Alzheimer, un siglo de enfermedad
A 25 kilómetros de Stuttgart, en Alemania, se encuentra Tübingen, una pequeña ciudad que en 1906 fue escenario de un importante hecho para la historia de la medicina. En la XXXVII Conferencia de Psiquiatría del Sudoeste Alemán, el patólogo y psiquiatra Alois Alzheimer presentó la conferencia “Una enfermedad característica del córtex cerebral”, donde describió el caso de Aguste D.
Hijo del notario Eduard Alzheimer y su segunda esposa Theresia, Aloysius Alzheimer (1864 - 1915) nació en una pequeña aldea cercana a Wüzburg. Luego de estudiar medicina en las universidades de Berlín, Tübingen y Würzburg, desarrolló su tesis doctoral titulada “Sobre las glándulas ceruminosas del oído”. Más tarde, comenzó a trabajar en el Hospital para Enfermos Mentales y Epilépticos de Frankfurt am Main, donde alcanzó la posición de médico jefe, creando un laboratorio de investigación del cerebro.
Precisamente en ese centro de salud, el año 1901 examinó por primera vez a Aguste D., una mujer de 51 años que presentaba pérdida de memoria, desorientación, afasia, apraxia, agnosia, parafasia y manía persecutoria. El caso le pareció tan interesante que decidió seguir de forma minuciosa la evolución de la paciente.
Según las anotaciones de Alois Alzheimer, el primer síntoma que presentó Auguste D. fue la aparición de celos hacia su marido; muy pronto manifestó alteraciones de la memoria e incluso pensaba que alguien la quería matar. “… ella permanece sentada en la cama con expresión de impotencia. Le pregunto: ¿cuál es su nombre? Auguste. ¿Y su apellido? Auguste. ¿Y el nombre de su esposo? Auguste, creo. ¿El de su marido? Ah, mi marido… ( ella mira como si no comprendiera la pregunta ). ¿Está usted casada? Con Auguste. ¿Sra. D.? Sí, con Auguste D.”, escribió el médico en uno de sus cuadernos.
En 1903 el psiquiatra dejó Frankfurt y, después de una corta estadía en Heidelberg, se trasladó a Munich para continuar sus actividades médicas y científicas en la Clínica Psiquiátrica Real, siguiendo a su director Emil Kraepelin, una de las mayores personalidades de la psiquiatría biológica alemana de aquella época.
En ese establecimiento asistencial, el doctor Alzheimer fundó el prestigioso Centro de Investigación de Histología Patológica, donde llevó a cabo estudios sobre una amplia gama de temas, incluyendo las demencias de origen ateriosclerótico y degenerativo y las psicosis.
Cuando Auguste D. falleció a comienzos de 1906, su cerebro fue donado al médico para que lo estudiara. Los resultados de la autopsia evidenciaron la existencia de atrofia generalizada y arteriosclerosis; así mismo se encontraron, por primera vez en la historia de la neuropatología, ovillos neurofibrilares y depósitos de sustancia amiloidea, anomalías que en la actualidad continúan siendo las características histopatológicas principales de la Enfermedad de Alzheimer.
Tras publicar sus hallazgos, el doctor Alzheimer continuó estudiando otros casos de esta enfermedad. Para ello se centró en la familia de su segundo paciente, “Johann F.”, quien murió en octubre de 1910 a los 57 años, presentando cambios cerebrales similares a los de Auguste D. Fue entonces que la enfermedad descrita por el psiquiatra pasó a denominarse demencia presenil, quedando definida para los casos de demencia anterior a los 60 años. Sin embargo, el aumento de la expectativa de vida hizo que aparecieran estas manifestaciones en la población de mayor edad.
Aunque la presentación del primer caso y su publicación no fue especialmente bien recibida por la comunidad científica de la época, tras dar a conocer las experiencias posteriores, el cuadro recibió el nombre de Enfermedad de Alzheimer y, hacia 1920, esta denominación ya era utilizada de manera habitual.
Sin duda hoy en día la Enfermedad de Alzheimer es uno de los trastornos neuropsiquiátricos que concentra más investigación básica y clínica, mayor preocupación de familiares y autoridades de salud y un creciente interés de los medios de comunicación.
Paradójicamente, este cuadro clínico permaneció en una suerte de hibernación científica por décadas. No fue hasta los años ‘60 cuando la enfermedad descrita por Alois Alzheimer empezó a cobrar interés. Tres décadas más tarde, en 1992 y 1997, en la ciudad de Munich fueron redescubiertas muestras histológicas originales de los casos de Auguste D. y Johann F., lo que permitió reevaluar positivamente aspectos neuropatológicos y clínicos reseñados hace cien años.
Se trata de una compleja patología neurodegenerativa, progresiva y, hasta ahora, incurable. Una enfermedad de difícil manejo médico, sujeta a un enorme esfuerzo económico en terapias y medicamentos y que afecta, en promedio, al cinco por ciento de las personas mayores de 65 años.
Hace cinco años la Enfermedad de Alzheimer sólo se diagnosticaba en su etapa terminal o de demencia, lo que médicamente se describe cuando existe una pérdida de las capacidades cognitivas al punto que inhabilita a una persona para funcionar bien. Recientemente se ha demostrado que la aparición de las lesiones por efecto de la sustancia amiloide se produce mucho antes de que las personas tengan alguna molestia y que gradualmente, con los años, se van depositando en mayor cantidad hasta que surgen los síntomas.
Por ello, en la actualidad se está trabajando en el desarrollo de exámenes por medio de la Tomografía por Emisión de Positrones que detectan la sustancia amiloide, lo que permitiría hacer diagnósticos más tempranos y, consecuentemente, retrasar farmacológicamente la enfermedad, aunque por períodos cortos.
Por cierto, más allá de estos métodos, todos los esfuerzos a nivel mundial están centrados en descubrir la causa y la cura de este cuadro que podría constituir una situación sanitaria muy grave en las próximas décadas. Una patología que ya afecta a 34 millones de personas y que fue descrita por primera vez hace 100 años.
