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23 Octubre 2017

Un baile para la memoria

Un estudio del Centro Alemán de Enfermedades Degenerativas de Magdeburg concluyó que esta práctica mejoraría la función cerebral a distintos niveles: activando los circuitos neuronales motores y sensoriales y, al mismo tiempo, estimulando los centros de recompensa cerebral.

El baile es una manifestación cultural propia de la especie humana. En todas las culturas y en todos los tiempos ha estado presente. El hombre primitivo la utilizó como forma de expresión y comunicación con los demás seres humanos y con las fuerzas de la naturaleza que no dominaba y consideraba divinidades. 

Entre ellos, la danza tenía un sentido mágico animista y, al mismo tiempo, un valor de conexión social, donde el individuo realizaba movimientos al ritmo de la música para conectarse emocionalmente consigo mismo y el grupo. 

Esto porque el elemento fundamental de la danza –el ritmo- viene dado por el propio funcionamiento orgánico, con la respiración y con los latidos del corazón. El mismo principio que hace nacer la música en los orígenes de la humanidad, hace también germinar la danza, que están unidas fuertemente.

Desde los primeros tiempos, el hombre comenzó a moverse rítmicamente, incluso antes de aprender a hablar o caminar. Probablemente observó que al caminar, los pasos generaban un sonido que tenía ritmo, lo que le permitió establecer una conexión entre la percepción sonora y el control motor que sincronizaba disitntos sistemas a nivel cerebral. 

Desde el punto de vista neurológico, al bailar se activan áreas sensoriales, motoras y de integración que implican la coordinación de una serie de movimientos corporales secuenciales, durante periodos de tiempo concretos, determinados por el ritmo musical. 

En el baile interviene la memoria a corto y a largo plazo, necesarias para recordar la secuencia de movimientos; se requiere también de percepción visual y auditiva; coordinación motriz; equilibrio; comunicación; y empatía para predecir los movimientos de un compañero o de un grupo.

Sus beneficios son múltiples: estimula áreas como el hipocampo, que regula la memoria, estado de ánimo y las zonas relacionadas con la coordinación del cuerpo; refuerza patrones mentales de movimiento y coordinación con cada uno de los movimientos aprendidos; induce la liberación de endorfinas y otros neurotransmisores relacionados con el afecto, reduciendo o previniendo potenciales alteraciones como la depresión. Además, aumenta la oxigenación cerebral; en niños favorece la concentración, atención y memoria; y ayuda al cerebro a generar nuevas rutas y circuitos neuronales, especialmente, cuando se combina con el canto y la música.

Un reciente estudio del Centro Alemán de Enfermedades Degenerativas de Magdeburg publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience demostró que las personas mayores que practican habitualmente algún tipo de actividad física pueden revertir los signos del envejecimiento cerebral. Y concluyeron que, entre todos los tipos de ejercicio, el baile es el que posee el efecto más beneficioso. (DOI: 10.3389/fnhum.2017.00305)

Los investigadores reunieron a 62 voluntarios entre 63 y 80 años, a quienes dividieron en dos grupos: uno con personas entre 67 y 71 años que participaron en un grupo de baile; y otro con sujetos entre 68 y 71 años que comenzaron un curso semanal de aprendizaje de rutinas de baile o de entrenamiento de resistencia y flexibilidad, el cual se prolongó durante 18 meses.

Las personas mayores de ambos grupos mostraron un aumento en la región del hipocampo que, generalmente, se deteriora conforme avanzan los años y que es clave en la memoria y aprendizaje, así como en el equilibrio. Sin embargo, el grupo que sólo se dedicó a bailar mostró una mejora significativa en el equilibrio.

En un estudio previo publicado en la revista New England Journal of Medicine (DOI: 10.1017/S1355617711001111), el gerontólogo Joe Verghese y sus colegas calcularon que mientras los crucigramas disminuyen hasta un 47 por ciento el riesgo de demencia al alcanzar la tercera edad, bailar con regularidad conseguía reducirlo hasta en un 76 por ciento, esto porque cuando una persona aprende y enlaza nuevos pasos, aumenta la complejidad de las sinapsis neuronales y el los circuitos neuronales se reestructuran una y otra vez. Es decir, mientras una persona baila obliga al cerebro a “reinventarse”.

Para los investigadores alemanes, encabezados por la doctora Kathrin Rehfeld, “la actividad física es uno de los factores que puede conducir a excelentes beneficios: llevar una vida saludable durante un mayor tiempo; contrarrestar varios factores de riesgo; y disminuir el declive relacionado con la edad, porque se trata de una poderosa herramienta para establecer nuevos retos para el cuerpo y la mente, especialmente en la vejez”.

Este estudio entrega esperanzas para, por ejemplo, aproximase a nuevos tratamientos para la enfermedad de Alzheimer, la forma más común de la demencia en el mundo, ya que el baile estimula la actividad prefrontal y temporal y mejora las habilidades de comunicación, memoria y atención. De hecho, se ha demostrado que ciertas personas con esta patología pueden recordar cosas que habían olvidado cuando bailan al ritmo de una música que conocían.

Por lo mismo, si no ha comenzado a bailar aún, hágalo. Elija el ritmo que más le acomode. No importa si lo hace a través de un baile de salón, tango, salsa, merengue, bolero o cumbia…su cuerpo y su mente se lo agradecerán…a futuro.

Por Carolina Faraldo Portus

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