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01 Enero 2018

El espíritu navideño bajo revisión científica

Un equipo de neurólogos de la Universidad de Copenhague realizó, con total pulcritud metodológica, un estudio que identificó las zonas cerebrales que se sobreactivan en la celebración de fin de año.

El 2 de marzo de 1904 nació en Springfield (Massachusetts, Estados Unidos), Theodor Seuss Geisel, conocido mundialmente como Dr. Seuss. Sin embargo, se trata solo de un seudónimo, uno de varios que tuvo, porque su vida transitó por un camino muy diferente al de la medicina. Falleció a los 87 años en California, a consecuencia de un agresivo cáncer bucal, probablemente originado por su hábito tabáquico. Sin embargo, eso no está del todo claro. Es más, se dice que este famoso escritor y caricaturista se propuso dejar de fumar adoptando un enfoque bastante lúdico, propio de su forma de ser y sus obras literarias. Llenó su pipa con tierra y plantó semillas de fresa en ella, y así, cuando sentía ganas de fumar, en lugar de hacerlo regaba su pipa con un cuentagotas.

Uno de sus trabajos más notables es ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!, sátira publicada en 1957 donde se critica la Navidad, o más bien el sentido comercial que la rodea. Su protagonista principal es el Grinch, un extraño y ficticio personaje con un cuerpo aparentemente humano, piel verde, ojos amarillos con pupilas rojas, dientes amarillos y un rostro que podría ser de gato. Es ermitaño, gruñón y odia la Navidad, al punto de vestirse como Santa Claus para robar los regalos propios de la fecha. Al final del libro, el rencor deja su corazón, convirtiéndose en el ícono de la festividad, aunque nunca parece estar completamente convencido. Más tarde la historia fue adaptada para el cine.

La publicación no solo pone en entredicho el verdadero sentido de esta celebración del mundo cristiano, sino que el espíritu navideño que “aflora” cada 25 de diciembre. Pues bien, esto último fue materia de estudio de un grupo de investigadores y aunque sus resultados datan de 2015, es oportuno revisarlos.

“Millones de personas son propensas a mostrar deficiencias en el espíritu de la Navidad”, comentaron los científicos de Dinamarca, refiriéndose a la existencia del “Síndrome de bah humbug”, en alusión a Ebenezer Scrooge, otro magnífico personaje navideño, obra de Charles Dickens. Él era un amargado y usurero anciano que, al igual que el Grinch, detestaba la Navidad. La exitosa novela es de 1843 y se titula “Cuento de Navidad”.

“La localización exacta del espíritu navideño es un primer paso fundamental para ser capaz de ayudar a este grupo de individuos y, de paso, comprender la función del cerebro en las tradiciones culturales festivas”, agregaron. ¿Cómo lo hicieron?, mediante imágenes de resonancia magnética, y las conclusiones se divulgaron en una edición especial del British Medical Journal (BMJ). Dicho examen mide los cambios en la oxigenación de la sangre y el flujo que se produce en respuesta a la actividad neuronal. Con esta información se pueden dibujar mapas de activación que dejan en evidencia los sectores del cerebro que intervienen en un determinado proceso mental. 

El equipo, perteneciente a Rigshospitalet, un hospital afiliado a la Universidad de Copenhague, reclutó a veinte personas para dar curso al experimento. La mitad de ellos celebraba la Navidad y la otra evidentemente no.

Cada participante fue monitorizado mientras observaba 84 imágenes con gafas de vídeo. Las imágenes se visualizaban durante dos segundos, y después de seis consecutivas con un tema navideño, había otras seis con motivos cotidianos, ajenos a la celebración. 

Los resultados mostraron que cinco partes del cerebro respondían a las imágenes relacionadas con las fiestas de una forma mucho mayor en el caso del grupo “a favor”, en comparación a los que estaban “en contra”.

Estas áreas incluyen la corteza motora primaria y la corteza premotora, el lóbulo parietal superior, el lóbulo parietal inferior y la corteza somatosensorial primaria. Se trata de zonas asociadas a la espiritualidad, los sentidos somáticos y el reconocimiento de emociones faciales, entre otras muchas funciones. Por ejemplo, los lóbulos parietales izquierdo y derecho desempeñan un papel en la autotrascendencia, un rasgo de la personalidad vinculado con la predisposición a la espiritualidad.

Además, la corteza premotora frontal es importante para experimentar emociones compartidas con los demás mediante la duplicación o la copia de su estado corporal, y las neuronas espejo del córtex premotor incluso responden a la observación de las acciones de ingestión por la boca.

El estudio, si bien puede cuestionarse en cuanto a su impacto, se llevó a cabo con total pulcritud metodológica. “Aunque alegres e intrigantes, estos resultados deben ser interpretados con cautela. Algo tan mágico y complejo como el espíritu navideño no puede ser completamente explicado por la actividad cerebral detectada”, finalizaron los científicos. En lo último, sí podría existir consenso.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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