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Repasar con la madre los cuidados básicos en la

limpieza del cordón umbilical y la piel del niño

(algo que por elemental para el equipo médico,

podríamos caer en la tentación de obviar),

puede resultar de una importancia vital, al evitar

el riesgo de una posible infección dérmica. El

pediatra debe insistir y en lo posible usar el efecto

demostraciónpara enseñar a lamadreo cuidadora

la adecuada técnica de cuidado y aseo umbilical.

Resulta imprescindible, comprobar que un niño

(a cualquier edad) reciba una alimentación

completa, incluidos suplementos de vitaminas

y oligoelementos que requiera y que mejorarán

su calidad de vida a futuro. Solemos recordar, las

vitaminas y el hierro del lactante, sin embargo,

olvidamos el Zinc en niños con factores de riesgo

(particularmente prematuros) y el calcio en los

niños mayores. En el caso que el niño o la

familia haya optado por regímenes especiales

relacionados con dietas macrobióticas o

vegetarianas estrictas, respetar su decisión,

advertirles de los riesgos potenciales y

complementar su dieta con los nutrientes

deficitarios.

Consistentemente con eso y junto al control de

pesoytallainherenteatodocontrolsano,debemos

cuidar a cualquier edad la alimentación del niño,

con el fin de prevenir las principales patologías

crónicas del adulto: síndrome metabólico del

niño y del adulto, obesidad, hipertensión arterial

y diabetes. Recomendar ejercicios o deportes de

acuerdo a la edad del niño o requerir la asesoría

de especialistas en ese campo, es también una

de las funciones del pediatra. Actualmente, estos

son los temas donde más se está haciendo

hincapié en que la prevención en la infancia

resulta en una mejor calidad de vida en

el adulto. Evitar intervenciones tardías, de

prevención secundaria o terciaria, de alto costo,

bajo rendimiento y que además producen un

importante daño en la autoestima del niño

y adolescente.

Considerar mitos y costumbres de la sociedad

donde uno vive, desechándolos o adaptándolos

para que no resulten perjudiciales a los pacientes

es también una de las formas en que podemos

prevenir daño. Una cinta roja cocida o adherida

con velcro a la ropa puede resultar mucho

menos peligrosa que adherida con un alfiler

de gancho. Recordar insistentemente que la

aspirina o el paracetamol no debe usarse en los

niños después del baño porque no impide que

se resfríen, hará finalmente eco en los oídos de

padres más jóvenes y menos influenciables por

las generaciones antecesoras. Particularmente

en los ambientes rurales y suburbanos desechar

costumbres potencialmente perjudiciales como la

quebradura de empacho o el “santiguamiento”,

dado que aparte de los riesgos que ella implica,

puede postergar la oportunidad de la consulta.

En la medida en que el niño crece, comentar con

los padres sus necesidades de descubrimiento

del mundo y adelantarnos a ellas, mediante

cartillas de prevención de accidentes, resulta

siempre una conducta sana.

Antes de que el niño empiece a caminar, ¿Hemos

desacreditado lo suficiente el uso del “andador”?.

Más de

8.000

accidentes anuales graves se

registran en Estados Unidos relacionados con el

andador, existiendo claras recomendaciones de

evitar su uso por la Sociedad Chilena de Pediatría

y la Sociedad de Traumatología y Ortopedia.

¿Sabemos si vive en una casa de uno o dos

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