Comer carne alargaría la esperanza de vida
La asociación entre una dieta basada en plantas y la prolongación de la vida se ha puesto en entredicho, ya que puede basarse en la falta de datos representativos, y en el no descarte de las variables de confusión.
La esperanza de vida al nacer es la medida que describe sintéticamente la mortalidad de una población. Se calcula que el 20-30% está determinada por factores genéticos y el 70-80% por factores ambientales. La nutrición ofrece los medios para mejorar la salud y el bienestar y actúa como un importante factor predictivo del envejecimiento saludable, por lo que aparece como uno de los principales determinantes de esta.
Desde el Paleolítico, el consumo de carne ha constituido parte de la dieta de los homínidos y se argumenta que su ingesta, como componente de alta calidad, permitió aumentar el tamaño del cuerpo y del cerebro y reducir el tamaño del tracto gastrointestinal, lo que produjo la relación peso del cerebro/peso del cuerpo típicamente humana.
Investigadores de la Universidad de Adelaida (Australia) descubrieron que el consumo de energía procedente de los cultivos de hidratos de carbono (cereales y tubérculos) no conduce a una mayor esperanza de vida y que el consumo total de carne sí, independientemente de los efectos competitivos de la ingesta total de calorías, la riqueza, la urbanización, educación y obesidad.
El estudio examinó los efectos generales sobre la salud del consumo total de carne- blancas y rojas- en más de 170 países de todo el mundo basados en los datos publicados por las agencias de las Naciones Unidas demostrando que la ingesta de carne se asocia positivamente con la esperanza de vida. Las razones subyacentes pueden ser que este alimento no solo proporciona energía, sino también nutrientes completos al cuerpo humano. Desde el punto de vista evolutivo, la carne ha sido un componente indispensable en la dieta durante millones de años, lo que se ha evidenciado genéticamente por las enzimas que la digieren y la anatomía del tracto digestivo.
En la investigación se consideraron como unidades las poblaciones de todo el mundo (que representan aproximadamente el 90% de los seres humanos existentes) y por tanto, no se estudió una "muestra", sino prácticamente toda la población. Esto tuvo la ventaja de superar los sesgos habituales en los estudios de tamaño de muestra limitado.
En su escrito, el grupo de investigación sostiene que la ingesta de carne, o su sustitución adecuada, debería incorporarse a la ciencia nutricional para mejorar la esperanza de vida del ser humano.
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