Previous Page  13 / 24 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 13 / 24 Next Page
Page Background

El segundo caso lo asistimos en la sala

5

, sala

Antonio Carrau, del mismo hospital. Ya estaba

sensibilizado a esta enfermedad y había leído

todo lo referente a ella. ¡Siempre me han fascinado

los síndromes diencefálicos! Servía también en la

cátedra de mi maestro Portillo, como jefe de Clínica,

mi querido colaborador y amigo Leopoldo Peluffo.

Una mañana comencé a pasar visita y me enfrenté

a la primera cuna. Y vi, vi si pero no podía creer

a mis ojos, un infante de ochomeses, casi desnudo,

cubierto sólo por una camisilla, parado, prendidas

sus manos a la baranda, flaco, piel y huesos, que

reía a más y menos a todos quienes lo miraban.

Me acerqué y vi sus pequeños ojitos negros como

azabache con un inconfundiblemovimiento rítmico.

Me di vuelta y llamé a Peluffo: <<¡Leopoldo mirá!>>.

Asombrado me miró como diciéndome: <<¿Qué

quiere con este distrófico?>>, y le dije: <<¡Ya! ¡Pásalo

al Instituto de Neurocirugía para operarlo! ¡Tiene

un tumor del quiasma óptico! >>. Nadie me creyó.

Sólo Peluffo acogió el mandato y con una breve

esquela fue remitido al centro neuroquirúrgico

referido. Llegó, fue visto y no faltó quien dijera:

<<¡Este Mañé está loco! Mirá el desnutrido que

nos manda y más encima con el diagnóstico de

síndrome de Russell>>, que nadie conocía y menos

tratándose de un tumor situado en el quiasma

óptico. Pero siempre hay alguien dispuesto a la

duda, que significa dispuesto a aprender, y por

tanto a enseñar. Y ese alguien fue la profesora

María Delia Bottinelli, quien pidió una tregua al

duro ataque que me cernía y que estaba próximo

a triunfar, la que obtuvo no sin cierto esfuerzo.

Los que saben, saben o saben donde saberlo. Así

fue que en unos minutos en la biblioteca pudo

confirmar mi diagnóstico. Luego de una

neumoencefalografía que precisó la extensión del

proceso tumoral fue operado por el profesor

Arana con el mayor éxito

4

.

III

El cuarto caso es de hace pocos años. La historia

es totalmente similar a la anterior, con algunos

avatares que le dan aún más dramatismo. En las

mismas circunstancias, al pasar visita con el Jefe

de clínica, internos, residentes y posgraduados,

por la sala de lactantes, advertí un desnutrido

que enviaban desde Durazno para ser sometido

a una antrotomía por su distrofia severa.

Tenía siete meses, pesaba cuatro kilos. Interrogué

a la madre, una joven muy lúcida y prolija:

<<¡Doctor, no hay forma de hacerle comer!>>,

mientras conversaba pude observar el claro

nistagmus horizontal. Y continué interrogando:

<<Señora ¿Es muy triste o se ríe?>>. A lo que

presurosa contestó: <<¿Triste? ¡Vive riendo! ¡No sé

porqué no come! A veces oigo carcajadas desde la

pieza del lado>>.

Otro tumor del quiasma. Rápido estudio ocular

con atrofia bilateral de papilas, disyunción discreta

de suturas. Pero ¡oh dificultad!, una tomografía

computada fue totalmente normal. Rudo golpe,

más no me aparté del diagnóstico, aunque tenía

prácticamente todas las opiniones en contra.

Revisamos la bibliografía. Hay algunos casos de

síndrome de emaciación diencefálica sin tumor.

Podía ser uno de ellos. Vigilamos al paciente,

que era asistido por el doctor Bismarck Mourelle

en Durazno, y le rogamos enviarlo tres meses

después. Una nueva tomografía, hecha con un

aparato de mayor resolución, mostró un enorme

tumor de la base proyectándose sobre el quiasma

óptico. Fue operado por Atilio García Güelfi a

pedido nuestro. No logró más que aspirar zonas

necróticas y no pudo extirparlo. Tan unido

estaba a las estructuras vecinas.

13

enero

2018.

Volumen

17

-

N

°

71