La herencia de la felicidad
El hallazgo de una variación alélica ligada a la región promotora de serotonina ayuda a entender cómo influye el componente genético en la percepción personal de bienestar.
Cómo se origina la felicidad sigue siendo un desafío para los científicos que se han dedicado a su estudio. Lo claro es que se trata de un estado asociado a la plenitud y bienestar que favorece la salud mental y corporal. Alcanzarla es una meta que contribuye al desarrollo y progreso de los seres humanos y la sociedad.
Si bien puede ser aprendida y practicada, cuando se evalúan sus determinantes, “un 50% está definido genéticamente. Hay quienes nacen con una predisposición a buscarla. Y, al mismo tiempo, hay ciertas personas a las cuales les cuesta más, porque tienen tendencia a la depresión o melancolía. Entonces, en ese sentido, para algunos les es más fácil, más allá de que, posteriormente, vayamos construyendo un mundo en el que podemos acercarnos o alejarnos del tema”, reflexiona el psiquiatra chileno Daniel Martínez Aldunate, editor del libro “La felicidad: evidencias y experiencias para cambiar nuestro mundo” [1].
Ya hace una década un grupo de investigadores de la Universidad de Essex en Reino Unido había demostrado que la actitud ante las circunstancias de la vida tiene un componente genético [2].
De acuerdo con las conclusiones, la tendencia de las personas a fijar su atención en eventos desfavorables o ignorarlos está relacionada con diferencias en la longitud de la región promotora del gen del transportador de serotonina (5-HTT).
“Este gen ya ha sido estudiado en el pasado, porque es crucial para el “reciclaje” y acumulación de serotonina, que es el neurotransmisor vinculado a la regulación y control de las emociones y el estado de ánimo”, destacan los científicos.
Esto porque a través de sus dos variantes funcionales determina la velocidad de recaptación de la serotonina hacia la neurona presináptica. Así, en homocigóticos para el alelo largo (L/L), la inactivación de los neurotransmisores es más rápida, dando lugar a un foco de atención centrado en los aspectos positivos.
Ese rasgo está ausente en quienes poseen el alelo corto (S/S o L/S). Al parecer, los homocigóticos para la variante L/L producen una proteína transportadora más activa que los otros individuos y, como consecuencia, reutilizan más rápido serotonina y la ponen antes a disposición de las neuronas presinápticas en los circuitos neuronales en los que participan [3].
Las diferencias también se perciben entre hombres y mujeres, donde otro gen -el de la monoamina oxidasa A (MAOA), que regula la enzima que descompone neurotransmisores cerebrales como la serotonina y la dopamina, dos sustancias que provocan bienestar- se activa solo en ellas [4]. Este estudio fue realizado a partir de testimonios de cuán felices se sentían y muestras de ADN de cerca de 350 participantes. Tras analizar los resultados, descubrieron que las mujeres que tenían la variante del MAOA-L (la menos activa), manifestaban ser mucho más felices que las que gozaban de la MAOA-H (la más activa).
Sin embargo, todas estas propiedades no pudieron ser reproducidas en los hombres que formaron parte de la investigación, “es posible que el alto nivel de testosterona en ellos pueda compensar el efecto del alelo que el MAOA-L produce en las féminas”, dijo la autora principal Henian Chen.
Estos hallazgos replantean el largo debate sobre qué es más importante: genes o medio ambiente. Si bien explican la importancia del componente genético en la percepción personal de bienestar, no es determinista.
“Los seres humanos tienen la capacidad de “aprender a ser felices”. Si una persona no tiene la versión eficiente de alguno de estos genes, no quiere decir que no pueda aprender a sentirse satisfecha con la vida. La secuencia de ADN sin duda importa, pero las experiencias siguen siendo las dominantes”.
Lo curioso es que la influencia entre la felicidad y genes es recíproca. Del mismo modo que ciertas secuencias de ADN “empujan” a los individuos a ser felices, un estado anímico positivo afecta a la expresión ellos [5].
Investigadores de la Universidad de California en Estos Unidos hallaron que la genética de las células inmunes es más favorable en sujetos con niveles altos de bienestar eudaimonioco, un tipo de felicidad que deriva de tener un propósito en la vida, crecer, esforzarse por alcanzar objetivos y desarrollar las destrezas propias.
Este estado se asocia con una reducción en la expresión de genes inflamatorios y una fuerte actividad de aquellos relacionados con la actividad de anticuerpos y la defensa natural frente a virus y bacterias.
En estos tiempos de pandemia, esa ya es razón suficiente para comenzar a cultivarla siendo agentes de cambio activos, generando rutinas que reporten emociones positivas y fomentando relaciones sociales saludables y de calidad en el tiempo.
Referencias
[1] Martínez Aldunate, Daniel. Ivanovic-Zuvic Ramírez, Fernando. Unanue Manríquez, Wenceslao. La felicidad: evidencias y experiencias para cambiar nuestro mundo, LOM, Santiago de Chile. 2013. ISBN: 9789567545070.
[2] Fox E, Zougkou K, Ridgewell A, Garner K. The serotonin transporter gene alters sensitivity to attention bias modification: evidence for a plasticity gene. Biol Psychiatry. 2011;70(11):1049-1054.
[3] De Neve J. E. (2011). Functional polymorphism (5-HTTLPR) in the serotonin transporter gene is associated with subjective well-being: evidence from a US nationally representative sample. Journal of human genetics, 56(6), 456–459.
[4] Chen H, Pine DS, Ernst M, et al. The MAOA gene predicts happiness in women. Prog Neuropsychopharmacol Biol Psychiatry. 2013;40:122-125. doi:10.1016/j.pnpbp.2012.07.018
[5] Fredrickson BL, Grewen KM, Algoe SB, et al. Psychological well-being and the human conserved transcriptional response to adversity PLoS One. 2016;11(6):e0157116.
Por Carolina Faraldo Portus