Escasez de agua: la sed del mundo
Por Paloma Baytelman
Conservar, prevenir su contaminación, regular el suministro y la demanda y contener el crecimiento de la población, son tareas necesarias para evitar la escasez de agua en el mundo. Esta realidad parece muy lejana para muchas personas acostumbradas desde siempre a abrir la llave sin pensarlo dos veces.
En Chile más del 90 por ciento de la población cuenta con acceso al agua potable, ya sea a través de una conexión domiciliaria o gracias a fuentes cercanas a los hogares. Este escenario hace difícil dimensionar la compleja realidad mundial con respecto a los recursos hídricos, pues los suministros son renovables pero también finitos y en un número creciente de lugares, sus habitantes están extrayendo agua de ríos, lagos y fuentes subterráneas más rápidamente de lo que tarda en renovarse.
En el transcurso del siglo XX la población mundial se cuadruplicó y su crecimiento continúa rápidamente. Sin embargo, la Tierra tiene la misma cantidad de agua que hace 2.000 años -cuando estaba habitada sólo por 200 millones de personas-, pero el consumo doméstico y de regadíos se ha multiplicado por nueve. Esta realidad significa que en los próximos 20 años el promedio mundial de abastecimiento de agua por habitante habrá disminuido en un tercio y, a mediados de este siglo, unos 7.000 millones de personas podrían sufrir escasez de agua.
Además del impacto provocado por el crecimiento de la población, la demanda de agua dulce ha aumentado paralelamente al desarrollo industrial, el avance de la agricultura de regadío, la urbanización masiva y los niveles de vida más altos.
La escasez de agua dulce se ha transformado en uno de los problemas más críticos referentes a recursos naturales que enfrenta la humanidad. Se estima que para el 2025 el planeta estará habitado por 8.300 millones de personas, lo que afectará considerablemente las reservas de agua que hay en el planeta. La alimentación de este importante volumen poblacional requerirá 60 por ciento más de alimentos que los que se consumen actualmente. En vista de que la agricultura es el sector que más agua consume, incrementar la producción agrícola significará también tomar cada vez más agua de las reservas limitadas, sobre las que ya se ejerce mucha presión.
Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 31 países, que representan el ocho por ciento de la población mundial, tienen déficit crónico de agua dulce, cifra que se espera crezca en los próximos 20 años, afectando a 48 países que albergarán al 35 por ciento de los habitantes del planeta. Entre las naciones que probablemente se verán afectadas por la escasez de agua están Etiopía, India, Kenya, Nigeria y Perú.
Don Hinrichsen, principal autor del informe “Soluciones para un mundo con escasez de agua” y consultor del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (FNUAP), ha dicho que “el agua dulce es el lubricante del desarrollo” y por ello la escasez del recurso impide mejoras futuras en la calidad de vida. “La población crece con rapidez y eso requerirá un aumento del uso por persona de agua para producir suficientes alimentos, mejorar la higiene y salud personal y abastecer a las ciudades e industrias”.
El mal uso

No sólo el aumento en la demanda afecta el suministro del agua dulce disponible en el planeta, sino que además el líquido está disminuyendo producto de la creciente contaminación de los recursos hídricos. Tanto es así, que se calcula que en la actualidad hay 12.000 kilómetros cúbicos de agua contaminada en el planeta.
En algunos países, lagos y ríos se han transformado en receptáculos de desperdicios tan diversos como aguas servidas, desechos industriales tóxicos y sustancias químicas dañinas usadas en la agricultura. A modo de ejemplo, cabe señalar que los 14 ríos más importantes de la India están seriamente afectados y tres cuartas partes de los 50.000 kilómetros de los grandes ríos chinos ya no tienen peces debido a la contaminación.
En efecto, el agua contaminada, la evacuación inadecuada de desechos y la deficiente ordenación de las aguas, causan serios problemas de salud pública en gran parte del mundo. Enfermedades relacionadas con el agua, como el paludismo, cólera, fiebre tifoidea y esquistosomiasis dañan o matan a millones de personas todos los años. En la actualidad, 3.350 millones de personas sufren patologías relacionadas con la falta de acceso al agua y cinco millones de personas, en su mayoría niños, mueren anualmente por enfermedades ligadas a este recurso.
El uso excesivo y la contaminación de los suministros de agua, se han transformado en un riesgo creciente para numerosas especies además de causar serios daños al medio ambiente.
