Las personas que viven en zonas desfavorecidas tienen más probabilidades de dormir mal
Casi un tercio declararon dormir menos (24,7%) o más (7,7%) de lo recomendado para su edad. La incidencia del sueño más corto o más largo aumentó con la privación social y varió con el origen étnico.
A medida que aumenta la edad, el sueño de los adultos se reduce en duración y experimenta profundos cambios estructurales, como la reducción de ondas lentas y el aumento de la vigilia nocturna. Aunque la cantidad necesaria para mantener el funcionamiento también se reduce con la edad, esto no concuerda con la incidencia de trastornos del sueño.
Dormir inadecuadamente tiene claras consecuencias para la salud, y se ve profundamente influida por las desigualdades sociales. Los metaanálisis sugieren que sus problemas están sujetos a un "gradiente social". Aunque estas revisiones integradoras son útiles, los estudios en los que se basan tienen tamaños de muestra que suelen ser demasiado pequeños para cuantificar simultáneamente los efectos independientes de los muchos factores potenciales que contribuyen a la desigualdad social, a menudo se concentran en ciudades o regiones concretas y solo en las principales etnias que viven en ellas y varían de forma poco útil en cuanto a lo que se considera un sueño adecuado.
Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Nottingham Trent y la Universidad de Roehampton (UK), exploró los datos del UKBiobank de unas 500.000 personas de entre 40 y 69 años. Analizaron informes sobre problemas de sueño, como dormir demasiado o poco para su edad; despertarse por la noche; hacerlo muy pronto; roncar; somnolencia diurna; y dificultad para ponerse en marcha por la mañana.
Estos datos se combinaron en un Índice de Sueño Problemático, lo que permitió cuantificar la influencia individual y combinada de una amplia gama de características que se cruzaron con la riqueza personal, incluidos los ingresos del hogar y la propiedad, el grupo étnico, el empleo, la educación y la información sobre la privación social.
Casi un tercio de los participantes declararon dormir menos (24,7%) o más (7,7%) de lo recomendado, dos factores asociados a un mayor riesgo de mortalidad. La incidencia del sueño más corto o más largo aumentaba con la privación social y variaba con la etnia.
Los resultados también mostraron que el hecho de despertarse durante la noche, la probabilidad de dormir durante el día, la dificultad para levantarse por la mañana y los ronquidos se ven afectados por el origen étnico del encuestado y el grado de privación social en el que vive.
Los blancos (82,4%) consideran que es más fácil levantarse por la mañana que los negros (74,4%), asiáticos (73,5%) o mestizos (74,2%).
A las personas que viven en zonas desfavorecidas les resulta más difícil levantarse por las mañanas, y es más probable que duerman la siesta durante el día y se despierten en mitad de la noche.
Mientras que tener un empleo o estar jubilado se asocia con un mejor sueño, no ocurre lo mismo con no poder trabajar o estar desempleado, y las personas de raza negra y las que viven en zonas desfavorecidas son las que peor duermen en general.
Los que mejor duermen son los hombres, jóvenes, acomodados, con estudios universitarios, que viven con otras personas en su propia casa y en la que han vivido durante algún tiempo, con ingresos elevados, varios vehículos y un trabajo de larga duración.
El Índice de Sueño Problemático, que combina todos los problemas de sueño estudiados en una sola medida, puede ser utilizado por los equipos de atención sanitaria de la comunidad para identificar a las personas y familias que viven en lugares dentro de determinadas zonas postales donde puede ser necesario un apoyo específico para problemas de sueño concretos.
