La música como reserva cognitiva del cerebro
Aprender un nuevo idioma o tocar un instrumento tiene un impacto positivo en el envejecimiento del órgano y su relación con la función cognitiva.
Desde la aparición del artículo de Bialystok, Craik y Freedman, "Bilingüismo como protección contra la aparición de los síntomas de la demencia" (2007), que informaba de los efectos protectores de este y de por vida, en la aparición de los síntomas de la patología y el papel de la reserva cognitiva, ha habido un gran número de artículos dedicados a este tema, que ha dado lugar a un sólido conjunto de investigaciones que han examinado este fenómeno. Hay una serie de análisis que apuntan al papel que desempeña la reserva cognitiva en los músicos, que se asemeja a los trabajos sobre el bilingüismo de manera significativa.
Mientras que el envejecimiento normal produce tendencias de disminución de la integridad de la materia blanca, la investigación sobre la reserva cognitiva del cerebro sugiere que las actividades sensoriomotoras complejas a lo largo de la vida pueden demorar o invertir estas tendencias.
Un equipo de investigadores de Duke, dirigido por la neurocientífica cognitiva Edna Andrews, cree haber encontrado una solución sólida y a largo plazo para contrarrestar este declive y prevenir las patologías de un cerebro que envejece. Su enfoque no requiere un procedimiento invasivo o alguna intervención farmacológica, solo un buen oído, algunas partituras y tal vez un instrumento o dos.
El equipo de Andrews se centró en las mediciones de la integridad de la materia blanca mediante una técnica avanzada de resonancia magnética conocida como imagen de tensor de difusión, para ver en qué estado se encuentra.
Animada por su experiencia vital como músico y compositora profesional, quería comprobar si la actividad musical a lo largo de la vida podía aumentar la integridad de la materia blanca a medida que se envejecía. Así, plantearon la hipótesis de que la práctica de la música aumentaría la integridad de la materia blanca en ciertos tramos de fibra relacionados.
Para lograr este objetivo, ella y su equipo escanearon los cerebros de ocho músicos de edades comprendidas entre los 20 y los 67 años. Estos músicos dedicaban una media de tres horas diarias a la práctica y habían acumulado años de experiencia interpretativa. Después de colocar a los participantes en la máquina de resonancia magnética, los investigadores utilizaron imágenes de tensor de difusión para calcular los valores de antisotropía fraccional de ciertos tractos de fibras de materia blanca. Un valor de más alto significaba una mayor integridad y, en consecuencia, una mayor reserva cerebral cognitiva. Luego, observaron los valores en dos tractos de fibras: el fascículo longitudinal superior y el fascículo uncinado, basándose en su relevancia para la musicalidad.
Tras analizar los valores de anisotropía mediante regresión lineal, observaron una clara correlación positiva entre la edad y la anisotropía fraccional en ambos tractos de fibras. Estas tendencias eran visibles en los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro. Dicha observación corroboró su hipótesis, sugiriendo que la práctica musical de alto nivel puede aumentar la reserva cerebral cognitiva a medida que se envejece.
Estos hallazgos amplían la literatura existente sobre las alternativas en el estilo de vida que pueden mejorar la salud del cerebro más allá de la dieta y el ejercicio. Aunque son más exigentes, los cambios neurológicos resultantes de la adquisición y el mantenimiento de las capacidades lingüísticas y musicales tienen el potencial de perdurar más tiempo en el ciclo vital.
