Aspergillus, más que un patógeno oportunista
Este hongo está llamando la atención global. Las infecciones causadas por sus distintas especies podrían aumentar debido al cambio climático, que además están adquiriendo resistencia a tratamientos de primera línea.
Extendido en el medioambiente, Aspergillus es un hongo filamentoso con más de 350 especies identificadas. De ellas, al menos 60 son capaces de causar una infección invasiva en humanos. Sus esporas —llamadas conidios— no solo están presentes en la atmósfera, sino que también se pueden encontrar en interiores. Dispersas en el aire, polvo, alimentos, filtros de aire acondicionado y construcciones, se estima que inhalamos cientos al día [1, 2, 3, 4]. Las infecciones fúngicas afectan a más de un billón de personas alrededor del mundo, con una tasa de mortalidad que se asimila a la de la malaria o tuberculosis [5].
Con un tamaño de 2 a 3 µm, tienen la capacidad de evitar la depuración mucociliar y alcanzar los alvéolos pulmonares, donde son eliminados por el sistema inmunitario innato. En personas inmunodeprimidas o que han estado expuestas a una alta cantidad de esporas, los conidios pueden establecerse, crecer en cavidades del pulmón y resultar en una condición crónica. Si las esporas penetran en el torrente sanguíneo, la infección se puede transformar en una enfermedad potencialmente mortal: aspergilosis invasiva (AI) [1].
1,2 millones desarrollan AI en el mundo, con 1,8 millones de muertes al año [1]. Pacientes con neutropenia grave, células madre hematopoyéticas, trasplantes de órganos sólidos, bajo tratamiento con medicamentos inmunosupresores, influenza y COVID-19 son algunos de los que componen el grupo de riesgo [5].
La amenaza del cambio climático
En 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) agregó el Aspergillus fumigatus a su lista de patógenos fúngicos prioritarios. Actualmente, es la especie con mayor patogenicidad, capacidad invasiva, adaptabilidad a diferentes condiciones externas y es responsable de más del 60% de los casos de AI. Seguidas por A. flavus y A. niger, que también producen infecciones en humanos [1, 4].
Condiciones del medioambiente como la temperatura, humedad y precipitaciones influyen en la proliferación de diferentes variedades de Aspergillus. Se cree que el cambio climático jugará un rol importante en el aumento de las infecciones fúngicas en humanos, debido al incremento del rango de especies patogénicas y de su termotolerancia. De esta manera, la alteración de la distribución geográfica podría resultar en un subdiagnóstico o diagnóstico tardío a causa de ejemplares fúngicos inesperados [1].
Un reciente estudio evaluó las diferencias en la distribución de estas tres variables producto del cambio climático, donde se determinó que alteraciones en el hábitat pueden traducirse en cambios en los patrones de aspergilosis a nivel global. A. fumigatus prefiere regiones más frías y templadas, mientras que A. flavus y A. niger son más prevalentes en climas tropicales y subtropicales. A medida que sus preferencias medioambientales se expanden o cambian, la salud pública y bioseguridad de los cultivos se podrían ver afectadas [1].
Según la investigación, la variación estacional y eventos climáticos extremos también tendrán un papel crucial en la transformación de la distribución de especies. Ciclos de precipitaciones y cambios en la temperatura pueden influenciar el crecimiento y liberación de esporas. Asimismo, las sequías, inundaciones y olas de calor incrementarán los niveles de conidios en el aire. Estudios previos han determinado que, después de un desastre climático, los casos de aspergilosis suelen aumentar [1].
Resistencia al tratamiento
Los medicamentos de primera línea para tratar la aspergilosis clínica y veterinaria son los azoles. Presentes también en pesticidas agrícolas, protegen los cultivos contra enfermedades fúngicas. Ambos tipos de azoles tienen una estructura similar, lo que ha provocado el aumento de pacientes con infecciones resistentes a esta terapia [1]. Se ha demostrado que hay un potencial de propagación global de estos mecanismos, a través de conidios dispersos por corrientes de aire imposibles de contener [5].
Esto tiene graves implicancias clínicas, puesto que disminuye la efectividad del tratamiento, e individuos con AI muestran un incremento del 25% en mortalidad en el día 90 [5, 3]. Existe una variación de esta resistencia por región, que puede ser atribuida a factores como diferente exposición antifúngica, circunstancias medioambientales, aparición de cepas específicas resistentes a azoles y sesgos de detección. Algunos elementos que aumentan el riesgo de desarrollarla son trabajar en obras agrícolas, carpintería y mantenimiento del suelo [3].
Dentro de los tipos de azoles, el voriconazol es la opción más recomendada. Este se relaciona con mejores resultados, mayores tasas de supervivencia y una menor incidencia de reacciones farmacológicas adversas [6]. Para enfrentar la resistencia, el Internal Journal of Medicine sugirió en 2021 cambiar la monoterapia de voriconazol por anfotericina B liposomal o administrar una combinación de voriconazol y equinocandinas [7].
Sin embargo, la necesidad de crear opciones de tratamiento nuevas y efectivas con objetivos farmacológicos antifúngicos resulta fundamental [8]. De esta manera, se debe conocer cómo surge esta resistencia y profundizar en la comprensión de las interacciones entre especies y pacientes [9].
Aspergillus no solo amenaza la salud pública debido a su posible expansión a causa del cambio climático, sino que también ha generado resistencia a terapias clásicas. Por esto, es importante potenciar su vigilancia epidemiológica y poner énfasis en la investigación de nuevas líneas de tratamiento.
Referencias:
[1] Van Rhijn, N. et al. (2025). Climate change-driven geographical shifts in Aspergillus species habitat and the implications for plant and human health. Research Square.
[2] Stemler, J. et al. (2023). Diagnosis and Treatment of Invasive Aspergillosis Caused by Non-fumigatus Aspergillus spp. Journal of Fungi.
[3] European Food Safety Authority (EFSA). et al. (2025). Impact of the use of azole fungicides, other than as human medicines, on the development of azole-resistant Aspergillus spp.
[4] Machado, M. et al. (2024). Invasive aspergillosis: A comprehensive review. Medicina Clínica.
[5] Rhodes, J. et al. (2022). Population genomics confirms acquisition of drug-resistant Aspergillus fumigatus infection by humans from the environment. Nature Microbiology.
[6] Kang, Y. et al. (2025). Epidemiological characteristics of patients with invasive pulmonary aspergillosis infected with Aspergillus fumigatus from a tertiary hospital in Ningxia, China. Nature Scientific Reports.
[7] Douglas, A. et al. (2021). Consensus guidelines for the diagnosis and management of invasive aspergilosis. Internal Medicine Journal.
[8] Herrera, S. et al. (2025). Invasive Aspergillosis in the Current Era. Infectious Disease Clinics of North America.
[9] Van de Veerdonk, F. et al. (2025). Aspergillus fumigatus biology, Immunopathogenicity and drug resistance. Nature Reviews Microbiology.
Por Dominique Vieillescazes Morán
