BOLETÍN HTA
HIPERTENSIÓN / 2018 / VOL. 23 29 normotensos sal-resistentes, mediante un trasplante renal (8) . Aquellos animales, al igual que muchos seres humanos hipertensos, mostraban un defecto en la excreción renal de sodio. Paralelamente, un hecho conocido y ampliamente aceptado es que una reducción del sodio en la dieta induce una baja de la presión arterial tanto en sujetos hipertensos como en normotensos (9,10) . Si bien las modificaciones en los valores de presión arterial por variaciones en la ingesta de sal pueden ser heterogéneas, aquellos sujetos que presentan una mayor dependencia de su presión frente a esos cambios, se han denominado “sal-sensibles” y los que no, “sal-resistentes”. Este fenómeno se ha relacionado a una alteración subclínica de la capacidad renal para excretar el sodio en conjunción con alteración de flujos sanguíneos regionales, depósitos cutáneos de sodio y alteraciones de la inmunidad innata, entre otros. El fenómeno de sal sensibilidad es mucho más evidente en sujetos afrodescendientes que en individuos de otras etnias (11,12) , en sujetos de edad avanzada que en jóvenes y en sujetos hipertensos comparados con normotensos (13) , existiendo además fuertes sugerencias de ser un fenómeno más frecuente en mujeres, obesos, diabéticos y personas con enfermedad renal crónica (14-15) (Tabla 1). Tabla Nº 1 Grupos de mayor riesgo de sensibilidad a la sal Afrodescendientes Edad avanzada Mujeres Obesos Diabéticos Enfermedad renal crónica Síndrome metabólico Aceptando que la hipertensión es un factor cardinal de riesgo cardiovascular, es de esperar que una baja en la presión arterial, a través de una reducción en la ingesta de sodio, induzca una reducción en el riesgo cardiovascular (16) , algo que se ha podido comprobar a través de estudios observacionales (17) , y ensayos clínicos (18,19) en los que se ha objetivado una reducción de hasta un 30% de este riesgo. Sin embargo existen evidencias de que la elevada ingesta de sal es un factor de riesgo independiente de la elevación de las cifras tensionales, tal como se puede observar en la inducción de un aumento de la masa ventricular izquierda, albuminuria (20) y cambios vasculares morfofuncionales (21) . Existen datos experimentales que muestran sobreexpresión de TGF-beta, activación de mediadores pro-inflamatorios como NFkB y TNF-alfa, incrementos en la producción de superóxido, supresión de la óxido nítrico sintasa y aumento de la actividad del sistema renina- angiotensina, que se expresan clínicamente como daño renal fibrótico y alteraciones vasculares que incluyen cambios en la presión de pulso y de elasticidad tanto en animales de experimentación como en sujetos que reciben dietas hipersódicas, sin evidenciar un aumento de sus cifras tensionales. Más allá de lo cardiovascular, la alta ingesta de sal también ha sido descrita como factor de riesgo de cáncer gástrico (22) , urolitiasis, osteoporosis, cefalea y esclerosis múltiple (23) . Por todo lo anterior, resulta razonable recomendar una reducción significativa en la ingesta de sal de nuestra alimentación, incluso en sujetos normotensos. Sin embargo, dada su amplia presencia en los alimentos, resulta difícil lograrlo, más aún cuando la mayor parte de lo ingerido proviene de comidas previamente preparadas, las que constituyen parte importante de la dieta que muchas personas consumen en su vida diaria. Afortunadamente, los seres humanos muestran una buena adaptabilidad a la reducción de la ingesta de sal cuando ésta se instala en forma progresiva, lo que además no ha mostrado tener efectos negativos sobre la salud. Esta reducción ha sido
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