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15 Diciembre 2011

Neurología

Falta de sueño perjudica el aprendizaje de idiomas

Para los autores, son necesarios más estudios de intervención para determinar si la consolidación del sueño puede mejorar las prácticas de los padres en la transición de la infancia a la niñez temprana, y si es así, tendría un efecto directo sobre la diversidad lingüística y otros procesos de orden normativo.

La consolidación y maduración de los ritmos de sueño-vigilia en la primera infancia se han relacionado con una serie de funciones cognitivas en niños prematuros, recién nacidos de término, y muestras normativas a gran escala de preescolares. Las mediciones de los ciclos de sueño-vigilia han variado mucho en estos estudios, sin embargo, los resultados empíricos son relativamente consistentes: índices de mayor madurez de consolidación sueño-vigilia en la primera infancia se han ligado a mejores resultados cognitivos.

Docentes de las universidades de Montreal y Quebec, en Canadá, evaluaron en un estudio longitudinal con 1.029 gemelos las asociaciones entre la consolidación del sueño a los 6, 18 y 30 meses y el lenguaje a los 18, 30 y 60 meses, e investigaron la etiología genética/ambiental de estas asociaciones. Los datos sobre la consolidación del sueño se obtuvieron a partir de informes de padres; y las habilidades del lenguaje se evaluaron con el Inventario de Desarrollo Comunicativo MacArthur a los 18 años y 30 meses y el Test de Vocabulario de Imágenes Peabody a los 60 meses.

La relación sueño día/noche se redujo significativamente de 6 a 30 meses. Las relaciones 6 y 18 meses se correlacionaron negativamente con posteriores habilidades lingüísticas. Los niños con retraso del lenguaje a los 60 meses tenían una consolidación inmadura del sueño a los 6 y 18 meses en comparación a los infantes sin retraso o con retrasos transitorios. Los análisis genéticos y de regresión revelaron que la cantidad de sueño a los 6 meses fue altamente heredable (64%) y predijo el lenguaje a los 18 meses (B = -0,06) y 30 meses, (B = -0,11), principalmente a través de influencias genéticas (R = 0,32 y 0,33, respectivamente). Por el contrario, la calidad del sueño a los 18 meses era el resultado de influencias del medio ambiente (58%) y predecía el lenguaje a los 60 meses (B = -0,08) a través de influencias ambientales (R = 0,24).

Finalmente, para los autores, la falta de sueño durante los primeros 2 años de vida puede ser un factor de riesgo para el aprendizaje de idiomas, mientras que la consolidación de un buen sueño puede fomentar la habilidad lingüística a través de sucesivas influencias genéticas y ambientales.

Fuente bibliográfica

Sleep 2011; 34(8):987-995

Ciencia y Medicina

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