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05 Mayo 2003

Antiinflamatorios no esteroidales y seguridad cardiovascular

Nuevas evidencias refuerzan la necesidad de administrar antiinflamatorios no esteroidiales teniendo en consideración la seguridad cardiovascular de la droga elegida y el perfil de riesgo de los pacientes

La insuficiencia cardiaca constituye un creciente problema de salud pública debido a su aumento en cuanto a incidencia y prevalencia, que puede llegar al 2.0 en la población general, a un pobre diagnóstico y también a causa de altas tasas de readmisión hospitalaria. El infarto al miocardio es una de las principales causas de la insuficiencia cardiaca en la mayoría de los pacientes, seguido por la hipertensión, las enfermedades a las válvulas cardiacas y la cardiopatía idiopática. Muchas drogas han demostrado ser capaces de inducir o agudizar problemas cardiacos, y en diversos reportes estos problemas fueron atribuidos a la administración y uso de Anti-inflamatorios No Esteroidiales (AINEs).

Los AINEs son utilizados ampliamente en pacientes que presentan enfermedades reumatológicas, especialmente durante la tercera edad, así como en indicaciones no reumáticas como dolor agudo o crónico, cólico, dismenorrea, etc. En muchos pacientes el uso de AINEs durante cortos períodos terapéuticos en bien tolerado, sin embargo otro considerable grupo de pacientes puede desarrollar efectos adversos gastrointestinales, renales o cardiovasculares. En un reciente trabajo de revisión publicado en la revista Drugs, a cargo de la doctora Guísele Bleumink, se discuten recientes evidencias sobre la asociación entre el uso de AINEs y la ocurrencia de insuficiencia cardiaca.

En diversos trabajos los AINEs, cuyo mecanismo de acción consiste en inhibir las enzimas ciclooxigenasas (COX) 1 y 2, han sido asociados con la ocurrencia de síntomas de insuficiencia cardiaca, principalmente en pacientes con antecedentes de enfermedades cardiovasculares o daño ventricular izquierdo. También estas drogas pueden dañar el funcionamiento renal en pacientes con un volumen circulatorio disminuido, debido a la inhibición de la síntesis de prostaglandina, aumentando la retención de agua y sodio, disminuyendo el flujo sanguíneo renal y los niveles de filtración glomerular, ya que las COX 1 y 2 se encuentran presentes en los riñones para cumplir especificas funciones.

Aun cuando los COX-2 fueron desarrollados originalmente para reducir la incidencia de efectos adversos gastrointestinales de los AINEs convencionales, en muchas publicaciones se sugiere que no se diferencian de estos últimos en cuanto a posibles deterioros renales e insuficiencia cardiaca, teniendo similares efectos sobre la presión sanguínea, la incidencia de edemas, el funcionamiento renal. Incluso recientes estudios han advertido sobre la asociación del uso de COX-2 en el incremento del riesgo de accidentes cardiovasculares, uno de los factores de mayor riesgo de las insuficiencias cardiacas (por ejemplo el estudio VIGOR), en comparación a un AINEs como naproxeno. Incluso los datos presentados en las últimas investigaciones clínicas sugieren que naproxeno estaría asociado con una disminución del riesgo de accidentes cardiovasculares, en comparación a otro COX-2, así como otros tres estudios demostraron el bajo riesgo cardiovascular asociado a esta droga comparada con otros AINEs o placebo.

Considerando el actual conocimiento de los efectos de los AINEs sobre la función renal, el importante rol de las prostanglandinas en la fisiopatología de la insuficiencia cardiaca y la evidencia de los estudios clínicos, es muy probable que los AINEs puedan incrementar el riesgo de desarrollar síntomas de insuficiencia cardiaca en pacientes susceptibles, como por ejemplo quienes tienen una historia de enfermedad cardiovascular o poseen insuficiencias pre-existentes. Como estas drogas son recetadas a pacientes de la tercera edad, que tienen un particular riesgo de presentar síntomas adversos, se hace necesaria una adecuada selección del AINE a ser prescrito, considerando la mejor evidencia disponible en cuanto a los posibles efectos adversos y sus consecuencias, así como un monitoreo de la función renal, una adecuada educación de los pacientes y una mayor atención en los signos y síntomas de insuficiencia cardiaca.

Fuente bibliográfica

Drugs 2003;63(6):525-534

Ciencia y Medicina

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