Relaciones saludables y psicología positiva
En la actualidad alcanzar estados de plenitud emocional se ha transformado en un derecho ciudadano adquirido, cuyo estudio entusiasma tanto a las ciencias médicas como a las humanidades.
En las últimas décadas, los modelos más tradicionales de salud mental, ligados a un patrón médico, evolucionaron hacia modelos alternativos basados en bienestar psicosocial y competencias, los que proponen un concepto nuevo que va más allá de la ausencia de enfermedad y que incluye el desarrollo de las propias potencialidades del individuo en una relación de equidad con el ecosistema social.
Es así como la salud mental se transformó en mucho más que la ausencia de trastornos psiquiátricos o de patologías. Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se la considera como un “estado de bienestar en el cual la persona se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, es capaz de trabajar productiva y fructíferamente y de hacer una contribución a su comunidad”.
Esta perspectiva positiva, según el organismo internacional, admite a la salud mental como “el estado de funcionamiento óptimo de una persona y, por tanto, define que hay que promover las cualidades del ser humano y facilitar su máximo desarrollo potencial”.
El descontento creciente con la psicoterapia como única modalidad de intervención psicológica, la necesidad de considerar variables ambientales en la conceptualización de los problemas de conducta y la necesidad de cambiar desde un enfoque de déficit a uno de competencias en salud mental llevaron a que en 1965 surgiera con fuerza una nueva corriente: la psicología comunitaria, que busca proporcionar prevención, tratamiento, desinstitucionalización y equipos multidisciplinares rehabilitadores.
El supuesto básico dentro de este modelo es la confianza en los recursos del individuo y de la comunidad para enfrentar y resolver los conflictos. Es decir, todas aquellas variables que permiten a una persona insertarse en una red social y crear relaciones saludables para intervenir cuando sea necesario. Ese fue uno de los cambios más importantes que introdujo este modelo: las conceptualizaciones.
Cuando el foco de análisis está en los problemas y los conflictos intra psíquicos, el punto de intervención necesariamente se va a centrar en el individuo, que es quién presenta el problema. Sin embargo, los modelos de competencias permiten ampliar la mirada para incluir además del individuo a las unidades sociales más amplias a las que pertenece, es decir, a su familia, redes sociales personales y los niveles organizacionales y comunitarios donde antes de “remediar” se puede prevenir.
Actualmente, las evidencias científicas están llamando a las personas en general y también a los profesionales de la salud a ser protagonistas en la construcción de un mundo más humano y feliz, que se atreva a buscar el bienestar y el desarrollo junto a otros.
Durante el LXXI Congreso Chileno de la Sociedad de Psiquiatría, Neurología y Neurocirugía celebrado recientemente en la Región de Coquimbo, se desarrolló un interesante simposio sobre Felicidad, psicología positiva y salud mental, donde los psiquiatras Jorge Ochoa Muñoz y Daniel Martínez Aldunate junto al psicólogo Andrés Cabezas trabajaron precisamente este tema.
La actividad fue coordinada por el doctor Martínez, miembro del Programa de Auto cuidado de Conductas Adictivas de Estudiantes Universitarios (PADEU-UC) y del Centro de Estudio de Adicciones (CEDA) de la Universidad Católica de Chile, director del Instituto del Bienestar (IBE) y de la Red Compartiendo Felicidades, organizaciones que buscan instalar la reflexión, el debate y la incorporación del tema del bienestar y la felicidad en las políticas públicas y en la formación académica.
En el encuentro se destacaron los aspectos principales y lineamientos de la psicología positiva, corriente que surgió a finales de la década de los 90’ gracias a los trabajos de Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, director del Departamento de Psicología de la Universidad de Pensilvania y hasta 1996 presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA).
Desde las diversas áreas de conocimiento relacionadas con la psicología positiva como esperanza, felicidad, fortalezas del carácter, valores, relaciones positivas y resiliencia, los expositores entregaron su experiencia acerca de las intervenciones que personas y comunidades realizaron para establecer relaciones saludables y alcanzar una buena vida en diferentes planos: laboral, social, personal y emocional.
Para los especialistas, el hombre no puede evitar esa búsqueda, pues de otra forma no podría mantenerse psicológica y somáticamente equilibrado, algo que las personas buscan la felicidad. Algo difícil de definir, pero que se puede percibir como la suma de momentos de alegría o placer, como un estado de plenitud, equilibro o armonía, llegando en ocasiones a entrecruzarse con propuestas de derechos civiles o con sentimientos religiosos, como la salvación y la felicidad divina.
“Se expresa, por un lado, como algo personal e individual, pero también con un significado social, político, cultural y comercial. Se puede ser feliz ante situaciones adversas, pero también se puede ser infeliz en situaciones de éxito y de logros. De este modo, sentirse feliz es una vivencia”, concluyeron los asistentes al simposio.
La felicidad es un estado subjetivo caracterizado por una condición emocional y un enfoque positivo que genera energía, compromiso, bienestar general y satisfacción, además, sentido de la vida y que se revela en el pensamiento, el ánimo y la conducta de dicha persona.
Para los expertos se trata de una aspiración real para la gran mayoría de las personas, que requiere de trabajo y que se va construyendo diariamente. No hay una receta única para alcanzarla, porque la fórmula es personal. Pero cuando se consigue es vinculante y contagiosa.
Por Carolina Faraldo Portus
