Historia de la Medicina Interna
De la mano de las clínicas universitarias, a fines del siglo XIX comenzó a desarrollarse la medicina hospitalaria, surgiendo una nueva línea de la profesión más ligada a las ciencias básicas biomédicas y a la experimentación, campo que recibió el nombre de Medicina Interna. Desde entonces, el internista ha sido considerado el clínico por excelencia, el ejemplo del médico en cualquier época histórica.
Era un tiempo de notables avances en la bacteriología, la química y la física, lo que redundó en el nacimiento de la medicina experimental, disciplina que adoptó el método de las ciencias biológicas, pues permitía investigar la naturaleza íntima de las enfermedades, adoptar nuevos recursos tecnológicos que facilitaran o precisaran el diagnóstico semiológico, ensayar nuevos tratamientos y juzgar objetivamente los méritos e inconvenientes de los tratamientos antiguos y los nuevos.
La denominación para esta área surgió en Alemania el año 1880, cuando Adolf von Strumpell escribió el primer tratado de enfermedades internas, lo que motivó a que dos años más tarde la ciudad de Weisbaden fuera escenario del Primer Congreso de Medicina Interna.
La idea del especialista alemán y sus colegas era demarcar un campo de la práctica médica en el que los conceptos se basaban en el nuevo conocimiento que emergía en fisiología, bacteriología y patología, así como la exclusión de los métodos quirúrgicos en la terapéutica empleada. Este nuevo campo, también llevaba la connotación de una formación académica y un entrenamiento que permitía a estos médicos ser consultantes de otros especialistas.
Así, la medicina interna, sería una disciplina enfocada en tratar los cuadros patológicos desde dentro, desde el interior del cuerpo, generalmente con medicamentos, en contraposición de la cirugía que trata las enfermedades desde fuera, con intervenciones quirúrgicas.
Cerca de 1920 el concepto que definía a esta nueva disciplina se extendió en Europa y desde allí al resto del mundo. De este modo, hasta la Primera Guerra Mundial, las ciencias y la medicina estadounidenses se nutrieron con conocimientos y tecnología provenientes de Alemania y Austria y, en menor proporción, de Inglaterra y Francia.
A raíz del conflicto bélico, los norteamericanos vieron la importancia de ser autosuficientes en materias sanitarias, así como en cuanto al desarrollo tecnológico y científico. Fue precisamente en Estados Unidos, donde el médico canadiense William Osler escribió su tratado sobre “Los Principios y la Práctica de la Medicina”, donde volcó su experiencia y una recopilación del conocimiento clínico, fisiológico y fisiopatológico de su época, poniendo sobre la mesa una parte esencial de la medicina interna, al demostrar que el conocimiento médico no sólo abarca características clínicas de las enfermedades, sino también su epidemiología y relaciones con la salud pública, incorporándole los descubrimientos atingentes de la medicina experimental, la microbiología, la bioquímica y otras disciplinas.
Ya en el año 1901 J. von Merin había publicado “Lehrbuch der Inneren Medizin”, texto donde hablaba sobre la inminente aparición de las subespecialidades: “El territorio de la medicina interna, gracias a la suma de las más variadas disciplinas experimentales, ha alcanzado tal extensión que una sola persona ya no puede abarcar con autoridad todas sus ramas. Sólo el investigador tiene competencia para evaluar críticamente la acumulación sin fin de detalles, de modo de poder ofrecer lo mejor a los estudiantes y a los clínicos”, decía su escrito, cuya predicción se confirmó del todo a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Así, muchos internistas han respondido al fraccionamiento progresivo del quehacer profesional, fenómeno que ha variado según la época histórica, en países y regiones según las necesidades de la población, la disponibilidad local de tecnología compleja y otros factores económicos y sociales, subespecializándose en áreas tan diversas como la endoscopia digestiva, la cardiología intervencional, la ecocardiografía, o adquiriendo competencias que les permiten controlar procedimientos de diálisis extracorpórea y los laboratorios de inmunología y de hormonas, entre muchos otros campos.
Durante la primera mitad del siglo 20, un número importante de profesionales chilenos del área de la salud viajó a Europa para conocer los últimos avances del área y aplicarlos en el país. Fue así como aprendieron la concepción de la Medicina Interna y trasmitieron dichos conocimientos creando escuelas para internistas al interior de sus servicios hospitalarios. Del mismo modo, estimularon a sus discípulos más destacados para que adquirieran, en Norteamérica o en Europa, conocimientos adecuados para organizar en Chile las nacientes subespecialidades.
Con el correr de los años, en los servicios de medicina de los hospitales universitarios y los centros asistenciales del sistema público se crearon laboratorios de hematología y coagulación, de bioquímica hepática y renal, microbiología, parasitología y inmunología, en los cuales participaban subespecialistas contribuyendo al diagnóstico de los pacientes y a la investigación clínica. En este escenario, comenzaron a destacarse algunos profesionales que, actualmente, son considerados como los padres de la Medicina Interna en Chile. Entre ellos se cuentan los doctores José Manuel Balmaceda, Ricardo Donoso, Exequiel González, Armando Larraguibel, Ernesto Prado, Joel Rodríguez, Ramón Valdivieso, Ramón Vicuña, Eduardo Muñoz, Guillermo Grant, Rodolfo Armas, Alejandro Garretón y Hernán Alessandri.
Además de sentar las bases de la Medicina Interna en Chile, estos médicos modelaron la educación médica, marcaron hitos para el progreso del ejercicio profesional, y fundaron sociedades de subespecialistas en las áreas de Cardiología, Gastroenterología, Hematología, Reumatología, Nefrología, Infectología, Endocrinología y Diabetología. Sus discípulos las perfeccionaron y las generaciones actuales impulsaron las más recientes como son las subespecialidades de Medicina Intensiva y Geriatría.
Texto escrito sobre la base de los artículos de Medicina Interna publicados en el mes de noviembre de 2006 en la Revista Médica de Chile, realizados por la Directiva de la Sociedad Médica de Santiago y por el doctor Humberto Reyes.
