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01 Abril 2013

La dermatitis atópica de Lisa

El arte y la medicina suelen encontrar variados puntos de encuentro que revitalizan sus alcances, capacidades y trascendencia. En este caso, es la pintura la expresión que hace un valioso aporte a la dermatología, con Leonardo da Vinci como protagonista principal.

El acné, cáncer de piel no melanoma, dermatitis atópica, lupus cutáneo, melanoma maligno, micosis superficiales y piodermias son los principales temas del curso de actualización en dermatología que se desarrollará este viernes 5 de abril en Santiago de Chile, bajo la organización conjunta de Clínica Indisa y Universidad Andrés Bello y la dirección del doctor Mauricio Vera Recabarren. Se trata de una instancia de perfeccionamiento que no solamente apunta a incorporar y renovar conocimientos clínicos de médicos no especialistas, sino que también pretende revitalizar herramientas de detección y derivación oportuna a expertos de las patologías más graves que afectan a la piel.

Cursos y congresos de estas características son el resultante de una rápida evolución de la medicina, disciplina que libra una carrera constante para evitar y remediar las enfermedades que aquejan al hombre. Son las estrategias existentes en la modernidad, las cuales, evidentemente, no estaban disponibles cuando la ciencia daba sus primeros pasos. Frente a la necesidad de ampliar los conocimientos, el ingenio jugó un rol relevante. 

Es el caso del Museo Olavide, un valioso espacio fundado en 1882 por el prestigioso dermatólogo español José Eugenio Olavide, quien se convirtió en figura clave en la consolidación del Hospital San Juan de Dios como centro dermatológico en Europa. En el lugar se exhiben numerosas figuras de cera con problemas en la piel, elaboradas por reputados escultores y pintores de la época, constituyéndose en esos años en una valiosa herramienta pedagógica para futuros especialistas y posteriormente en una ilustrativa muestra de las patologías que acechaban a la sociedad española.

En nuestro país, la profundización en este campo es más reciente, sin embargo también cuenta con méritos importantes. Así lo cree la doctora Rosario Alarcón, especialista del Servicio de Dermatología del Hospital Dr. Guillermo Grant Benavente y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción. 

“Es destacable la forma en que la dermatología ha ido paulatinamente interrelacionándose con otras disciplinas, lo que ha permitido aumentar la resolutividad de ciertas enfermedades dermatológicas que son reflejo de patologías sistémicas. El nivel de la dermatología chilena es muy bueno, estamos muy bien considerados en el extranjero y por lo mismo tenemos una activa participación en charlas o congresos que se realizan fuera del país”, aseguró la facultativa en una entrevista con SAVALnet.

 

Realismo puro

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano, está en constante renovación y en permanente relación con los demás órganos. Se caracteriza por cumplir tres roles fundamentales: protección del cuerpo ante ataques físicos, químicos o microbianos desde el exterior; transmisión de información entre el cuerpo y el exterior a través de sus múltiples terminaciones nerviosas; y participación en complejos mecanismos como la regulación de la temperatura corporal, la eliminación de sustancias nocivas y la síntesis de vitamina D, esencial para el crecimiento de los huesos. Está formada por tres capas superpuestas: la epidermis, la dermis y la hipodermis, y destaca además por tener la capacidad de evidenciar las disfunciones o enfermedades de otros órganos del cuerpo.

“La piel no es simplemente la cobertura del organismo, sino la ventana hacia el interior de un individuo y la expresión de muchas patologías sistémicas”, manifestó a SAVALnet la doctora Nélida Raimondo, médico del Servicio de Dermatología del Hospital Aeronáutico Central de Buenos Aires y docente de las universidades argentinas Maimónides y del Salvador.

Pues bien, expresiones del arte como la pintura y la fotografía, también se convierten en ventanas para descubrir las enfermedades de la piel que padecían célebres personajes de la historia. El detalle minucioso propio de la maestría de grandes exponentes del pincel ha permitido indagar en esta materia, quedando al descubierto patologías ocultas o no bien identificadas hace más de 200 años.

Es el caso del cuadro “La familia de Carlos V”, obra perteneciente al Neoclasicismo pintada en 1800 por Francisco de Goya y que actualmente es conservada en el Museo del Prado de Madrid. En el lienzo se puede apreciar un tumor cutáneo benigno en la sien derecha de María Josefa de Borbón, producto de una queratosis seborreica, descartando la posibilidad de un melanoma como habían sugerido algunos científicos e historiadores.

Definitivamente no se trata de situaciones aisladas. Al contrario, son muchos los artistas que incluyeron motivos dermatológicos en sus trabajos. De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Cádiz, tras un exhaustivo recorrido por las pinacotecas más importantes del mundo como el Museo del Prado, el Louvre de París, el Museo de Arte Moderno de Nueva York o el Alte Pinakothek de Munich, se detectó la presencia de más de una docena de enfermedades o alteraciones a la piel en 25 obras, repitiéndose nombres de ilustres autores como Francisco de Goya, Picasso o Bartolomé Esteban Murillo. Este último, en su pintura “Santa Isabel de Hungría curando a los niños”, pone en escena a Santa Isabel levantando la cabeza de unos menores que sufrían tiña, una de las afecciones más abordadas en las obras pictóricas de los siglos XVII y XVIII, debido a su alta prevalencia a causa de la miseria. “Se convirtió en un grave problema de salud pública”, precisan investigadores del departamento de Dermatología de la Universidad de Cádiz, quienes destacan el valor educativo de estos trabajos para las nuevas generaciones de especialistas.

De todos los autores revisados anteriormente, hay uno que lleva la delantera y que cautiva de forma especial: Leonardo da Vinci. Dueño de una sensibilidad única, este multifacético exponente de las artes y fiel representante del Renacimiento es el autor de uno de los cuadros más famosos de la historia, “La Gioconda”.

Según un artículo publicado en la revista Archives of Dermatology, existen dos teorías respecto de la falta de cejas y pestañas en el rostro de Lisa Gherardini, esposa de Franceso del Giocondo. “Puede que por aquel entonces ya estuviera de moda depilarse las cejas o que Da Vinci sí las pintase, pero con el tiempo se borraran del rostro de Mona Lisa”. Esta última postura es incluso respaldada por un ingeniero francés que fotografió el lienzo con una cámara de alta definición, encontrando lo que pueden ser restos de su ceja izquierda. 

Pero hay algo en lo que dermatólogos coinciden. En “La Gioconda” se pueden observar algunos eccemas y un edema en los párpados inferiores, lo que inevitablemente hace sospechar en la presencia de dermatitis atópica. La causa de esta enfermedad en el rostro de Lisa es sólo una incógnita más en la larga lista de secretos que guarda esta obra maestra. Lo que definitivamente no es un misterio, es la fuerte alianza que una vez más vuelven a forjar el arte y la medicina.

 

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