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7. Pueden reproducir y construir distintos escena-

rios de alta complejidad, como los percibidos

en la vida real.

8. Finalmente y muy importante de destacar, es

que evita molestias y malestar a personas en-

fermas reales, a quienes no se provocará inco-

modidades ni eventuales daños, en el proceso

docente.

Con todo, el propósito de esta reflexión es lo-

grar una aproximación a si es ética la utilización

de este tipo de medicina de modelos, en la forma-

ción de un estudiante de medicina en pregrado.

Esto ha sido abordado en la literatura por varios

autores y existe acuerdo en que la enseñanza ba-

sada en simulación es consistente con las teorías

éticas (tópico revisado recientemente por Gul

Pinar y Sibel Peksoy)

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, y la relación entre este

quehacer y los paradigmas de

beneficencia-no

maleficencia y autonomía,

de la bioética princi-

pialista, incluyendo a la

justicia distributiva

. En

todos estos ámbitos la mirada es positiva. Sin

embargo, es necesario destacar que, más allá de

sus beneficios, parece importante revisar posibles

inconvenientes y limitaciones que advertimos en

esta herramienta docente.

Un primer riesgo es el derivado de los meca-

nicismos. Antes de ejecutar un determinado pro-

cedimiento y aplicar una bien estudiada cadena

de acciones, es necesario comprender que se está

actuando frente a la expresión dinámica de una

serie de procesos fisiopatológicos. Por lo tanto,

es condición esencial evitar reduccionismos

técnicos y resolver y entender que la aplicación

de las maniobras no es simplemente un recurso

nemotécnico para el estudiante. Tal repetición de

maniobras, sin su revisión y juicio crítico, termi-

na por desconocer el trasfondo biológico que se

está viviendo.

Un segundo riesgo es pensar que los pacientes

son todos similares entre sí y sus problemas pue-

den ser resueltos por una especie de axioma ge-

neral único. Dicha idea debe ser apartada ya que

en cada paciente existe una persona única y, tal

como es sabido, frente a una misma enfermedad

existen diversas formas de reacción. De modo

contrario se consideraría que todas las enferme-

dades son lo mismo en cada persona, como una

especie de modelo universal, lo cual es falso, ya

que según un adagio clínico clásico “más bien

existen enfermos que enfermedades”.

En tercer lugar, no podemos olvidar que la

práctica de modelos de simulación es parte del

proceso de la docencia médica. Educar implica

enseñar y para ello se hace necesaria una condi-

ción esencial, cual es desear adquirir el conoci-

miento para ponerlo en práctica de ahí en más. En

este sentido, un párrafo de Besio y Serani

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expli-

ca mejor lo que decimos:

“Lo esencialmente hu-

mano de esa educación (profesional de la salud)

tiene que ver con la adquisición de habilitaciones

o virtudes que tienen su asiento principal en la

inteligencia y en la voluntad. Y antes en la volun-

tad que en la inteligencia. En efecto, toda cohorte

de condiciones innatas, destrezas adquiridas y

conocimientos ‘acumulados’ serían inoperantes

si las personas que las adquirieron no las ponen

al servicio del bien de los enfermos”

Con ello

queremos decir que lo que debe obtenerse de la

educación con modelos de simulación, no es una

mera suma de operaciones practicadas de modo

automático, basadas en el cumplimiento estricto

de protocolos y flujos de decisión o algoritmos

memorizados. En una forma de educar de tal

naturaleza advertimos el riesgo de un alejamiento

de la relación médico-paciente, que debe rebosar

de humanidad y reflexión, precisamente por la

asimetría que se da en su estructura.

La utilización de modelos debe entenderse a la

manera de una herramienta que facilite la ense-

ñanza, pero en ningún caso puede sustituirla. El

hecho más decisivo es que la técnica estructurada

está pre-diseñada, con muchas soluciones y opera

a la manera de entrenamiento, en una serie de

repeticiones hasta lograr que la técnica se haga

literalmente, “de memoria”.

Conclusión

Pensamos que no hay un conflicto ético con

la docencia por simulación en medicina, muy

por el contrario. En la sociedad actual, se hace

cada vez más necesario la práctica de técnicas

y procedimientos, antes de ponerlos en práctica

con pacientes reales. Existen razones para pensar

e insistir en que hay motivos y fundamentos para

sostener dos concepciones copulativas, esto es,

que la simulación clínica es un bien en la medida

que cumpla su compromiso intrínseco en cuanto

fase preparatoria insustituible a la -igualmente

insustituible- práctica clínica en pacientes reales

en escenarios reales, y que ésta no será apropiada

si lo anterior está ausente.

Una extrañeza moral sería pensar que la técni-

ca es la forma global de enseñar medicina, dejan-

do de lado el contacto con el enfermo de “carne y

hueso”, la mujer parturienta o el paciente que se

encuentra en etapa terminal, ejemplos que ponen

a prueba las mejores virtudes humanitarias del

médico y hacen surgir la verdadera sabiduría en

el arte de acoger y curar.

A. Rojas O. et al.

Rev Chil Enferm Respir 2016; 32: 34-37