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16 Marzo 2020

Dr. Eugenio Olea Becerra:

“No se debe normalizar la depresión como parte del envejecimiento”

La enfermedad afecta a 350 millones de personas a nivel global, es la principal causa de discapacidad y constituye un trastorno prioritario en el adulto mayor. Paraguay es uno de los países más comprometidos en Latinoamérica.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la prevalencia de la depresión alcanza al 9,5% de la población, afectando a más de 350 millones de personas, constituyéndose no solo una enfermedad prioritaria a nivel geriátrico e infanto-juvenil, sino que también en la principal causa de discapacidad.

Se le considera una alteración patológica del estado del ánimo, con reiterados episodios de tristeza aguda, acompañada de diversos síntomas y signos de tipo vegetativo, emocionales, cognitivos y conductuales que modifican los ritmos vitales, persistiendo por tiempo prolongado.

Su etiología se explica por factores genéticos, bioquímicos y psicológicos, mientras que su diagnóstico en ocasiones es incierto, subestimado y atribuido a estados pasajeros, lo que dificulta un abordaje oportuno. Lo anterior, sumado a la estigmatización y escasa adherencia terapéutica provoca el aumento de nuevos casos.

La Organización Panamericana de la Salud ha puesto en alerta a varios países de la región, particularmente a Paraguay, ya que encabeza la cantidad de años perdidos por discapacidad a causa de este problema al exhibir un 9,4% del total. En el país se destina apenas el 1,8% del presupuesto de salud al manejo de los trastornos mentales, lejos del 5% que recomienda la OMS.

“Se trata de un estado de ánimo triste que persiste más allá de su causa, en que el paciente pierde el interés, incluso de vivir, sintiéndose incapaz de realizar sus actividades cotidianas. Junto a ello, aparecen una serie de otros síntomas, como alteraciones del sueño y apetito que interfieren con la calidad de vida”, explica el doctor Eugenio Olea Becerra, psiquiatra y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y miembro de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile.

El especialista se refirió a las características del paciente geriátrico y a la necesidad de no normalizar esta patología como parte del proceso de senescencia. “La depresión debe ser un llamado a tomar atención para conocer qué es lo que ocurre en el entorno del paciente mayor, pues existe todo un componente biopsicosocial que favorece su aparición”.

- Doctor, ¿podría explicar cómo surge este trastorno en el adulto mayor?

La depresión es una patología mental que afecta severamente el estado de ánimo, donde los sentimientos de tristeza, pérdida y frustración interfieren con la vida de las personas. En el caso de los pacientes de la tercera edad, es un problema bastante generalizado, pero no corresponde a un proceso natural del envejecimiento, por lo tanto, no se debe normalizar y creer que es algo que, eventualmente, ocurrirá con el tiempo. En este grupo requiere de toda nuestra atención, pues si bien como profesionales ya conocemos bastante sobre ella, existe toda una multidimensionalidad etiológica asociada, lo que representa un desafío en su abordaje. Tenemos el deber de conocer en mayor profundidad el contexto del paciente para ofrecerle el mejor tratamiento posible.

- Existen causas específicas que podrían incrementar la probabilidad de padecerla…

En el adulto mayor los cambios en la vida pueden aumentar el riesgo de depresión o llevar a que esta empeore. Y en esta etapa ocurren ciertas vivencias o experiencias que podrían gatillarla de manera más fácil, entre ellas está el momento en que los hijos dejan el hogar, cuando el cónyuge o algún amigo cercano muere, cuando hay una evidente pérdida de la independencia. Todo esto va ligado a un factor más emocional, pero la depresión también está relacionada con la enfermedad de Parkinson, accidente cerebrovascular, cáncer y Alzheimer. Respecto a esta última, el 20% de los pacientes con esta patología tiene depresión, y en estos casos es de vital importancia abordarla, ya que aumenta el riesgo de muerte, así como también incrementa la invalidez de cualquier otra afección y retarda la mejoría. Si uno no trata la depresión, puede interferir con la adherencia a las terapias y aumentar el costo de salud hasta en un 50% más que en adultos mayores no deprimidos.

- ¿Cómo es la salud del paciente depresivo?

Es complicada, porque las personas depresivas son más sedentarias, fuman más y comen en exceso, por lo tanto, aumenta el riesgo de diabetes y enfermedad cardiovascular. Y existe una especie de círculo vicioso, pues un estudio realizado en Estados Unidos evidenció que sus síntomas reducen la posibilidad de dejar de fumar. Por otra parte, también se ha reportado que tales pacientes tienden a seguir con menor rigurosidad las recomendaciones entregadas por los médicos, abandonando prematuramente el tratamiento farmacológico, planes de alimentación y pautas de ejercicio.

- ¿Qué criterios se consideran al momento de diagnosticar depresión en la tercera edad?

Se puede sospechar cuando estamos frente a un paciente con alteración del sueño, con interés disminuido por las cosas, con sentimientos de culpa o remordimiento, que posee estado del ánimo bajo, cuando hay una disminución de la energía o fatiga constante, frente a problemas de concentración o de memoria, cuando hay trastorno del apetito, pérdida o ganancia de peso, agitación o retardo motor, y cuando existen ideas suicidas y pensamientos de muerte. 

- Muchas veces se tiende a confundir con demencia…

Eso es cierto, y por ende es importante establecer las diferencias. Cuando hablamos de depresión existe un inicio bien definido, evolución rápida, antecedentes, hay deterioro cognitivo, escaso esfuerzo en las tareas diarias, mal funcionamiento de la memoria global y autoreproches. En cambio, la demencia posee un inicio insidioso y de evolución lenta, incluso de años, no necesariamente necesita de antecedentes, las quejas son escasas, existe deterioro de la memoria, hay un intento por justificar los fallos y está asociada a atrofia cerebral. Sin embargo, como dije anteriormente, quiero recalcar que la depresión en el anciano no es parte del envejecimiento normal.

- ¿Existen alternativas no farmacológicas complementarias?

Siempre es bueno acompañar la terapia con otras herramientas como, por ejemplo, llevar una dieta balanceada, una buena hidratación, hacer ejercicio, consumir menos alcohol, tener un soporte familiar positivo, promover la autonomía, ser creativo, practicar manejos alternativos y mantener una psicoeducación constante. También está todo lo que tiene relación con la terapia electroconvulsiva, estimulación vagal y la luminoterapia. Todas ellas podrían contribuir al bienestar del paciente mayor con sintomatología depresiva.

Por María Ignacia Meyerholz

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