Epidemiología
La actividad física atenúa la predisposición a la obesidad
Se ha demostrado previamente, por estudios de asociación de genoma completo (genome-wide association studies [GWAS]), que varios loci genéticos son capaces de aumentar la susceptibilidad a la obesidad de manera acumulativa. Sin embargo, no se sabe en qué medida esta propensión genética pueda ser moderada por un estilo de vida físicamente activo.
Docentes de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), evaluaron la influencia de un estilo de vida físicamente activo en la predisposición genética a la obesidad a través de un estudio poblacional. Se determinó el genotipo de 12 SNP ubicados en loci que predisponen al sobrepeso en una muestra poblacional de 20.430 personas (de 39-79 años), con un período de seguimiento promedio de 3,6 años. Se calculó una puntuación de predisposición genética para cada individuo mediante la adición de alelos que aumentan el índice de masa corporal (IMC) y la actividad física se analizó mediante un cuestionario auto-administrado.
Cada alelo se relacionó con un aumento de 0.154 (error estándar [EE] 0,012) kg/m2 (p = 6,73 x 10-37) en el IMC (equivalente a 445 g en el peso corporal de una persona de 1,70 metros de altura). Esta asociación fue significativamente (p = 0,005) fuerte en las personas inactivas (0,205 [0,024 EE] kg/m2 [p = 3,62 × 10-18; 592 g de peso]) respecto a la población activa (0,131 [EE 0,014 kg]/m2 [p = 7,97 × 10-21; 379 g de peso]). Del mismo modo, cada alelo adicional aumentó el riesgo de obesidad 1,116 veces (intervalo de confianza del 95% [IC] del 1,093-1,139, p = 3,37 × 10-26) en toda la población, pero disminuyó significativamente (P = 0,015) en personas inactivas (riesgo [R] = 1,158 [IC del 95%: 1,118-1,199, p = 1,93 × 10-16]) en comparación a individuos activos (R = 1,095 (IC del 95%: 1,068-1,123, p = 1,15 × 10-12]). De acuerdo con otras observaciones, la actividad física modificó la asociación entre predisposición genética y el IMC durante el seguimiento (p = 0,028).
Finalmente, este estudio demuestra que un estilo de vida físicamente activo se asocia con una reducción del 40% en la predisposición genética a la obesidad, según las estimaciones del número de alelos de riesgo ubicados en 12 loci recientemente identificados.
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