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Comentó que el material es un homenaje a su padre, su madre y seis hermanos, y a su esposa Malú e hijas, María Eugenia y Ana Patricia, quienes no solo lo apoyaron en este sueño hoy concretado, sino además colaboraron en la edición, con amor, paciencia y dedicación.

Con un total de 25 capítulos, el libro de casi 300 páginas, es el sexto que se publica sobre la ciudad de San Bernardino, y contiene información desde la historia del Lago Ypacaraí, la fundación de la ciudad, hasta otras nunca antes conocidas, que marcaron verdaderos hitos, como la primera cerveza producida en el lugar, la primera comunicación radiofónica que se dio desde allí y sobre la mejor mueblería artística.

Además, recuerda a grandes personalidades, hombres y mujeres, quienes hicieron leyenda en la ciudad, así como a grandes exponentes de la cultura que destacaron en literatura, historia, música, cine y por supuesto en la medicina.

El libro que cuenta con el prólogo del periodista Mario Rubén Álvarez y comentarios de Alfredo Boccia Paz y Julián Navarro Vera, estará disponible en la feria del libro hasta el 6 de mayo y luego en la librería Servilibro y otras principales del país.

- Doctor, cuéntenos cómo nació la idea de escribir y publicar este libro…

Es un antiguo proyecto y el objetivo es revivir un poco esas historias de San Bernardino a la cual con mi familia somos familiarmente muy afectos. Es un poquito una herencia de mi padre -quien era escribano público-, pero un apasionado de la historia de la ciudad, a tal punto que cuando esta cumplió 100 años, en 1981, participó de un concurso y ganó el segundo premio con una historia muy atractiva que se llama “San Bernardino y una aventura audaz y casi desconocida”.

En ella se enfocó en un hecho que es muy poco conocido y emblemático, de un barco que se llamó ULF y que pretendió dar la vuelta al mundo desde San Bernardino, y al que Manuel Ortiz Guerrero le cantó loas en un verso magnífico y sumamente inspirado, y que está relatado en el libro.

- ¿Mucho de lo incluido en el libro es legado de su padre?

Mi padre había investigado mucho e hizo exposiciones y audiovisuales muy interesantes que no pude ver porque estaba en Francia en ese momento, pero sí escuché las últimas. Él fallece en 1993, y años más tarde yo quise hacerle un homenaje y repetir esa exposición con las mismas imágenes y con la robusta documentación que él me había legado.

No solamente me legó el amor a San Bernardino, sino una documentación completísima, recortes periodísticos de principio de siglo, fotografías históricas, muchas de ellas presentes en el libro.

- Si bien trabajo durante años en la idea… ¿Cuándo nació la decisión de publicarlo?

En los últimos cuatro meses surgió la concepción del libro, gracias un poco a la insistencia de un gran compañero y escritor que es Alfredo Boccia Paz, él hace años me venía insistiendo, ya que estas pequeñas historias ya las había publicando en una revista de circulación muy interna del Club Náutico San Bernardino, y entonces lo que hice fue recopilar esas historias que ya las había hecho, investigado, hablado con gente y visto la poca bibliografía existente.

El 20 de enero hablé con Alfredo en una cena de la promoción del colegio, y a partir de ahí ya empecé a completar y llenar todos los capítulos que faltaban, llegando a 25. Todo el mes de febrero fue de mucho trabajo de escritura sacando tiempo al tiempo de mi actividad médica.

Publicar un libro es como un parto: la concepción es agradable, el embarazo es doloroso y el parto finalmente es feliz. Esto no es precisamente un libro de historia, sino un libro de historias, valga el juego de palabras.

- ¿Cómo está estructurado el libro?

He tratado de abarcar todo como si fuera un túnel del tiempo. Comienzo con el origen del lago que es lo más emblemático que tiene la ciudad, el por qué San Bernardino tiene un raro hechizo que la persona que la visita queda como subyugada.

Eso ha pasado con muchos de los personajes que aparecen en el libro, que llegaron a la ciudad y se quedaron encantados con ese ambiente, como dice el poeta Hugo Rodríguez Alcalá: un aire azul y verde aromado.

En cada capítulo trato de encabezar con un personaje emblemático que ha forjado a fuego la historia de esta villa, comenzando con la del lago que es quizá el icono de la ciudad y siguiendo luego con la fundación.

Así voy capítulo a capítulo. Después también hablo de cómo se fue consolidando la colonia, del primer administrador que fue el señor Santiago Schaerer, un suizo con mano de hierro, que ha dejado un libro de oro de 103 páginas donde se consigna absolutamente todo, desde la muerte de un buey hasta el nacimiento de un bebé.

Voy contando historias de los pioneros, como por ejemplo del doctor Emilio Hassler, el científico más prestigioso que haya habitado San Bernardino, quien aparte de ser un médico destacado, convirtió al Club Náutico que era en ese momento el Club Alemán, en un hospital durante la Guerra del Chaco, con 25 camas, o sea que fue un benefactor y un científico al que San Bernardino le debe mucho.

Está el señor Guillermo Weiler, un alemán que era realmente un escultor, que vino al Paraguay de casualidad porque su médico le dijo que el polvillo del mármol de las esculturas le estaba haciendo daño, llega, conoce San Bernardino y es el primero que vislumbra que la ciudad podría tener un potencial turístico.

Construyó un pequeño hotel que se llamó Santa Rita, lamentablemente hoy ya derruido y a continuación edificó en 1888, un castillo al que llamó Hotel del Lago, que hasta ahora funciona ininterrumpidamente y es el más antiguo de todo el Cono Sur.

Hablo también de las personalidades que pasaron por ese hotel como el escritor Antoine de Saint-Exupéry, el Mariscal Estigarribia, el monseñor Sinforiano Bogarín, los presidentes Eligio Ayala y Charles de Gaulle, la actriz Marlene Dietrich y el cantante Julio Iglesias, entre otras figuras que voy contando.

En los últimos capítulos cito sobre San Bernardino y el arte, las letras, la música, el cine y la pintura, donde nombro a artistas que han desarrollado su obra en la ciudad.

En capítulo final está dedicado a la medicina, donde comento de un gran sanatorio que se construyó en 1905, con rayos X y con todo lo último de entonces, y que lamentablemente después tuvo que cerrar.

Allí aportaron muchos médicos, entre ellos el doctor Hassler; Hilde Ingenohl, más conocida como “la tigresa” de San Bernardino, que era enfermera; y finalmente completo con el doctor Raúl Figueredo, quizá el único que habitó la ciudad por muchos años y que se brindó a la comunidad.

- ¿Qué siente usted cuándo escribe, doctor?

La afición por escribir me vino ya bastante tarde. Todo comenzó con una iniciativa de mi hermano que aprovechando la magia del internet hizo un boletín que se llamó “El Doldanero”, en el que me obligaba a escribir anécdotas frecuentemente y como dice Gabriel García Márquez: cuando uno empieza a escribir parece como que la mano empieza a calentarse.

Realmente sentí que mi mano estaba “febril” y es como que una llama sobrenatural desciende y la pluma se va deslizando. Mucha gente después de leer mis anécdotas para sorpresa mía, me preguntaba por qué no escribía un libro y yo lo tomaba como una broma.

Ese entrenamiento de escribir fue fluyendo y finalmente gente de la talla de Mario Rubén Álvarez, Alfredo Boccia, Julián Navarro y la escritora Susana Gertopán, han elogiado mi pluma -que para mí no era algo más que una cuestión jocosa y un pasatiempo- y que no iba más allá de lo que finalmente se convirtió en algo literario.