La amenaza silenciosa de los ultraprocesados
Caracterizados por sus ingredientes sintetizados y formulación industrial, la ingesta de estos alimentos constituye un riesgo para la salud. Uno de ellos es una reducción de la masa músculo esquelética.
En la mañana, cereales o un pan con margarina son alternativas de desayuno fáciles para salir rápido al trabajo. Antes de almorzar, una barrita de cereal, un paquete de galletas o incluso un chocolate pueden ser un buen snack para calmar el hambre. Cuando por fin llega la hora de almuerzo, ¿por qué no acompañarlo de una refrescante bebida gasificada? De postre, algo dulce como un brownie empaquetado o un yogurt de frutas. Al llegar a casa, en el refrigerador queda una pizza congelada. Práctica, conveniente y sin complicaciones.
Según el sistema de clasificación de alimentos NOVA, estos productos se definen como ultraprocesados (de sus siglas en inglés, UPF) [1]. Formulados de manera industrial, suelen utilizar ingredientes sintetizados que se someten a múltiples etapas de cocción, refinado y envasado con el fin de prolongar su vida útil. Sus altos niveles de aditivos, azúcares, sales y grasas no saludables no solo tienen una baja composición nutricional, sino que también afectan el sistema de recompensa del cerebro, haciendo difícil parar de comer [2, 3, 4].
Su sabor, accesibilidad y comodidad son factores atractivos para personas con un estilo de vida y trabajo acelerados. Esto ha hecho que su consumo penetre gradualmente en las dietas modernas, disminuyendo su calidad y contribuyendo a diversos factores de riesgo metabólico. Peso e IMC elevados, lipoproteínas de baja densidad, síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares y pérdida de masa muscular se asocian con su ingesta excesiva [2, 3].
Deterioro músculo esquelético
Esta última se relaciona con la deficiencia nutricional. Ingerir una menor cantidad de proteínas contribuye a una masa muscular inferior e impacta negativamente en la síntesis de proteínas musculares (SPM). Además, componentes no naturales y aditivos pueden convertir el intestino en un ambiente perfecto para el desarrollo de microbios que provoquen inflamación crónica e interfieran con la fuerza muscular. La exposición a químicos y ftalatos asociados a la producción de este tipo de alimentos también podría disminuir la fuerza de agarre [5]. Más allá de la salud muscular, esto puede reflejar un daño músculo esquelético [2].
Independientemente de la ingesta calórica y el nivel de actividad, un estudio con 666 participantes relacionó el consumo de UPFs con un aumento de la grasa muscular del muslo y un mayor riesgo de artrosis de rodilla. "En las imágenes de resonancia magnética, este deterioro se observa como una degeneración grasa del músculo, donde franjas de grasa reemplazan las fibras musculares", detalló la autora de la investigación, la doctora Zehra Akkaya, en un comunicado de prensa de la Sociedad Radiológica de América del Norte.
Dado que la artrosis de rodilla está incrementando su prevalencia a nivel mundial, la especialista destaca la importancia del cambio: "Es la causa principal de costos en atención médica no relacionados con el cáncer tanto en Estados Unidos como en el mundo. Considerando que esta condición está estrechamente vinculada con la obesidad y hábitos poco saludables, existen oportunidades para modificar el estilo de vida y manejar la enfermedad" [4].
¿Qué se puede hacer?
La reducción en la ingesta de UPFs resulta fundamental para prevenir el deterioro de la masa muscular. Así, se podría contribuir a mejorar la función física durante el envejecimiento. Fibra dietética, carnes rojas, pescado graso, retinol, magnesio y vitaminas pueden aportar a una dieta saludable. Un consumo adecuado de proteínas permite estimular la SPM e intervenir en la pérdida muscular. Mientras que alimentos ricos en Omega-3 tienen propiedades antiinflamarorias que preservan la masa del músculo [2].
Es importante educar sobre los beneficios de la calidad nutricional y priorizarla por sobre la conveniencia y el sabor. Por esto, impulsar políticas de salud pública puede ayudar a reducir la brecha de conocimientos [6]. A medida que el aumento en el consumo de comidas ultraprocesadas amenaza el bienestar global, el profesional médico tiene un rol clave tanto en la prevención como en el manejo de las patologías a las que se asocia.
Referencias:
[1] Center for Epidemiological Studies in Health and Nutrition, School of Public Health, University of Sao Paulo, Brazil. The NOVA Food Classification System.
[2] Kong, W. et al. (2024). Higher Ultra Processed Foods Intake is Associated with Low Muscle Mass in Young to Middle-Aged Adults: A Cross-Sectional NHANES Study. Frontiers in Nutrition.
[3] De Almeida Fonseca Viola, P. et al. (2020). High Consumption of Ultra-Processed Foods is Associated with Lower Muscle Mass in Brazilian Adolescents in the RPS Birth Cohort. Nutrition.
[4] Radiological Society of North America. (2024). Eating High-Processed Foods Impacts Muscle Quality. ScienceDaily.
[5] Zhang, S. et al. (2022). Ultra‑processed food intake is associated with grip strength decline in middle‑aged and older adults: a prospective analysis of the TCLSIH study. European Journal of Nutrition.
[6] Jung, S. et al. (2024). Associations of Ultra-Processed Food Intake with Body Fat and Skeletal Muscle Mass by Sociodemographic Factors. Diabetes & Metabolism Journal.
Por Dominique Vieillescazes Morán