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29 Marzo 2021

Dra. Carolina Salazar Zapata:

“Este contexto nos permite cultivar habilidades y valores en nuestros hijos”

La crisis por COVID-19 representa un desafío para la psiquiatría infanto juvenil, en la pesquisa y abordaje de enfermedades, además de una oportunidad para promover el desarrollo integral en esta etapa de la vida.

El manejo de la pandemia ha requerido la implementación de medidas sanitarias y restricciones en la movilidad de la población que, sumadas a la incertidumbre y temor al contagio, han acrecentado problemas en la salud mental en niños y adolescentes.

Para ellos resulta complejo asumir un contexto que los distancia de sus amigos e intereses, generando aislamiento físico, ansiedad, desánimo, frustración, estrés, irritabilidad y trastornos alimentarios, cambios conductuales que de agudizarse requieren la intervención inmediata de un profesional. Así lo cree Carolina Salazar Zapata, psiquiatra infanto juvenil formada en la Universidad de Concepción (Chile) y cofundadora del Centro Médico EducaSano, institución dedicada a la atención de la salud mental integral.

“Desde nuestra creación, en medio de esta crisis sanitaria, nos propusimos brindar una atención de calidad basada en el conocimiento clínico, buen trato y, sobre todo, en el trabajo multidisciplinario”, explica la especialista con diplomados en psiquiatría comunitaria, manejo de trastornos neurológicos pediátricos e intervenciones clínicas en abuso sexual en infancia y adolescencia.

“En general se han intensificado cuadros que ya estaban presentes y también han surgido casos nuevos, destacando episodios de ansiedad y depresión reactiva al confinamiento, estrés postraumático, trastornos obsesivos compulsivos y alimentarios”.

- La depresión representa un problema de salud pública, ¿cómo abordarla en este nuevo escenario?

Debemos enfrentar este desafío desde una mirada preventiva y con un foco multidisciplinario. La idea es evitar que se saturen las consultas de casos graves y para esto es esencial que se retomen a la brevedad los controles en salud mental, tal cual se está realizando con los pacientes crónicos. Es importante que seamos capaces de pesquisar sintomatología que pueda estar iniciando y tratarla oportunamente. Hay que trabajar coordinadamente desde los servicios de atención primaria, establecimientos educacionales y organismos colaboradores. Requiere ser una labor prioritaria para las familias y padres, quienes deben estar alerta a las necesidades de sus hijos. 

- Ellos constituyen un grupo de alta vulnerabilidad…

La población infanto juvenil está muy expuesta y aún no ha desarrollado herramientas para hacer frente a situaciones de estrés en confinamiento y cuarentenas. Además, están en mayor riesgo de descuido, incluso malos tratos, altas cargas de estrés psicosocial y menor acceso a redes de apoyo. 

El teletrabajo, pérdida de la fuente laboral o la preocupación por el cuidado del hogar, ha llevado a que los padres se sientan sobrepasados y no estén atentos o disponibles para cubrir las necesidades emocionales de sus hijos. Por otra parte, con el cierre de las escuelas se pierde una red de apoyo esencial, tanto por el vínculo con los compañeros en donde la interacción social y compartir experiencias ayuda en la propia resiliencia, como porque allí muchas veces encuentran apoyo por parte de docentes o profesionales. Los niños y adolescentes en este período necesitan mayor contención, pero a la vez están más solos. 

- ¿Qué enfermedades se han agudizado?

Algunas condiciones o patologías de base pueden presentar mayor desestabilización en el actual contexto. Es el caso de los niños con trastorno del espectro autista (TEA), a quienes les afecta la pérdida de su rutina diaria y están sobreestimulados con la mayor presencia de personas o ruidos en el hogar por el confinamiento. Adolescentes más depresivos o ansiosos pueden sentirse angustiados por las cuarentenas y las dinámicas poco sanas que empiezan a darse al interior del grupo familiar y, muchas veces, pueden autoagredirse como una forma de disminuir la sensación de disconformidad. El manejo es prevenir estas situaciones. En el caso de los niños con TEA existen recomendaciones como mantener su rutina, encontrar dentro del hogar un espacio seguro que otorgue calma, salir a caminar al exterior durante la semana. En los adolescentes lo ideal es estar atento a los primeros cambios conductuales o emocionales que alerten sobre una posible descompensación. Se debe favorecer la contención verbal, es decir, conversar, tratar de entender qué produce malestar e intentar buscar una alternativa de solución en conjunto, no desde la imposición del adulto. Es clave que quienes en tratamiento mantengan sus controles.

- ¿A qué signos debemos poner atención?

En general cualquier cambio de comportamiento debe recibir atención y observación por parte de los padres o cuidadores y hacer sentir siempre a sus hijos que están disponibles para oírlos y ayudarlos a solucionar el problema que puedan presentar. Ahora bien, frente a cambios de humor bruscos, irritabilidad permanente, alteraciones en el apetito y tendencia a la soledad se debe fortalecer el diálogo y evaluar la búsqueda de apoyo profesional. En casos más graves, por ejemplo, si se detectan ideas suicidas o se pesquisan autoagresiones, recomiendo consultar inmediatamente con un especialista.

