Sauna al servicio del corazón
Las antiguas civilizaciones utilizaron el agua y los baños como símbolo esencial de sus religiones; como instancia socializadora; e incluso como recurso medicinal. Elementos que han prevalecido con estudios que los respaldan.
Desde épocas pretéritas, el ritual del baño iba más allá del simple hecho de exponer al cuerpo al agua a modo de aseo personal. Para las civilizaciones antiguas de Egipto, Grecia y Roma, el baño era un verdadero evento lleno de connotaciones religiosas, en el que se entrelazaban el placer con la ostentación de la riqueza, la exhibición de legiones de esclavos y la utilización de aceites y esencias aromáticas traídas de Medio Oriente.
Pero, el origen de este hábito no sólo estaba ligado a la religión, sino también a la medicina. Los baños egipcios se realizaban con agua y aceites o ungüentos perfumados, que sólo los sacerdotes sabían preparar. Se creía que las recetas y los ingredientes eran transmitidos por el dios Thot, al igual que la química y la escritura. Estos aceites sagrados humectaban y protegían la piel sometida a la sequedad y al calor del clima.
Los hallazgos más antiguos de construcciones dedicadas para este fin datan de antes del 2000 a.C. en India. Existe también mención de las mismas en diferentes textos como en La Ilíada de Homero. En la Antigua Roma y en Grecia los primeros registros del uso de agua caliente en las “termas” son de finales del siglo V a.C.
Las termas romanas o Balneum tienen su origen en los antiguos edificios de baños griegos adosados a los gimnasios. Servían de aseo y relajación para los atletas y fueron adquiriendo mayor importancia en la Roma imperial hasta el punto de constituir estancias de carácter exclusivo para el baño, las relaciones, los negocios y la política.
Entre los griegos las curas mediante aguas medicinales alcanzaron gran difusión. La mayoría de los centros médicos disponían de manantiales que facilitaban las técnicas hidroterapéuticas. La medicina de la época logró un gran desarrollo y estaba inspirada en Asclepio, el dios griego de la medicina y la curación.
Estos rituales se practicaban en los baños, recintos de carácter privado que se encontraban en las villas o estancias de los patricios o el emperador; y en las termas que eran públicas. Fue, precisamente, en estos espacios donde nació la idea del culto al cuidado del cuerpo y de la búsqueda de un estado de bienestar, conceptos que se expandieron por toda Europa durante la dominación romana.
Para el cristianismo, las abluciones representaban la limpieza espiritual más que la corporal y consideraban a las termas romanas como verdaderos lugares de perversión. Como en la Península Escandinava, el cristianismo tardó en imponerse, cada casa contaba con una sauna, donde se aplicaban baños de agua templada y luego de agua helada.
La sauna, palabra finlandesa adaptada a todos los idiomas del mundo, esencialmente se trata de un sistema de salas de calor a diferentes temperaturas; donde la primera se encuentra a 25°C, la segunda a 40°C y la tercera a 60°C. Por lo que se combina calor seco y húmero, con frío y masajes. Es una tradición tan arraigada en Finlandia que uno de cada tres habitantes cuenta con una en casa. Este es el único país donde existen más saunas que automóviles. Pero la trascendencia de ese rito ha saltado fronteras y, actualmente, se puede encontrar una en cualquier lugar del mundo.
Durante mucho tiempo se reconocieron sus beneficios corporales, relacionándolos con la eliminación de toxinas y bacterias, pero también sus efectos negativos: problemas cardiovasculares, incluyendo enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular.
Sin embargo, un reciente estudio del Instituto de Salud Pública y Nutrición Clínica de la Universidad de Finlandia Oriental en Kuopio reveló la relación que existe entre la salud cardiovascular y los baños de sauna. (JAMA Intern Med. 2015 Feb 23. doi: 10.1001/jamainternmed.2014.8187)
Para el grupo de investigadores, encabezados por el doctor Jari A. Laukkanen, la mayoría de las muertes cardiacas repentinas de la población general se producen fuera del hospital y con pocas advertencias tempranas. Por lo que las características del estilo de vida de estos pacientes estarían jugando un rol determinante como efecto protector.
La investigación, que fue realizada con una muestra de 2.315 hombres entre los 42 y 60 años de edad durante 21 años, mostró que el uso frecuente de saunas pareció reducir el riesgo de muerte por problemas cardiacos de forma constante.
El riesgo de muerte cardiaca súbita fue un 22 por ciento más bajo después de dos a tres sesiones en el baño de sauna por semana, y un 63 por ciento más bajo con cuatro a siete sesiones por semana.
En el caso de muerte por enfermedad cardiaca o accidente cerebrovascular (ACV), estos fueron un 27 por ciento más bajos con dos a tres sesiones por semana, y un 50 por ciento más bajos con cuatro a siete sesiones por semana.
Los hombres que visitaban una sala de sauna dos o tres por semana tenían un riesgo de muerte un 24 por ciento más bajo, mientras que los que iban de cuatro a siete veces por semana experimentaban una reducción del 40 por ciento en comparación con una sola sesión de sauna por semana.
La duración de las sesiones también fue un factor importante a considerar. En comparación con los hombres que pasaban menos de 11 minutos la sauna, el riesgo de muerte cardiaca súbita fue un siete por ciento más bajo para las sesiones de sauna de 11 a 19 minutos, y un 52 por ciento más bajo para las sesiones de más de 19 minutos, según el estudio.
Aunque el estudio halló una asociación entre el uso de sauna y una mejor salud cardiaca, no pudo probar una relación causal entre esos factores. Aún así, estas conclusiones podrían hacer replantear a los especialistas en cardiología la posibilidad de que sus pacientes puedan exponerse a las altas temperaturas de estos baños de vapor de agua para disfrutar de sus beneficios, tal como lo hacían los hombres de la Antigüedad.
