El placer culpable de los cinco minutos más
La rutina diaria de un porcentaje importante de la población incluye la práctica común de aplazar el despertador por las mañanas cuyo efecto tiene consecuencias en el cotidiano.
El sueño es un proceso fisiológico vital para la salud integral y clave para el óptimo funcionamiento del organismo. De ahí la importancia de que sea reparador y de buena calidad, es decir, que cuente con todos los elementos que configuran el proceso: tiempo total, latencia inicial, grado de fragmentación, lapso de vigilia y eficiencia [1].
Para muchos, el dilema no es sólo despertarse, es dominar la tentación de apretar el botón "posponer" en el teléfono celular. ¿Quién no ha caído en la engañosa trampa de los "cinco minutitos más" que parecen un regalo celestial después de una noche corta?
Ese tiempo adicional puede parecer beneficioso para combatir la fatiga matinal. Sin embargo, como en muchas disciplinas científicas, con la llegada de herramientas moleculares y genéticas se han producido avances en la ciencia básica y clínica del sueño, así como en la capacidad de obtener información detallada a partir de estudios de grandes poblaciones sobre este tema [2].
¿Te has preguntado cuál es el real impacto que tiene esta práctica habitual sobre la salud?
La encrucijada del botón snooze
La opción programada para que la música que llama a "levantarse" vuelva a sonar nueve minutos más tarde o poner dos o tres avisos con una diferencia de minutos entre ellas, que es lo mismo, es sólo una sensación -por cierto falsa- de alargar el descanso.
Más allá de la satisfacción instantánea y transitoria, la realidad es que se engaña al organismo. El botón de snooze no amplía el tiempo de reposo; por el contrario, confunde a nuestro cerebro y nos deja más agotados [3].
Su falta tiene un efecto en la salud y bienestar humanos [4]. Provoca un aumento de la somnolencia diurna y mal humor, con deterioro de la función cognitiva específica y disminución de las funciones inmunes, inflamatorias y cardiovasculares [3].
Además, esta privación incrementa la inercia del sueño, un estado de transición de excitación reducida y deterioro del rendimiento cognitivo y conductual inmediatamente después del despertar, que aparece luego del reposo nocturno normal y su duración, rara vez, supera los 30 minutos [3].
Se trata de una sensación de aturdimiento, falta de energía y de capacidad para mantener la atención. Muchos factores aumentan su intensidad y extensión, entre ellos el tiempo de vigilia antes de dormir, fase del sueño al empezar un nuevo día, ritmo circadiano, sueño de ondas lentas (NREM) y el método de despertar [3].
Dormir fragmentado
Desde que se patentaron las primeras versiones de un “botón de mecanismo de alarma retardada”, a principios de la década de 1950, su uso se ha convertido en una característica común, sin distinción de edad [5].
Si bien no hay "una respuesta científica absoluta" sobre los posibles efectos adversos de esta práctica, existe un nivel de conocimiento en base a las observaciones que se han hecho sobre los ritmos biológicos.
Cuando apagamos la alarma, nuestro cerebro comienza de nuevo su ciclo. La segunda vez, puede que estemos en una etapa más profunda de sueño, por eso no se activan por completo los mecanismos de vigilia y esa somnolencia o aturdimiento se prolonga. Por lo que esos "cinco minutitos más" no son reparadores y sólo conseguimos interrumpir las fases naturales y reducir su calidad.
En lugar de abrir los ojos gradualmente, el sonido repetido de la alarma puede generar un despertar brusco, lo que contribuye a la inercia del sueño. Más si consideramos que estamos diseñados para dormir por la noche (en la oscuridad) y levantarnos cuando amanece (con claridad).
Este proceso se ha visto alterado por la luz artificial y también por forzar la hora de terminar y empezar el día, lo que trae consigo una potencial alteración de los ritmos biológicos circadianos [1].
Otras consecuencias adversas, sobre todo para la salud pública, incluyen aumento de la morbimortalidad, rendimiento deficiente en las actividades de vigilia que puede ocasionar accidentes y lesiones, disminución de la calidad de vida y menor acceso a atención médica. Por tanto, la cantidad y calidad de horas de descanso desempeñan un papel esencial en la salud física y mental [4].
La solución
Reducir la inercia del sueño puede ayudar a iniciar el día renovado. Esto se logra con una duración óptima y con un despertar ligero, ojalá a una hora predeterminada y sin alarma.
Las personas que lo logran muestran una actividad nerviosa simpática cada vez mayor antes de abrir los ojos, lo que sugiere que el cuerpo se prepararía para despertar antes de terminar el sueño [5].
El misterio del sueño ha sido tema de filósofos, escritores, religiosos y científicos desde el comienzo de la historia. Sin embargo, sólo en el último siglo el manto -aparentemente impenetrable- que rodea a este estado inconsciente se volvió más transparente y comprensible.
Referencias
[1] Barbato G. REM Sleep: An Unknown Indicator of Sleep Quality. Int J Environ Res Public Health. 2021;18(24):12976.
[2] Quan, S. F. (2012). History of sleep in society, sleep science, and sleep medicine. In Therapy in Sleep Medicine (pp. 3–9).
[3] Ogawa K, Kaizuma-Ueyama E, Hayashi M. Effects of using a snooze alarm on sleep inertia after morning awakening. J Physiol Anthropol. 2022;41(1):43.
[4] Hanson JA, Huecker MR. Sleep Deprivation. In: StatPearls. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; June 12, 2023.
[5] Sundelin T, Landry S, Axelsson J. Is snoozing losing? Why intermittent morning alarms are used and how they affect sleep, cognition, cortisol, and mood. J Sleep Res. Published online October 17, 2023.
Por Carolina Faraldo Portus