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Dedicatoria:
A la voz, inefable don de expresión del Creador para el ser humano, que nos arrulla
y consuela cuando niños, nos educa en los años juveniles, nos llena de gozo y eleva con
el arte, nos seduce y enamora en nuestra plenitud, nos deleita en la crianza familiar y
nos perdona y llama por nuestro nombre al final del camino.
A mis padres, Luis y Marta; sus voces sabias y serenas me acompañan por siempre.
A mi esposa, Alba; su voz continúa diciéndome que me ama.
A mis hijos, Francisco, Daniel, Ignacio y Magdalena cuyas voces me hacen abrir los
ojos y respirar cada día.