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una escena frecuente ver al Dr. Humberto Pinto,

jefe de segunda infancia, asomado a una de las

ventanas del segundo piso de su unidad,

gritándole a la inconfundible figura de Bernardo

Valdés que caminaba rumbo al poli:

- “¡Flacoo! ¿Cómo estaba el sedimento que te

mandé del niño del Schönlein Henoch?”

- Dr. Valdés: “bueno, sin hematuria, así que dalo

de alta y cítamelo al poli”.

Fuí testigo. No me lo contaron.

No había fax, computadores ni Whats App, pero la

comunicación era excelente… y eficiente.

Los temas de mayor interés y discusión eran los

mismos que motivaban el mayor número de

hospitalizaciones. Obviamente el enfrentamiento

no era el mismo. Era usual en aquellos años que a

todos los pacientes con síndrome nefrótico se les

efectuara biopsia renal percutánea, de modo

que el expertizaje en el procedimiento era muy

bueno.

El apoyo histopatológico lo entregaba el

Dr. Guillermo Murray de la Universidad de Chile con

quien eran habituales las reuniones de biopsia,

que se hacían en conjunto con los nefrólogos

de adulto. Inicialmente sólo se disponía de

microscopía óptica a la que a fines de la década

de los

70

se agregó inmunofluorescencia y

posteriormente microscopía electrónica. Durante

los primeros años también se contó con el apoyo

del Dr. Rosemberg, del Servicio de Anatomía

Patológica de la Universidad Católica.

Para los problemas urológicos se contaba con

el apoyo de los urólogos del Hospital Calvo

Mackenna y del Roberto del Río.

A fines de los

60

y comienzos de los

70

se

comienza a trabajar en conjunto con el Laboratorio

de Investigaciones Pediátricas que dirigía el

Dr. Fernando Monckeberg y luego del

72

, cuando el

Dr. Monckeberg y su equipo se fueron para formar

el INTA, continúa con el Dr. Francisco Beas.

Allí, junto con el Dr. Alejandro Maccioni Seisdedos,

(posteriormente Jefe de Servicio de Pediatría,

Profesor y Maestro de varias generaciones de

pediatras) se monta una serie de técnicas para

iniciar el estudio de las tubulopatías y de las

genopatías con compromiso renal.

Junto con la nutrida labor asistencial, se hace

docencia a los alumnos del curso de pediatría.

El Dr. Silva, hipertenso, debe retirarse del Hospital

por una grave complicación de su enfermedad

en el año

1973

.

La nefrología infantil del Hospital queda entonces

a cargo de médicos de la Universidad de Chile; los

Drs. BernardoValdés y JorgeWeinberger, nefrólogos

y a la sazón docentes del Departamento de

Medicina Experimental de la Universidad, asumen

la labor asistencial, viéndose apoyados por la

llegada del Dr. Fortunato Bozzo (inventor de un

ingenioso recolector de vidrio para toma de

muestras de orina, actualmente en desuso) y

del Dr. Jorge Morales Barría que traslada

transitoriamente sus horas universitarias desde

el Barros Luco-Trudeau al área central.

Fueron años difíciles aquellos que se sucedieron

después de Septiembre del

73

.

En todas las áreas de la medicina hubo limitación

de contratos, las posibilidades de especialización

en el extranjero se vieron absolutamentemermadas

y el acceso a los nuevos conocimientos se dificultó

por la disminución de subscripciones a revistas

médicas.

Sólo el año

1977

y por inquietud e insistencia del

Dr. Maccioni, se logra dos cargos de

22

horas

destinados a nefrología infantil y que son

ocupados por dos excelentes post becados del

servicio, la Dra. Carmen Alvarado González y el

Dr. Nicolás González Toro.

Al cabo de muy poco tiempo, el Dr. González que