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02 Enero 2017

Salud para todos los gustos musicales

Diferentes estilos, mismos resultados. Los estudios que detallan las bondades de la música en procesos terapéuticos se multiplican y, si bien la discusión se mantiene, la evidencia científica sube sus bonos.

Una investigación liderada por Joke Bradt, académico de la Universidad de Drexel (Estados Unidos), entrega resultados que, si bien deben ser interpretados con precaución, sí confirman una milenaria creencia: el poder curativo, o al menos paliativo, de la música.

Durante años, la capacidad sanadora de la música fue considerada como parte de la mitología científica, sin embargo, con el correr del tiempo diversos estudios han aportado evidencia contundente en esta materia, al punto de consolidar el término de musicoterapia. Una palabra que describe la utilización de la música y/o elementos como el sonido, ritmo, melodía y armonía en procesos terapéuticos y de rehabilitación en niños, adolescentes y adultos. Se trata de una técnica multicultural que tiene antecedentes antiquísimos, pero una validación formal y consensuada relativamente reciente.

Frente al enorme daño físico, emocional y social que ocasiona el cáncer, Bradt (doi: 10.1002/14651858.CD006911.pub3) indagó en el uso de intervenciones alternativas, como las terapias musicales personalizadas realizadas por personal calificado, para disminuir los síntomas y efectos secundarios del tratamiento de los pacientes afectados por esta enfermedad. Mediante una revisión sistemática que consideró investigaciones previas en este campo, como ensayos controlados aleatorios y cuasialeatorios en 3.731 pacientes pediátricos y adultos, se descubrió una disminución en los niveles de ansiedad, mejora del grado de fatiga y también del dolor a largo plazo. Además se observó una optimización del ritmo cardíaco y respiratorio. Por último, al comparar la musicoterapia con la música medicinal, aspecto que también fui incluido en el sondeo, se evidenció una leve mejora de la calidad de vida de las personas sólo cuando se sometían al primer método.

En este contexto, diversos estudios sugieren que la música de Wolfgang Amadeus Mozart puede actuar como agente curativo o potenciar ciertas cualidades positivas entre las personas. La afiliación social, el control del estrés y el aumento de la inmunidad son sólo algunas. “La arquitectura de su música es brillantemente compleja, pero también está sofisticadamente estructurada. La organización de la corteza cerebral podría resonar con esta música y así normalizar cualquier subfuncionamiento”, comentó el doctor John Hughes, docente en la Universidad de Illinois, Estados Unidos. Según el facultativo, este denominado “efecto Mozart” ha sido citado por establecimientos educacionales y clínicos como el Instituto de Neurología de Londres, la Facultad de Ciencias Médicas de Santa Casa de Brasil, el Hospital Oberwalliser de Suiza y la Facultad de Medicina Weill Cornell de la Universidad de Nueva York. 

Lo anterior en base a experiencias propias que refieren una positiva influencia de la obra del pianista y compositor austriaco en, por ejemplo, la disminución significativa de la actividad cerebral que precede a ataques epilépticos, mejoría visual en pacientes con glaucoma, reducción y estabilización del ritmo cardíaco y alto poder de relajación. Incluso, la música de Mozart traería beneficios en el desarrollo creativo e intelectual de los niños. Esto, si el futuro bebe la escucha durante su etapa gestacional.

Ahora bien, las bondades terapéuticas de la música no sólo se limitan a su versión clásica. Es justo mencionar otros estilos, evidentemente más modernos. Se trata de Led Zeppelin y el ganador del Premio Nobel de Literatura 2016: Bob Dylan. De acuerdo a un estudio llevado a cabo por investigadores griegos y publicado en la revista Atherosclerosis (doi.org/10.1016/j.atherosclerosis.2015.03.010), escuchar rock clásico reduce el riesgo de sufrir enfermedades del corazón, ya que la aorta pierde rigidez y disminuye la presión arterial.

Según los autores, un breve período de estrés puede tener un efecto duradero en la rigidez de las arterias, pero también un pequeño lapso de estimulación musical puede tener un efecto duradero en ablandarla, lo que ocurre al escuchar música clásica y rock. “Entre más rígidas estén las paredes de nuestras arterias, más poderosa es la presión sanguínea y el corazón tiene que trabajar más para bombear sangre a las arterias. Ello conduce a mayor presión arterial y, por supuesto, a mayor riesgo de un ataque al corazón. Si bien al medir los tiempos que generan cambios positivos en este funcionamiento la música clásica fue más eficiente, el rock mostró resultados sorprendentes”, aseguraron. A la luz de esta información, comenzar un nuevo año con un poco de rock no asoma como una mala idea.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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