Musicoterapia para recuperarse…
El uso de la música tiene una serie de efectos fisiológicos. Influye sobre el ritmo respiratorio, la presión arterial, las contracciones estomacales y los niveles hormonales. Los ritmos cardiacos se aceleran o se vuelven más lentos de forma tal que se sincronizan con los ritmos musicales. Es más, la música puede alterar poderosamente los ritmos eléctricos de nuestro cerebro.
Durante las primeras semanas y meses de recuperación después de un derrame cerebral, el cerebro sufre cambios dramáticos en vías de su recuperación, lo que se puede mejorar aún más por estimulación proporcionada externamente. Se ha observado, que posterior a un accidente cerebrovascular, puede haber una mejora de la recuperación motora a través del enriquecimiento ambiental somatosensorial, motor, de los entornos virtuales y la estimulación periférica y cortical. Curiosamente, la estimulación multimodal, incluida la auditiva, visual y olfativa, combinada con el medio ambiente enriquecido potencia más la recuperación que un medio ambiente enriquecido solo. La evidencia desarrollada en estudios animales también sugiere que un entorno rico en sonidos mejora las funciones de la corteza auditiva así como el aprendizaje y la memoria.
Para el cerebro humano, una de las fuentes más poderosas de estimulación auditiva es la música. Escuchar música es un proceso complejo para el órgano, ya que gatilla una secuela de los componentes cognitivos y emocionales con diferentes bases neuronales. Recientes estudios de imagen cerebral han mostrado que la actividad neurológica asociada a la escucha de música va mucho más allá de la participación del área auditiva, ya que involucra una amplia red conformada por las zonas frontal, temporal, parietal y subcortical, todas relacionadas con la atención, los procesos semánticos y sintácticos; y las funciones motoras y del recuerdo, así como también las regiones límbicas y paralímbicas ligadas al procesamiento emocional. La música tiene un efecto bien documentado sobre el alivio de la ansiedad, la depresión y el dolor en pacientes con una enfermedad somática. Algunos estudios cognitivos y neuropsicológicos sugieren que puede potenciar una variedad de funciones cognitivas, como la atención, el aprendizaje, la comunicación y la memoria, tanto en sujetos sanos como en condiciones clínicas, como la dislexia, el autismo, la esquizofrenia, la esclerosis múltiple, la enfermedad de las arterias coronarias y la demencia. En particular, para la rehabilitación del accidente cerebrovascular, la música se ha utilizado como parte de la fisioterapia y terapia de la comunicación para mejorar la recuperación de las funciones motoras y del habla. Además, los estímulos auditivos no verbales han demostrado renovar temporalmente la pérdida visual después de un accidente cerebrovascular.
Para la RAE, la musicoterapia o terapia musical es el empleo de la música con fines terapéuticos, por lo general psicológicos. Actualmente se emplea con bases científicas para lograr cambios físicos, emocionales y conductuales tanto en niños como en adultos y personas de la tercera edad con el objetivo de tratar los síntomas y secuelas de algunas afecciones y sobre todo para mejorar la calidad de vida de las personas. La forma moderna tiene su origen en Inglaterra: el más antiguo texto sobre música y medicina fue escrito por el doctor Richard Browne y publicado en 1729. Este escrito titulado Medicina Musical, aplicaba a la musicoterapia los principios científicos recientemente elaborados por el matemático y filósofo Rene Descartes.
La Evidencia
Un reciente hallazgo publicado en la prestigiosa revista Brain (Teppo Särkämö et al. Music listening enhances cognitive recovery and mood after middle cerebral artery stroke. Brain 2008 Mar; 131(Pt 3):866-76), determinó que oír música durante la primera etapa posterior al accidente cerebrovascular mejoraba la recuperación cognitiva y prevenía el desánimo. En concreto, después de 2 meses de intervención, los pacientes que escucharon su música favorita 1 a 2 horas por día mostraban una fuerte mejoría de la atención y la memoria verbal respecto a los pacientes que habían escuchado libros de audio o no habían oído nada. Además, los primeros individuos también experimentaron menos depresión y, en menor medida, menos problemas de confusión después de la intervención. Estas diferencias observadas en la recuperación cognitiva pudieron atribuirse directamente a los efectos de la música. Además, el hecho de que la mayoría de la música también contenía letras, hace pensar que es el componente musical (o la combinación de la música y la voz), lo que desempeña un papel crucial en la recuperación del desempeño cognitivo.
Por su propia naturaleza, la música tiene fuertes conexiones con los sistemas de atención y la memoria. Ensayos controlados aleatorios han demostrado que la musicoterapia optimiza la cognición y la fluidez verbal en pacientes con demencia, las puntuaciones de los síntomas en pacientes con esquizofrenia y la capacidad de comunicación en niños autistas. Estudios similares también han demostrado que mejora las habilidades fonológicas y ortográficas en niños disléxicos, el contenido y la fluidez del habla en pacientes con demencia y la fluidez verbal en pacientes bajo rehabilitación cardíaca. En conjunto, estos resultados proporcionan pruebas de que la música involucra y facilita una amplia gama de funciones cognitivas.
La música también tiene una estrecha relación con las emociones y la excitación. Las pruebas sugieren que escucharla modula la excitación emocional al normalizar la recuperación de las funciones cardiovasculares y respiratorias, y disminuir los niveles de cortisol después del estrés. La terapia músical ha demostrado reducir la ansiedad y la depresión en pacientes con una enfermedad somática, y anecdóticamente, también en pacientes neurológicos. Estos hallazgos señalan, entonces, que tiene un efecto analgésico al reducir los estados ansiosos y dirigir la atención lejos de las experiencias negativas, lo que ayuda hacer frente al estrés emocional.
En resumen, la musicoterapia puede facilitar una amplia variedad de funciones cognitivas y emocionales. Sin embargo, se desconoce si estos efectos son verdaderamente específicos, selectivos a unas pocas funciones cognitivas o de larga duración. No obstante, los resultados de la publicación de la revista Brain, indicaron que la música, cuando se aplica durante el período más dinámico de recuperación del daño neuronal, puede inducir cambios a cierto plazo sobre la cognición a través de una mayor recuperación de la atención y la memoria verbal. Curiosamente, el efecto sobre la atención fue más pronunciado en pacientes que habían sufrido daño en el hemisferio controlador del lenguaje. Esto refleja, muy probablemente, el fuerte componente verbal en las tareas que se utilizan para evaluar la atención. Además, escuchar música se asoció con menos momentos de depresión, sugiriendo que puede ayudar a hacer frente a la presión emocional provocado por la repentina y grave enfermedad neurológica.
