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17 Junio 2019

De la boca al cerebro

Un grupo de investigadores de varios centros de Estados Unidos, Europa, Australia y Nueva Zelanda reportaron hallazgos sobre la relación entre bacterias bucales y desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.

La detección temprana de una patología tiene un papel crucial en la evolución y pronóstico del paciente, particularmente si se trata de una agresiva o de rápido desarrollo. El diseño de una terapia y su aplicación precoz puede representar, para millones de individuos, la diferencia entre la vida y la muerte. En este escenario, 20 años parece ser tiempo suficiente para prevenir de manera oportuna la enfermedad de Alzheimer (EA), una de las patologías que más temor genera en las personas.

Esto porque afecta progresivamente la función cognitiva y funcional a las que en el transcurso del tiempo se asocian cambios en el estado de ánimo con episodios de confusión, desorientación, intranquilidad, agnosia, incapacidad para llevar a cabo movimientos intencionados y alucinaciones, alteraciones que se sitúan, principalmente, en áreas temporoparietales de la corteza cerebral. 

La EA es el subtipo más frecuente de demencia y representa el 60 a 70% de todos los casos, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS); seguida de la vascular y de otras demencias neurodegenerativas, como la demencia por cuerpos de Lewy, el complejo demencia-Parkinson y la demencia frontotemporal. 

Se calcula que unos 46 millones de personas viven con esta enfermedad y que entre 5% a 8% de la población general sobre 60 años, la padecerá en algún momento. Si la tendencia continúa, en 2050 esta cifra aumentará a 131,5 millones.

Las alteraciones del alzhéimer se identifican por agregados extracelulares de 39 a 42 repeticiones de la proteína β-amiloide (Aβ) y degeneración neurofibrilar intracelular por fosforilación excesiva de la proteína tau (τ). Estas variaciones neurotóxicas serían las responsables de las alteraciones sinápticas, pérdida neuronal, degeneración del sistema colinérgico y de la atrofia cerebral. 

Si bien los factores involucrados en su desarrollo no están claros, un descubrimiento realizado por un grupo de 13 investigadores provenientes de varios centros de Estados Unidos, Europa, Australia y Nueva Zelanda está brindando nuevas luces.

Los expertos encontraron que la bacteria causante de patologías gingivales –la Porphyromonas gingivalis- estaba presente en los cerebros de personas que habían muerto a consecuencia del alzhéimer, junto con las gingipaínas, proteínas patogénicas sintetizadas por estos microorganismos que –se cree- alteran la función de la proteína tau, que proporciona estructura dentro de las neuronas del cerebro y permite a las células limpiar la acumulación de proteínas no deseadas y tóxicas. (DOI: 10.1126/sciadv.aau3333)

Para llegar a esa conclusión estudiaron el tejido cerebral, el líquido cefalorraquídeo y la saliva de pacientes con alzhéimer vivos y muertos, en los que encontraron la bacteria causante de la periodontitis crónica.

Según el equipo la infección por P. gingivalis actúa en la patogénesis de la EA a través de la secreción de gingipaínas para promover el daño neuronal. “Encontramos que la inmunorreactividad (IR) de gingipaína en cerebros con EA fue significativamente mayor que en los cerebros de individuos sin control de EA. Además, identificamos el ADN de P. gingivalis en los cerebros con alzhéimer y en el líquido cefalorraquídeo de los sujetos vivos diagnosticados con EA, lo que sugiere que el ADN de esta bacteria puede servir como marcador de diagnóstico diferencial”, comentaron.

Generalmente, los pacientes con enfermedad de Alzheimer exhiben neuroinflamación compatible con infección, incluida la activación microglial, la activación del inflamasoma, la activación del complemento y los perfiles de citoquinas alterados. Si bien la Porphyromonas gingivalis no causa la enfermedad por sí misma, su presencia aumenta sustancialmente el riesgo de desarrollarla y también estaría implicada en una progresión más rápida de la misma. 

La buena noticia es que este estudio muestra que existen acciones que se pueden desplegar para disminuir la progresión del alzhéimer por esta vía como lavarse los dientes todos los días y utilizar seda dental. Y, si una persona sufre gingivitis o periodontitis y tiene familiares con EA, la recomendación es que acuda regularmente al odontólogo. 

Previamente, este grupo había descubierto previamente que las bacterias que causan la gingivitis pueden pasar de la boca al cerebro, donde las enzimas dañinas que excretan pueden destruir las neuronas y que esta migración puede bloquearse por sustancias químicas que interactúan con gingipaínas. Actualmente, están trabajando en un fármaco experimental que bloquea esta proteína, el cual se encuentra en ensayos clínicos de fase 1 para patología neurodegenerativa.

Dando un paso más allá, además de demostrar esta conexión, reportaron que la infección de ratones con esta bacteria podía desencadenar una enfermedad parecida al alzhéimer y que los medicamentos inhibidores de las gingipaínas tuvieron un efecto protector sobre las neuronas de los roedores estudiados

Combatir ese tipo de infección podría ayudar a entender y reducir el impacto del tipo más común de demencia. Con este estudio, por primera vez, se tiene evidencia de ADN para este proceso en el cerebro humano, lo que brindaría un posible nuevo enfoque para atacar la enfermedad de Alzheimer.

Por Carolina Faraldo Portus

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