El doctor Bach y su terapia de las emociones
El doctor Edward Bach fue un destacado médico inglés que, desde niño, sintió una fuerte conexión con la naturaleza y una tremenda empatía con el dolor de las personas. Por lo que decidió estudiar medicina para ayudar a calmar ese sufrimiento.
En 1912 finalizó su carrera en la Universidad de Birminghan; junto con las prácticas en el University College Hospital de Londres. Fue nombrado médico oficial del Hospital Universitario y, a fines de ese año, cirujano del Hospital Temperance.
Si bien pensaba que esa era la forma, se sentía cada vez más frustrado por los resultados que obtenía con los tratamientos de la medicina ortodoxa. Comenzó a estudiar inmunología y bacteriología, siempre con el fin de buscar en la naturaleza el sistema de curación de la enfermedad, pues su gran cuestionamiento era tratar la causa de la enfermedad y no los síntomas.
Su sentido agudo de la observación le permitió ver que algunos pacientes con la misma enfermedad tenían otras características comunes: la postura, la forma de hablar, los gestos y las expresiones. Empezó entonces a analizar a sus pacientes, no sólo a partir de sus enfermedades y síntomas, sino por sus personalidades.
Paralelamente a este período de auto-estudio, sintió la necesidad del contacto con los bosques y ríos de Gales, su tierra natal. Luego de una enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte, dejó su trabajo en el hospital y se dedicó a investigar en su laboratorio algo que no sabía muy bien lo que era.
Para el doctor Bach resultaba esencial reconocer que el hombre tiene dos aspectos: uno espiritual y otro físico y que de los dos, el espiritual era el más importante. La salud era el estado de armonía entre estos aspectos, teoría que compartía con médicos como Hipócrates, Paracelso y Samuel Hahnemann.
Concluyó, entonces, que “bajo de las enfermedades subyacen nuestros temores, nuestras ansiedades, nuestras concupiscencias, nuestros gustos y fobias”, y que “lo que hoy se conocen como enfermedades, no son más que síntomas de una enfermedad mucho más profunda, ya que ésta no es material en su origen”, por lo que se originaría en un plano por encima del físico.
“Las verdaderas enfermedades son defectos que conviven a diario con nosotros y, en ocasiones, los cultivamos creyéndoles virtudes”. Asimismo, identificó siete defectos responsables de los múltiples padecimientos del hombre: orgullo, crueldad, odio, egoísmo, ignorancia, inestabilidad y codicia”. Como era psicómetra, comenzó a percibir la energía existente en la materia y fue así como llegó a las flores. Se percató que ellas eran los elementos vivos que más se acercaban a los niveles de mayor vibración energética del ser humano.
Las plantas, en este caso las flores, son formas conscientes de vida, responden a su medio ambiente, pueden sentir, reaccionar y moverse. Según los científicos, ellas poseen un sistema nervioso y reaccionan ante el pensamiento humano. El doctor Bach descubrió que determinadas plantas son capaces de aliviar o de contrarrestar los problemas emocionales humanos, que no se basan en la reacción físico-química de las flores, sino que en las propiedades de la energía sutil que existen en el interior de la planta.
Después de experimentar los efectos de algunas tinturas de flores en él, y luego en animales, logró reunir 38 remedios, cada uno con una aplicación específica para un tipo de personalidad, compuestos por 34 flores silvestres, tres flores de cultivo y agua de manantial, los que empezó a probar con pacientes, recetándolos de acuerdo al tipo de personalidad en lugar de a los síntomas.
Actualmente, la terapia con flores de Bach se incluye como una variante de terapia médica alternativa, pero su clasificación es difícil y, generalmente, es considerada como un derivado de la Homeopatía. Su implementación y aplicación como terapia, generalmente, no están reconocidas oficialmente por los sistemas sanitarios estatales y menos reglamentadas legalmente, excepto en Chile y Cuba.
En nuestro país el ministerio de Salud la incluyó en el Decreto 42, que regula a las terapias complementarias, dándole el reconocimiento de auxiliares de la medicina tradicional. Tanto es así que en el Hospital Félix Bulnes se creó el Programa de Medicina Complementaria que ha ayudado a disminuir el estrés y a mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos del recinto.
En el año 2007, se creó en el Hospital San José la Unidad de Medicina Integral con el fin de entregar prácticas médicas efectivas en diferentes contextos socio-culturales, integrando las visiones del mundo y su relación, en un modelo que una la medicina clásica occidental con el de otras medicinas tradicionales y sus diferentes cosmovisiones en salud a través de un solo hilo conductor: la integración.
Desde entonces, se ha realizado un gran trabajo en la resolución de los problemas de salud y del sufrimiento físico y psicológico de los pacientes crónicos y poli consultantes que han sido derivados a la unidad.
Algo parecido ocurre en la Unidad de Oncología Pediátrica del Hospital Sótero del Río, cuando asumieron que la parte médica no daba respuestas totales y se abrieron a las terapias complementarias, que se entregan –hace ya seis años- a los pacientes y sus familiares, con resultados bastante positivos. Si bien los miembros de la Unidad están seguros que el dolor que sufren los niños al someterse a quimioterapia o transfusiones de sangre no desaparece, han visto que los pequeños experimentan una disminución del miedo hacia ese dolor, lo que les ha ayudado en la adhesión al tratamiento.
Las Flores de Bach son perfectamente compatibles con cualquier medicamento y, en muchos casos, se ha comprobado que la toma simultánea de ambos preparados acelera y mejora el proceso de curación.
Lo que el doctor Bach ha proporcionado a la medicina moderna son sus elíxires florales, una poderosa herramienta complementaria para encontrar la cura o respuesta a muchos problemas físicos asociados con las emociones, facilitando la reconexión con la parte más elevada de nosotros mismos.
La idea es integrar ambas visiones, es decir, la de la medicina alopática con la no tradicional, porque ambas aportan. Rescatando lo mejor de cada una, es posible trabajar en equipos multidisciplinarios y obtener mayores avances en los pacientes para que consigan alcanzar una Mens sana in corpore sano, como decía el poeta romano Juvenal.
