Historia:
Paracelso: el estudioso de los procesos químicos
Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, también conocido como Paracelso, es uno de los personajes más contradictorios de la historia de la medicina. Su figura dicotómica envuelve lo medieval y renacentista en su pensamiento: en medicina, siempre buscó lo nuevo y se enfrentó a la autoridad tradicional, mientras que su concepción astrológica y mística fue más medieval que los médicos de aquella época
Paracelso nació en Einsiedeln, Suiza, el 10 de noviembre del año 1493 en pleno Renacimiento europeo donde se dio un auge en el estudio de la anatomía humana y en la observación de la naturaleza. Fue contemporáneo a los grandes reformadores de la Iglesia que provenían de Alemania y Suiza.
Pese a los grandes cambios que se estaban llevando en esa época, la Iglesia y el Estado continuaban con la “cacería” de brujas que se había iniciado en la Edad Media. Incluso, entre la comunidad médica se mantenía la creencia sobre el origen demoníaco de las enfermedades, ideas que el mismo Paracelso comenzó a rebatir desde muy temprana edad. Para él, por ejemplo, “las enfermedades mentales no guardan relación alguna con malos espíritus o con diablos, uno no debe estudiar cómo exorcizar al diablo, sino como curar al insano”, decía.
Su padre era médico y, al parecer, gracias a él se interesó por la naturaleza, especialmente por aquellos aspectos relacionados con la mineralogía, la alquimia y la medicina popular. A los ocho años de edad su familia de trasladó a los Alpes austríacos, a Villach, junto a una abadía de los benedictinos. Recibió su primera educación de los monjes del monasterio. Primero estudió las artes liberales para luego dedicarse a la medicina. Con ese propósito se fue a Ferrara, en Italia. Allí se tituló de doctor y, siguiendo la costumbre de la época, latinizó su nombre y eligió el de Paracelsus.
Al titularse, a los 23 años aproximadamente, ya tenía una gran experiencia en la observación de los enfermos. Se convenció de que “el arte de sanar” había que buscarlo en la naturaleza y no en los libros, por lo que él “debía salir y recorrer el mundo para conocer las enfermedades y las medicinas naturales que usaban los campesinos, artesanos, barberos y mujeres de pueblo para curarlas”.

Fue así como inició un largo viaje por Europa en busca del conocimiento de la alquimia, antigua práctica protocientífica que combinaba elementos de la química, física, astrología, arte, semiótica, metalurgia, medicina y misticismo. A pesar de que estas prácticas eran usadas fuera de lo que actualmente se conoce como método científico, la alquimia puede considerarse como la precursora de la moderna ciencia química antes de la formulación del método científico.
Viajó a Moscú y desde allí, descendiendo a través de Kiev por los Balcanes, llegó a Asia Menor y Egipto. Sus 12 años de peregrinación terminaron cuando regresó a Villach, pasando antes por Italia. Él decía que "todas las praderas y los campos, todas las montañas y colinas son farmacias. Quien quiera investigar la naturaleza, debe recorrer sus libros con los propios pies. Los escritos se descifran por medio de sus letras, pero la naturaleza se descubre, yendo de tierra en tierra, y considerando a estas, tan pronto como tierras, tan pronto como páginas. Así como en el Codex Naturae, es menester dar vueltas a sus hojas”.
Sus investigaciones se volcaron sobre todo en el campo de la mineralogía, produjo medicamentos con la ayuda de los minerales para destinarlos a la lucha del cuerpo contra la enfermedad. Además, estudió y descubrió las características de muchas enfermedades como sífilis, bocio, entre otras y para combatirlas se sirvió del azufre y el mercurio.
A los 30 años escribió su primera obra Paramirum donde analizaba las causas generales de las enfermedades. En este libro se une su lado místico y astrológico, lo que dio como resultado una especie de antropología médica.
En sus últimos años, su espíritu viajero lo llevó a Egipto, Arabia, Constantinopla y en cada lugar que visitó aprendió algo nuevo sobre medicina. Luego de viajar por 10 años regresó a Austria en 1524 donde se convirtió en El gran Paracelso. Fue designado como médico del pueblo y profesor de la Universidad de Basel, donde publicó un manifiesto en el que expresaba su disconformidad con la medicina hipocrática y galénica. Impartió clases basándose en su experiencia y junto a la cama de los enfermos. Frente al latín utilizaba la lengua vernácula y admitía entre sus alumnos a barberos cirujanos, lo que no era muy bien visto por sus pares. A pesar de ello, estudiantes y estudiosos de toda Europa concurrían a escucharlo.
Paracelso postulaba que el conocimiento debía estar al servicio de la humanidad, permitiéndole entender y ser parte de la naturaleza que lo rodeaba y del universo que lo contenía.
Después de su último peregrinaje se estableció en Alsacia, donde publicó el Paragranum, uno de sus libros más importantes. En aquella ciudad, retomó la medicina y se dedicó a plasmar sus conocimientos en sus últimas obras. El príncipe Ernesto de Baviera le ofreció radicarse el Salzburgo, donde murió en 1541.
Dentro de sus aportes se cuentan la descripción de la pneumoconiosis; el descubrimiento de la relación entre cretinismo y bocio; y el empleo del hierro y otras sustancias inorgánicas en la terapéutica. Además, introdujo la noción de enfermedades metabólicas y la idea de sustancias químicas con fármacos específicos.
Gracias a Paracelso, por primera vez entró en escena el pensamiento alemán en la historia de la medicina. Fue el iniciador de la química farmacológica e incluso se adelantó dentro de la medicina hacia las ciencias naturales en su época.
