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25 Abril 2016

El poder del querer en la ciencia

El fallecimiento de un amigo íntimo de su familia a causa de un cáncer de páncreas hizo al joven Jack Andraka idear un método de detección precoz de este carcinoma, ampliable para el de ovarios y pulmón. ¿Cómo lo consiguió? Aquí la historia.

Entre los siglos XVI y XVII la filosofía y las ciencias estuvieron marcadas por dos corrientes opuestas: el racionalismo y el empirismo que, complementándose una con otra dieron forma al pensamiento científico moderno de las ciencias naturales.

Fue justamente en ese período cuando surge la figura de Francis Bacon, un sobresaliente filósofo, político y escritor de origen inglés que logró romper con el dominio de la filosofía racionalista, para dar con los primeros pasos de la concepción empirista. 

Él fue quien dijo que “sólo con la ciencia puede el hombre llegar a dominar la naturaleza”. Para eso creó un método científico en oposición al método puramente metafísico, especialmente aristotélico. La idea era que esta nueva forma de investigar, reconstruyera todas las ciencias eliminando toda clase de especulación y basándose sólo en la experiencia y en la observación científica, pues sólo ahí se encontraba “la fecundidad de la ciencia”.

Este nuevo órgano (novum organum), como llamó a su método, se debía aplicar al conocimiento de la naturaleza en dos fases: una de experiencia, que presentaba dos momentos: el de observación y el de experiencia propiamente dicha; y finalmente la fase de elaboración teórica, que se lleva a cabo en base a la inducción científica.

El método baconiano aportó dos cosas nuevas: un procedimiento para hacer inducciones graduales y progresivas, junto con un método de exclusión. Pero para muchos, su contribución más importante fue su insistencia en que el conocimiento científico no sólo conduce a la sabiduría, sino también al poder y que la mejor ciencia es la que se institucionaliza y se lleva a cabo por grupos de investigadores, en contraste con la que permanece privada y es el resultado del trabajo de individuos aislados.

Es probable que este espíritu, el de “querer es poder”, dé que hablar en 500 años más, cuando en la historia de la medicina se hable de Jack Andraka, un curioso y persistente joven investigador estadounidense que tiene revolucionada la ciencia actual. 

Cuando Jack tenía 13 años, un amigo cercano de su familia, que era como un tío para él, falleció a causa de un cáncer de páncreas. No entendiendo por qué la enfermedad rondó tan cerca a su familia fue a buscar respuestas donde gran parte de las personas que habitan este planeta lo hacen en la actualidad: Internet.

Como era de esperar encontró muchísima información, pero la que más lo impactó fue que el 85 por ciento de los casos de cáncer pancreáticos se diagnostican muy tarde, cuando queda una probabilidad de sobrevivencia cercana a un dos por ciento. Es decir, cuando ya todo está prácticamente perdido.

¿Por qué ocurría esto?, para Jack la respuesta estaba en que las técnicas que usa la medicina actual para detectar este problema superan los 60 años de antigüedad. Además de ser antigua, es tremendamente costosa y, como si fuera poco, inexacta: no detecta más del 30 por ciento de los casos. Por otro lado, es un examen que no se pide regularmente y sólo depende de la suspicacia del especialista. 

Este joven, elegido por la revista TIME como una de las 30 personas menores de 30 que están cambiando el mundo, pensó que era necesario crear un "sensor" que detectara precozmente este problema. Éste debía contar con ciertos requisitos: ser de bajo costo, rápido, simple, sensible, selectivo y mínimamente invasivo. 

Encontró online un artículo publicado en la revista PLOS Medicine (PLoS Med. 2009 Apr; 6(4): e1000046.) que enumeraba ocho mil proteínas presentes en el cáncer de páncreas. Se propuso como segundo paso identificar cuál de ellas podría actuar como biomarcador. Descubrió que la mesotelina se disparaba en las etapas tempranas, cuando los pacientes tienen 100 por ciento de posibilidad de sobrevivir. 

Ahora la tarea era ver de qué manera podía detectar la mesotelina. Mientras leía a escondidas durante unas clases de biología en su escuela de Maryland un artículo de la revista Science sobre los nanotubos de carbono, unas estructuras con un grosor equivalente al 0,00002 por ciento del cabello humano que transmiten la electricidad, escuchó a lo lejos que su profesor estaba hablando sobre anticuerpos. Fue en ese momento cuando se produjo la epifanía científica: la clave del éxito estaba en combinar lo que estaba leyendo, con lo que su maestro estaba explicando. 

Combinó los nanotubos con la mesotelina, mojó pequeñas tiras de papel con esa mezcla y supo entonces que había creado una nueva forma de detectar el cáncer, al medir los niveles de mesotelina, el biomarcador del cáncer de páncreas.

Si bien la investigación desarrollada por Jack Andraka no es por el momento la solución definitiva para detectar precozmente el cáncer de páncreas , la idea tiene mucho potencial. El doctor Anirban Maitra, profesor de Patología y Oncología y de Ingeniería Química y Biomolecular de la Escuela de Medicina Johns Hopkins, fue el único investigador –de los 200 que Jack quiso entusiasmar- que abrió las puertas de su laboratorio a este adolescente, donde ha podido mejorar su idea.

El especialista, que actualmente dirige la investigación del cáncer de páncreas en el MD Anderson Cancer Center en Houston, señaló que la propuesta de Jack despertó su curiosidad. “No todos los días se recibe un correo electrónico de un chico de 15 años que viene con un protocolo detallado, con métodos y materiales de construcción y con los potenciales errores con los que se podía encontrar”. 

Durante los siguientes siete meses, después de la escuela y los fines de semana, la madre debía dejarlo en el laboratorio donde aprendió técnicas básicas y trabajó en el desarrollo de su prueba de cáncer.

“La verdad es que Jack es un chico genial. Van a leer bastante acerca de él en años venideros. En mi laboratorio, cuando mis doctorados ven a este joven entusiasta deslumbrarse con lo que descubre, les digo que piensen en Thomas Edison y la bombilla… tenemos con nosotros al Edison de nuestra era. Van a venir muchas bombillas de él”.

Hasta el momento, el test creado por Andraka tiene una precisión mayor al 90 por ciento para la presencia de mesotelina, es 168 veces más rápido, tiene un costo de alrededor de tres céntimos de dólar, es 400 veces más sensible que el actual test de diagnóstico y sólo tarda cinco minutos en hacerse. Y sería también efectivo para detectar cáncer de ovarios y pulmón.

La comunidad científica, reticente en un principio, ha premiado su proyecto. Mientras el año pasado recibió el primer lugar de la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería de Intel, su trabajo ya se encuentra publicado en la Society for Science & the Public, y está patentado a la espera de lograr acuerdo con alguna empresa internacional de biotecnología.

A cuatro años de este sorprendente descubrimiento –y actualmente con 19 años de edad- Jack visitará Chile para participar en el congreso Futur Health Now, que se realizará el próximo 7 de mayo en Espacio Riesco, donde expondrá sobre su actual investigación: la creación de biosensores que cambian de color en presencia de elementos patogénicos y contaminantes ambientales.

La importancia del conocimiento es crucial para ayudar a crecer a la sociedad, para brindarle bienestar e impulsarla hacia el progreso. Sólo hacer falta querer, porque donde hay voluntad, hay un camino. Como postula Jack: “make something cool, and change the world”.

Por Carolina Faraldo Portus

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