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En mayo de 2020, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO) publicó el informe titulado “COVID-19 y educación superior: de los efectos inmediatos al día después”, donde confirma que el cierre preventivo de escuelas y universidades afectó a 1.570 millones de estudiantes de 190 países, 160 millones de ellos residentes en América Latina y el Caribe.

La contingencia aceleró la implementación de herramientas de apoyo para sortear las dificultades que impuso el distanciamiento social. Las escuelas de medicina incorporaron la tecnología para mantener el trabajo pedagógico, como las clases online, pero su efectividad a mediano y largo plazo deja algunas dudas debido a la ausencia de entrenamiento real y contacto con pacientes.

Diez años en el decanato de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Este (UNE) en Alto Paraná y su cargo como director de docencia e investigación en el Hospital Regional de Ciudad del Este le permiten al doctor Hugo Casartelli Oreggioni hacer un diagnóstico de los desafíos en la formación médica.

“Nuestra unidad académica comenzó su funcionamiento hace 25 años. Es la más joven de la UNE y estamos en plena etapa de desarrollo. Tenemos dos carreras de grado, medicina y enfermería, ambas acreditadas por las agencias correspondientes. Además, ofrecemos cursos de posgrado, especializaciones en clínica médica, ginecología, cirugía, pediatría y medicina familiar en el Hospital Regional de Ciudad del Este, además de maestrías y doctorados. Incluso, el primer doctorado en ciencias médicas del país fue dictado por nosotros”, comenta.

- ¿Cuál fue el principal desafío durante su gestión?

Sin duda la pandemia por COVID-19. Fue una situación bastante difícil, porque veníamos de los problemas que se habían generado por el brote de dengue. Esta crisis obligó a replantear proyectos, pero a diferencia de muchas unidades académicas nosotros no paramos. Hicimos una reingeniería y nuestros alumnos siguieron avanzando en sus procesos educativos. Los residentes se adecuaron al igual que los docentes a una nueva forma de trabajo.

- ¿Cómo recuerda ese periodo de adaptación?

Tuvimos que abrirnos al uso de herramientas que hasta ese momento no eran utilizadas de manera masiva como la telemedicina. Hicimos cursos de entrenamiento dirigidos en particular a los docentes de mayor edad que no estaban habituados a esta tecnología, junto con fortalecer las plataformas digitales. Diseñamos una estrategia orientada a mantener las clases en paralelo al trabajo en los campos de práctica, lo que incluyó la realización de cursos de bioseguridad dictados por el Ministerio de Salud y Bienestar Social para evitar contagios.

- Una dificultad puede convertirse en una oportunidad de crecimiento…

Claro que sí. Prueba de ello es que quedó implementada una nueva estructura y metodología de trabajo. Por ejemplo, ahora contamos con un Laboratorio Molecular para el procesamiento de muestras. Es el primero en Alto Paraná y funciona al alero de la UNE gracias a una alianza público-privada donde participan también una empresa agroganadera y el ministerio. Fue un logro importante, porque en ese momento carecíamos de la infraestructura y tecnología necesaria. Pasada la pandemia el laboratorio sigue funcionando y estamos creando el primer banco genético del país.

- ¿Cree que la pandemia afectó los procesos formativos?

Eso habrá que evaluarlo en el futuro. En general, la incorporación de conocimientos y habilidades prácticas no se realizó como se venía haciendo los años anteriores, pero creo que enfrentamos bien el desafío. Las secuelas, consecuencias, beneficios o fortalezas de la educación virtual o semipresencial son temas que seguimos analizando. Conocimos nuevas formas de hacer las cosas y personas muy valiosas, además de aprender a trabajar en equipo y grupos de contingencia, lo que sin dudas deja enseñanzas.

- ¿Qué herramientas son más efectivas?

Primero que todo resaltaría la bioseguridad, una materia que en general estaba pendiente y no manejábamos con rigurosidad. Por otro lado, ya desde el punto de vista académico, la telemedicina representa un gran avance, tanto en enseñanza como en atención de pacientes. El desarrollo tecnológico en radiografías digitales, tomografía y la parte laboratorial impactan de forma positiva. La plataforma informática que queda instalada es una contribución en la labor clínica y formativa. Nuestros recursos humanos se fortalecieron en el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) aplicadas a la salud, pero es importante dejar claro que la relación médico-paciente no puede depender de esto. El contacto directo con los enfermos no debe cambiar.

- ¿Cuál es el sello particular que buscan en sus egresados?

Uno de nuestros objetivos principales es incentivar la investigación. Creemos que es un déficit a nivel país que hay que comenzar a revertir. Queremos ir creciendo de a poco, con pasos seguros, con estudiantes conectados con el desarrollo tecnológico y también con la realidad y necesidades de la comunidad donde están insertos.

- En una etapa de profundos cambios en la práctica médica, ¿qué reflexión puede hacer?

La medicina no es solo una profesión. Es una opción de vida que involucra muchos sacrificios. Pienso que la pandemia nos puso a todos en la misma línea de arranque, a toda la sociedad. Tengo la esperanza que esta crisis haya sensibilizado a las personas y seamos más humanos. Desde la mirada formativa, es importante reafirmar el compromiso con los pacientes. Debemos convivir y trabajar para ellos.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez