Grasa dietética: de enemiga a amiga
Una alimentación rica en ácidos grasos insaturados y baja en hidratos de carbono podría conferir importantes beneficios para la salud.
Durante décadas, el asesoramiento dietético se basó en la premisa de que la ingesta elevada de grasas causa obesidad, diabetes, enfermedades cardíacas y posiblemente cáncer. Recientemente, la evidencia de los efectos metabólicos adversos de los carbohidratos procesados ha llevado a un resurgimiento del interés en dietas bajas en glúcidos y cetogénicas con alto contenido de grasa. Sin embargo, algunos sostienen que la cantidad relativa de lípidos y carbohidratos en la tiene poca relevancia para la salud y que, en su lugar, se debe prestar atención a las fuentes.
Con el objetivo de dilucidar este problema, investigadores liderados por David S. Ludwig de la Universidad de Harvard, han resumido la evidencia científica que relaciona el tipo de dieta con la aparición de distintas enfermedades. El estudio consideró la calidad de los ácidos grasos e hidratos de carbono y 2 posibles ambientes nutricionales: un régimen rico en carbohidratos pero bajo en grasas y la ingesta alta en ácidos grasos y escaso en azúcares.
Según los resultados recopilados en esta revisión, se observa que un consumo excesivo de lípidos causaría un estado inflamatorio que favorecería la aparición de obesidad y diabetes. También, alteraría la expresión génica y la síntesis de ácidos biliares, los que pueden potenciar la tumorogénesis. Sin embargo, la dieta cetogénica, en la que los aportes energéticos provienen de grasas y proteínas en desmedro de los glúcidos, se asocia con relevantes ventajas para la salud. Además, las pruebas indican que la ingesta elevada de azúcares refinadas promueve alteraciones metabólicas y que la pérdida de peso más importante se lograría al reducir la ingesta de glúcidos, mas no de ácidos grasos. En cuanto al reemplazo de grasas saturadas por las insaturadas se observa que este cambio es beneficioso para disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
En suma, la proporción óptima de carbohidratos en la dieta para el tratamiento de la obesidad y la prevención de enfermedades crónicas ha sido un tema de debate durante décadas, a menudo generando más controversias que soluciones. Por supuesto, cualquier evaluación significativa del impacto de una dieta en la salud debe ir mucho más allá de la cantidad de macronutrientes, e incluir los innumerables aspectos cualitativos de los alimentos y sus combinaciones, las que influyen en la respuesta hormonal, expresión génica y las vías metabólicas. Además, otra complicación existente es la probabilidad de que las diferencias biológicas inherentes o adquiridas entre individuos o poblaciones, especialmente las relacionadas con la homeostasis de la glucosa, afecten la respuesta a dietas específicas.
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