir las emociones de las expresiones neutrales (P = 0.02) y demostraron menos fijación de las regiones oculares (P = 0.04). Las mismas personas presentaban la peor relación social durante la niñez temprana (P < 0.04). El estudio 2 también demostró que los individuos con autismo tenían una amígdala más pequeña en comparación con los controles (P = 0.03), además de las diferencias entre grupo en relación al volumen del amígdala y la edad. A través de una muestra combinada, la severidad del déficit social obró recíprocamente con la edad para predecir los diversos patrones de desarrollo de la amígdala en el autismo (P = 0.047).

En conclusión, estos resultados apoyan un modelo de hiperactividad de la amígdala que podría explicar la mayoría de los resultados volumétricos en el autismo. Se necesitarían de otros estudios sicofisiológicos e histopatológicos para confirmar estos hallazgos.

Fuente bibliográfica

Arch Gen Psychiatry. 2006 Dec; 63(12):1417-28

Ciencia y Medicina

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