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EDITORIAL
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ORGANIZACIÓN DE LA ATENCIÓN DE ENFERMERÍA
Sonia de L. Escobar Miranda
Enfermera Servicio Pediatría, Hospital Clínico San Borja Arriarán
Julio
2014.
Volumen
13
-
N
°
57
Escribir, es para mí una tarea difícil por la poca
costumbre como enfermera, de plasmar por
escrito mis experiencias. He aceptado el desafío
porque me brinda la posibilidad de rendir un
homenaje a ese gran equipo de salud del Hospital
Manuel Arriarán Barros que, con su compromiso
en lo humano, su trabajo tesonero y su fuerza
creativa, era capaz de atender en una sala a
los niños enfermos de alta complejidad y a los
convalecientes. A todos ellos tengo mucho que
agradecer porque me traspasaron sabiamente
valores que son el soporte cuando flaqueo; siempre
están presentes en los momentos difíciles y sus
enseñanzas me ayudan a continuar construyendo
al diario vivir de la enfermería pediátrica.
Son muchos los años y muchos los recuerdos.
Ingresé en
1967
a ejercer la carrera junto a ocho
de mis compañeras de curso, hoy quedamos
Gladys Solari Abatte y yo. Oriana Díaz Barría y
Edith Vergara Barrera se nos unieron en la década
de los
70
. Me destinaron al Servicio de Cirugía
donde había realizado mi internado y tuve la
fortuna de tener como enfermera guía a María
Cecilia Espinoza Arancibia (en ese entonces
Supervisora), cuya característica principal era
ser una educadora y consejera innata de gran
cordura y claridad a la hora de tomar decisiones.
Escribir esto y empezar a desfilar en mi memoria
otros rostros, fue un acto simultáneo; nombrar a
unos pocos sería injusto ya que todos pusieron
su grano de arena para hacer de aquella joven,
cuyos estudios universitarios los realizó interna
en la Escuela de Enfermería de la Beneficencia del
Servicio Nacional de Salud, adyacente a los
terrenos del Hospital, la enfermera que es hoy.
No podría continuar si no menciono a la señora
Sara Marchant Pérez, Enfermera Jefe, esposa del
Jefe de Servicio Dr. Alejandro Maccioni S. Fue
un privilegio conocer su gran capacidad de
organización, responsabilidad para enfrentar
situaciones, energía para defendernos y también
para amonestarnos cuando correspondía, su
dinamismo contagioso nos inducía a cumplir con
las metas que nos proponíamos y su capacidad
de líder nos mantenía como un grupo férreamente
unida.
La integración de estas recién egresadas, permitió
cubrir
24
horas de atención profesional. Una
enfermera asumía en la tarde la responsabilidad
de los
300
pacientes distribuidos en una planta
física construida por el pabellón Errázuriz que
concentraba a los Servicios quirúrgicos y los
Lactantes A y B. Los otros, Bronco pulmonar,
Medicina Segunda Infancia, Quemados, Prematuros
(ingresaban los recién nacidos trasladados desde
la maternidad del Hospital San Borja), Infecciosos,
Laringitis, Neurología, Nutrición y Endocrino,
ocupaban pabellones ubicados en el hermoso
parque del hospital, que aún recuerdo con sus
ceibos en flor, jacarandaes con su hermoso color
lila, pimientos y palmeras que aún perduran.
No contábamos con médico residente y para
control de los pacientes dependíamos de la
disponibilidad de tiempo del equipo médico del
Servicio de Urgencia Infantil. En turnos festivos
una ambulancia nos transportaba a Susana Palma