- La interacción social es esencial en su desarrollo…

Les permite adquirir competencias y capacidades, sentido de la amistad, juegan, ríen y hacen deporte, lo que en gran parte se ha perdido con el confinamiento. En el caso de los adolescentes puede ser aún peor, porque hay una serie de tareas evolutivas que se cumplen y en donde el grupo social tiene un rol fundamental. Ellos requieren independencia y privacidad a nivel familiar e incluirse en el grupo de pares con el que sienten pertenencia y desarrollan identidad. Es una etapa llena de hechos que son parte del proceso de conformación de la identidad y que, actualmente, no pueden llevar a cabo de forma esperable. Interactuar con otros es parte de la vida, de nuestra rutina y hábitos, y es muy difícil perder todo aquello de un momento a otro. Estudios muestran altos índices de estrés postraumático asociados no solo a la situación de riesgo de contagio, sino que también al confinamiento social y alejamiento de los seres queridos, ya sean familiares o amigos. 

- ¿Qué podría aconsejar para que ellos conlleven de mejor forma las restricciones?

Es muy importante el rol de la familia. En la medida que todos sus integrantes las asuman de una forma positiva, resaltando el autocuidado y las posibilidades de crear una nueva rutina al interior del hogar, los hijos aceptarán mejor las normas. Es necesario tener una conversación y psicoeducación permanente con ellos, desarrollar la empatía y el cuidado de los otros. Este contexto nos permite cultivar habilidades y valores en nuestros hijos y eso se debe aprovechar. Es importante presentarles actividades alternativas, pues no se trata solo de imponerles que no deben salir. Muchas veces es necesario ayudar a los hijos a descubrir nuevas ocupaciones y pasatiempos.

- En algunos casos los adolescentes son considerados poco solidarios e irrespetuosos de normativas destinadas a disminuir los contagios…

Ellos presentan mayor dificultad para acatar las normas, pues por su etapa de desarrollo neuropsicológico son más impulsivos e inmaduros en su actuar y en la toma de decisiones, presentan hiperreactividad emocional a los diversos eventos que los rodean y tienden a ser autocentrados. El adolescente suele pensar que el adulto no logra comprender sus necesidades y considera que las suyas están por sobre las del resto. Si bien esto es parte del proceso madurativo del ser humano, es complejo en el escenario actual, pues juega en contra de todo el esfuerzo que hacemos como sociedad y ocurre en distintas culturas, independiente del nivel educacional y socioeconómico.

- ¿Qué cambios comportamentales se deben promover?

Tenemos que favorecer la conducta prosocial, el preocuparse por otros y la capacidad de esperar para obtener sus propias gratificaciones. Debemos prestar mayor atención a las actividades de los hijos y cumplir un rol de supervisión. No podemos prohibir a los jóvenes que compartan con otros, pero sí generar conciencia para que lo hagan de forma segura, con un grupo reducido, con los amigos más cercanos, utilizando las medidas de protección personal recomendadas y siempre bajo el conocimiento de los padres o cuidadores.

- La OMS advirtió el aumento de suicidios y trastornos psiquiátricos…

Es una realidad que estamos viviendo. El aumento de patologías psiquiátricas es evidente en todos los grupos etarios, pero será de forma considerable entre los jóvenes debido a su ciclo vital y vulnerabilidad. Existen estudios que proyectan que el riesgo de suicidio podría incrementarse hasta 20%, sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes debido a diversos factores como mayor sintomatología emocional que estaba latente, aparición de diversos temores directamente o no relacionados con la COVID-19, el duelo por la pérdida de algún ser querido, sensación de desesperanza ante un futuro incierto y aumento de conflictos familiares. Es esencial empezar a tener una mirada preventiva y no reactiva. El rol de los trabajadores de la salud mental será primordial y se deberá priorizar a nivel de políticas de Estado.

- Niños y adolescentes se han apoyado en la tecnología para minimizar el impacto del aislamiento físico, ¿cómo se puede regular?

El uso de las tecnologías es complejo en nuestros tiempos. En el actual contexto es una herramienta esencial para el trabajo, educación, entretención y contacto con nuestros seres queridos, pero nos expone a riesgos. Hay que tener cuidado con la información sobre la pandemia a la que los niños pueden tener acceso a través de los medios tecnológicos y redes sociales, ya que puede resultar impactante. Si bien es uno de los grandes pasatiempos para la población infanto adolescente, debe ser utilizada de forma moderada y supervisada, con tiempos definidos durante el día y tomando resguardos en especial con juegos en línea con desconocidos. En ocasiones, cuando los adolescentes no se sienten acogidos o escuchados en casa, pueden encontrar en estos contextos virtuales espacios en donde se les presta atención y se les ofrece amistad, pero generalmente son círculos sociales riesgosos, en donde hay otros jóvenes atravesando situaciones de inestabilidad emocional y pueden fomentarse entre ellos sintomatología nociva o la aparición de conductas más complejas. Por eso, siempre será esencial establecer límites y la supervisión parental.

- Por último, ¿qué reflexión puede hacer sobre esta crisis y qué aspectos positivos podría rescatar? 

La crisis sanitaria mundial por la que estamos atravesando tendrá un impacto social en todos los ámbitos. En lo personal, quiero quedarme con la sensación de que este es un período que nos invita a fomentar la escucha, empatía, a conversar al interior de la familia y con nuestros seres queridos, a valorar aspectos de la vida que no tienen relación con lo material, a lo que quizás estábamos dando demasiada prioridad. Las circunstancias adversas son difíciles, hay momentos en los que pensamos que ya no podemos más, pero estas circunstancias nos invitan a descubrirnos, a mostrar nuestras virtudes y fortalecernos. Espero que estas vivencias impulsen a las familias a crecer, unirse y valorarse solo por el hecho de tenerse. Creo que la pandemia y todo el contexto asociado permite un cambio de paradigma en donde la población está dando importancia al autocuidado y bienestar mental, alejándose de la estigmatización.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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