Manejo del dolor
Aumenta la necesidad y los desafíos para un mejor entendimiento del dolor crónico y la depresión en el adulto mayor
El dolor crónico y la depresión en la vejez representan condiciones que no suelen ser tratadas y entendidas de la mejor manera. Ambas patologías están entre las 21 áreas de mayor importancia seleccionadas para mejorar la calidad de vida en la población anciana. Temas que han sido desarrollados por un panel de expertos que repasan aquellas condiciones de alto predominio, estando la depresión en segundo lugar y el manejo del dolor en el 15. El deficiente manejo del dolor crónico y la depresión en los ancianos es un problema multifactorial que involucra una variedad de consideraciones psicosociales complicadas, tales como la manera por la cual un paciente presenta sus síntomas, las actitudes y creencias de los miembros de la familia y la comunidad médica sobre el envejecimiento y las diferencias de pronóstico.
La doctora C. Upshur, profesora de medicina familiar (Harvard Medical School, University of Massachussets, Boston, USA), revisa la literatura respecto a las actitudes y creencias por las que se ve influenciada la tercera edad, explorando también la relación entre la depresión y el dolor crónico, para luego hacer las recomendaciones respectivas sobre su evaluación y tratamiento.
Aunque es bien sabido que los individuos que experimentan dolor crónico tienen altos niveles de depresión, es difícil documentar los mecanismos específicos o los caminos causales de esta relación. Varios investigadores han concluido que la evidencia existe para múltiples explicaciones. Primero, la depresión y la falta de afecto aumentan la sensibilidad al dolor porque, por ejemplo, la falta de humor se asocia con dolor, ya que éstos pueden conducir a sensaciones de interpretación, que no serían experimentadas en ausencia de un disturbio afectivo. En tales casos, las expresiones vegetativas de la depresión pueden no estar presentes y los síntomas de dolor son una manifestación de ésta. El conflicto psicológico subyacente también puede causar dolor como resultado psicosomático, hay cierta evidencia, por ejemplo, que la ira produce tensión musculoesquelética que da lugar a dolor crónico.
En segundo lugar, es posible que la depresión sea una reacción al dolor, lo que origina una señal de socorro que produce limitaciones y cambios funcionales en la vida. Por ejemplo, el dolor que resulta de la pérdida de sueño, fatiga, dificultad en las relaciones y una reducción de las actividades sociales y del propio cuidado, pueden conducir a baja autoestima, al rechazo social y al desaliento sobre el futuro, todos los cuales son componentes de una depresión. Por otra parte, el dolor crónico y la depresión pueden estar correlacionados y presentarse simultáneamente, resultado de mecanismos biológicos similares.
Finalmente, el manejo apropiado del paciente requiere de una evaluación de la naturaleza del dolor, así como de la señal de socorro emocional asociado. Explorar si el paciente ha tenido historias de depresión u otros desórdenes psiquiátricos podría ser esencial para un acertado tratamiento. Afortunadamente, el manejo eficaz del dolor o de la depresión puede dar lugar al alivio de ambos; sin embargo, una estrategia comprensiva probablemente traerá un acercamiento más conveniente y eficaz al cuidado. Una variedad de medicaciones eficaces para el dolor y los síntomas depresivos existen hoy en día.
En resumen, la depresión y los síntomas crónicos del dolor son problemas comúnmente encontrados en pacientes de edad, pudiéndose interrelacionar cada uno de ellos, casualmente o por asociación, a otra condición médica. Cuando no son tratados a tiempo y adecuadamente, esta combinación entre depresión y queja de dolor puede conducir a un mal manejo de ambos, además de poder presentar una inhabilidad funcional adicional. Cualquier paciente que presente dolor crónico merece una evaluación completa y cuidadosa, tanto para el dolor mismo como para la depresión. Hoy existe una amplia gama de intervenciones farmacológicas y multidisciplinarias para tratar el dolor crónico y la depresión en individuos más viejos, con muy buenos resultados.
Fuente bibliográfica
Clinical Geriatrics 2003; 11 (11): 30-37