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03 Julio 2017

Presiones cíclicas que benefician al cerebro

Los efectos en el flujo sanguíneo generados al caminar resultan claves para el óptimo funcionamiento de este órgano. La actividad produce un ritmo optimizado de la circulación, que supera las ventajas de correr.

Cuando de caminar se trata, múltiples investigaciones llegan a la misma conclusión: es uno de los mejores ejercicios que se pueden realizar. Al incorporar esta simple actividad a la rutina diaria, idealmente 30 minutos y cada vez a un ritmo de mayor exigencia, los beneficios corporales crecen paulatinamente.

Se reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares hasta en un 27 por ciento; disminuye la incidencia de diabetes tipo 2, asma y algunos tipos de cáncer; acelera el metabolismo y se queman calorías, lo que ayuda a mantener un peso equilibrado, con mayor masa y tono muscular; previene la osteoporosis e incluso mejora la actividad sexual.

De acuerdo a un trabajo publicado en la revista Archives of Internal Medicine de junio de 2003, caminar estaría asociado a una reducción del 34 a 39 por ciento de las muertes por cualquier causa.

En cuanto a la salud mental, estudios han revelado que una de cada 14 personas mayores de 65 años y una de cada seis mayores de 80, tienden a sufrir de demencia. Media hora de caminata diaria puede evitar la contracción del cerebro y así preservar la memoria a medida que pasan los años. El riesgo de demencia se reduce hasta en un 40 por ciento, mientras que expertos también lo recomiendan para prevenir y tratar la depresión.

En este sentido, en el marco de la reunión anual de la Sociedad Fitopatológica Americana en Biología Experimental, llevada a cabo recientemente en Chicago (Estados Unidos), un grupo de científicos pertenecientes a New Mexico Highlands University (NMHU) de Las Vegas, ahondaron en las ventajas de caminar para el cerebro y describieron su mecanismo de acción.

Los investigadores encontraron que el impacto del pie durante la caminata envía ondas de presión a través de las arterias que modifican significativamente y pueden aumentar el suministro de sangre al cerebro.

Hasta hace poco, se pensaba que el flujo sanguíneo cerebral (CBF, por sus siglas en inglés) era involuntariamente regulado por el cuerpo y resultaba relativamente poco afectado por los cambios en la presión sanguínea causados por el ejercicio o el esfuerzo. El equipo de investigación de la NMHU y otros encontraron previamente que el impacto del pie cuando se corre (4-5 fuerzas G) causaba impactos significativos relacionados con el retroceso (flujo hacia atrás) de las ondas a través de las arterias que se sincronizan con la frecuencia cardiaca y velocidad para regular dinámicamente la circulación de la sangre al cerebro.

Los científicos utilizaron un dispositivo de ultrasonido no invasivo para medir la velocidad de las ondas de la sangre de la arteria carótida interna y los diámetros arteriales para calcular el CBF hemisférico a ambos lados del cerebro de 12 adultos jóvenes sanos durante el reposo, erguidos y caminando (a una velocidad de 1 metro/segundo). Fue así como descubrieron que, si bien hay un impacto más ligero del pie al caminar que al correr, lo primero produce ondas de presión más grandes en el cuerpo que elevan perceptiblemente el suministro de sangre al cerebro. 

“Nuevos datos ahora sugieren fuertemente que el flujo sanguíneo del cerebro es muy dinámico y depende directamente de las presiones aórticas cíclicas que interactúan con los pulsos de presión que surgen de los impactos en el pie. Hay efectos hemodinámicos continuos en el flujo sanguíneo del cerebro humano por caminar y correr. Especulativamente, estas actividades pueden optimizar la perfusión cerebral, la función y el sentido general de bienestar durante el ejercicio”, comentó el doctor Ernest R. Greene, quien encabezó el trabajo. Lo sorprendente, agregó, “es que nos llevara tanto tiempo medir finalmente estos efectos hidráulicos obvios en el flujo sanguíneo cerebral”.

“Hay un ritmo optimizado entre el flujo sanguíneo del cerebro y andar. Las tasas de los pasos y sus impactos del pie están dentro del rango de nuestras frecuencias cardiacas normales (alrededor de 120/minuto), lo que finalmente potencia el proceso y acarrea muchos más beneficios”, coinciden los investigadores de la NMHU.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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