En México DF, por ejemplo, el 80 por ciento del suministro proviene de agua subterránea, la cual va disminuyendo continuamente ya que la extracción supera con creces la reposición del recurso. En lugares como Albuquerque, Las Vegas y Tucson en Estados Unidos, la excesiva extracción de aguas subterráneas ha provocado incluso hundimientos del terreno.
En algunas regiones, el problema no sólo pasa por la falta de agua dulce potable, sino también por mala gestión y distribución de los recursos hídricos. El 70 por ciento del líquido que hay en el mundo se utiliza para la agricultura, sin embargo, mucho se pierde en los procesos de riego que, la mayoría de las veces, funcionan de manera ineficiente. Esta situación hace que el agua se evapore o vuelva al cauce de los ríos, provocando serios riesgos para la salud. Un ejemplo de ello es el anegamiento de algunas zonas del Asia meridional, donde la utilización excesiva del agua para riego es el principal factor de la transmisión de la malaria. Asimismo, casi la mitad del recurso de los sistemas de suministro de agua potable del tercer mundo se pierde por filtraciones y conexiones ilícitas.
La importancia de la conservación

El 71 por ciento de la superficie del planeta está formado por agua; el 97.5 por ciento corresponde a agua salada y el 2.5 por ciento restante está en los continentes como agua dulce. Esta última abarca 39 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales 29 millones se encuentran en estado sólido en los casquetes polares y glaciares, 5 millones son aguas subterráneas y los otros 5 corresponden a las aguas superficiales.
El agua es un recurso renovable pero limitado. El ciclo hidrológico asegura que exista la misma cantidad de agua ahora que cuando se formó la tierra. Sin embargo, por el crecimiento demográfico y el continuo aumento en la demanda para la misma cantidad de agua, ésta podría agotarse. Resulta aún más preocupante la contaminación del recurso, que provoca daños irreparables a la salud tanto de las personas como del medio ambiente.
El agua es el recurso que permite la vida en la tierra; el 70 por ciento del cuerpo humano está compuesto de ella, una persona comienza a sentir sed después de perder sólo el uno por ciento del líquido corporal y corre peligro de muerte si la pérdida se aproxima al 10 por ciento, por lo que el ser humano puede sobrevivir apenas unos pocos días sin consumir agua dulce.
Por ello, para evitar la crisis será necesario aplicar políticas y estrategias apropiadas, relacionadas con la conservación y el mejor aprovechamiento de los recursos no sólo en lo referente al abastecimiento de agua, sino también a la regulación de la demanda.
Los expertos han comenzado a hablar de la necesidad de una “revolución azul”, es decir, de un proceso mundial que permita ordenar los suministros de agua dulce frente a la creciente demanda de la población, la agricultura de regadío, las industrias y las ciudades. Para que este propósito se haga realidad, será necesario lograr respuestas coordinadas a los problemas a niveles local, nacional e internacional.
Las estrategias de administración de las reservas hídricas deberan incluir el tratamiento de los desperdicios que se arrojan al agua, la reducción de su uso industrial, mejoras de la eficiencia de los riegos y la reutilización de las aguas servidas. Estas iniciativas permitirían que el recurso se pueda usar mucho más eficientemente, aún en zonas de escasez, tanto rurales como urbanas.
Desde el punto de vista local, algunas iniciativas han demostrado que cuando las comunidades utilizan eficientemente los recursos de agua dulce, también aprovechan mejor otros recursos naturales, mejoran el saneamiento y reducen las enfermedades. En el plano nacional, resulta importante crear estrategias de ordenamiento de los recursos hídricos. Los organismos internacionales en tanto, deben adoptar políticas de equidad que permitan asegurar el suministro y gestión de los recursos de agua dulce y proporcionar saneamiento como parte de los programas de desarrollo y salud pública.
Un mundo con escasez de agua es intrínsecamente inestable, motivo por el cual de presentarse una crisis, ésta podría dificultar el mejoramiento de los niveles de vida y la salud en muchos países. Incluso podría significar conflictos por el acceso a suministros escasos de agua dulce. De ahí que las organizaciones internacionales estén buscando soluciones transversales que involucren a todos los estamentos de la sociedad.
2003: Año Internacional del Agua dulce
La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en su resolución 55/196 el año 2003 como el Año Internacional del Agua dulce, gracias a una iniciativa del gobierno de Tajikistan, que fue adoptada el 20 de diciembre de 2000 y apoyada por 148 países.
