Cirugía y Traumatología
Guías de práctica clínica: tratamiento del sangrado asociado a fracturas pélvicas
Las fracturas de pelvis después de un trauma se pueden presentar en dos amplias categorías: las que interrumpen la estabilidad mecánica de la pelvis (con manejo dirigido a tratar la reconstrucción y la rehabilitación) y las que se presentan con hemorragia amenazadora para la vida, requiriendo aquí, una terapia rápida para el equilibrio de la hemostasis, la toma de decisión en esta categoría se hace generalmente durante los primeros días después del accidente. Las fracturas pélvicas se asocian a sangrado arterial o venoso y pueden tener una mortalidad de hasta un 60%, el sangrado venoso puede ser controlado mediante fijación externa pélvica, mientras que la arteriografía con embolización, es el método de elección para el sangrado arterial. Aún existe cierta discusión sobre el manejo inicial, aunque cada técnica debería estar dirigida a los diferentes tipos de sangrado. En un trabajo realizado por el Dr. Preston R. Miller y colaboradores del Departamento de Cirugía General y Radiografía, Universidad de Wake Forest, Carolina del Norte en Estados Unidos, se evaluaron los marcadores de sangrado arterial en pacientes con fractura pélvica para la realización de angiografía temprana.
En este estudio se analizaron a 1.171 pacientes con fractura pélvica durante un periodo de 7 años, desde 1994 al 2001. A las personas con sangrado e hipotensión arterial atribuidos a fractura pélvica se les realizó arteriografía, considerándose adecuada la respuesta al tratamiento inicial, cuando el paciente permanecía estable durante más de 2 horas con presión sistólica mayor de 90 mm Hg después de recibir ≤2 unidades de concentrado de hematíes. Treinta y cinco pacientes (0,3 %) presentaron hipotensión arterial, se realizó angiografía en 19, en 6 fijación externa y en 10, ambas técnicas. No hubo diferencias entre el grupo a quienes se les realizó sólo angiografía, aunque el primer grupo tuvo lesiones más graves, 28 pacientes permanecieron inestables tras la resucitación, realizándose en 26 angiografías. En 19 (73%) se presentó sangrado arterial, y en 3 pacientes con respuesta inicial a la resucitación se realizó angiografía no demostrándose sangrado. En pacientes con fracturas susceptibles de fijación externa (n= 36), el 44% tuvo sangrado arterial y todos mostraron inestabilidad tras la resucitación inicial. A 17 pacientes sin hipotensión arterial también se les hizo una angiografía y a 4 se les aplicó una tomografía computarizada (TC), tres de los cuales presentaban sangrado (75%).
Según los autores, el estudio indicaría que el manejo de las fracturas pélvicas requiere reconocer rápidamente si el sangrado es de origen arterial o venoso. Si el paciente permanece hipotenso sin respuesta inicial o con respuesta transitoria a la resucitación, indicaría que en más de un 70% de las veces la posibilidad de presencia de sangrado arterial, mientras que con una respuesta rápida y adecuada es improbable este tipo de sangrado. Por otra parte, en el paciente estable, la tomografía computarizada con extravasación de contraste indica una alta probabilidad de lesión arterial, siendo una correcta indicación la angiografía para el manejo de este tipo de lesiones.
Fuente bibliográfica
J Trauma. 2003; 54(3):437–443